09
Ene 09

Vapuleos, linchamientos y vida tribal

Este vapuleo llegó a ustedes por cortesía de Tigo, parece decir esta foto en la que una mujer golpea a un personaje, mientras que otra, atrás, lleva una toalla con aquella marca de telefonía.

Bromas aparte, hoy leo que entre la dirigencia indigenista”se discute si es necesario chicotear a quienes no quieren entender que hacer daño a los otros no es correcto”, y que el castigo físico es una opción, aunque sea la última. En ese sentido, es oportuno hacer unas meditaciones sobre la naturaleza de los delitos y de las faltas; y sobre la naturaleza de las penas en una sociedad, y en una tribu.

Todo delito, o falta es una acción humana; y como tal, se entiende que es voluntaria y dirigida a conseguir un resultado. Para que una acción humana sea delito, o falta debe estar tipificada como tal en la ley atendiendo el aforismo que dice nullo crimen, nulla poena, sine lege.

De Ludwig von Mises, aprendemos que la acción humana es una conducta conciente, voluntad movilizada y convertida en actuación, que busca alcanzar objetivos y fines precisos. Cuando el hombre actúa, opta, determina y procura alcanzar fines. Y toda acción humana -aquí y en China, hoy y en todos los tiempos- pasa por tres requisitos previos: 1. Cuando una persona actúa, aspira a sustituir un estado menos satisfactorio por otro mejor, es el malestar el incentivo que induce a las personas a actuar. 2. La mente identifica una, o más situaciones más gratas. 3. La mente advierte la existencia de una conducta que sea capaz de suprimir, o reducir la incomodidad sentida. Haga usted la prueba…con cualquier acción que haya hecho, y se dará cuenta de que la hizo porque quería pasar de un estado de menor, a uno de mayor satisfacción. Independientemente del fin que aspire, ninguna acción humana es posible sin la concurrencia de los tres requisitos.

Todos los delitos, o faltas dolosos son cometidos en cumplimiento de aquellos requisitos; y los delitos, o faltas culposos resultan de acciones que cumplieron los requisitos citados. El delito es doloso cuando el resultado ha sido previsto, o cuando el autor lo ve como posible y aún así ejecuta el acto, y es culposo cuando con ocasión de acciones u omisiones lícitas, se causa un mal por imprudencia, negligencia o impericia.

A estas alturas es necesario reflexionar, también, sobre el hecho de que hay acciones libres, y acciones no libres. Ambas están sometidas a la necesidad de los tres requisitos de arriba; pero son distintas en cuanto al rol que tiene la responsabilidad. Libertad y responsabilidad son dos caras de la misma moneda, inseparables, y no hay una, sin la otra. Es inadmisible pensar que puedan existir una sin la otra; y cuando la gente cree que ha habido libertad sin responsabilidad, a lo que se refiere es al libertinaje, que no es lo mismo que la libertad.

El delito y la falta, como acciones, tienen otra característica: son jurídicamente trascendentes. Lo son porque implican daños contra la vida, la libertad y/o la propiedad de las víctimas; y lo son porque tienen consecuencias de orden jurídico. Esas consecuencias son las penas y hay dos grandes tipos de penas: las de expiación o retribución que implican sufrimiento y castigo como consecuencia del delito o de la falta cometidos; y las de prevención que buscan evitar la comisión de nuevos delitos. Un tercer tipo es de naturaleza distinta y es el de la pena como tratamiento con el propósito de reformar a los delincuentes reformables.

Entre la dirigencia indigenista, el discurso apunta hacia la prevalencia de penas del segundo y del tercer tipo; pero la realidad -entre vapuleos y linchamientos- apunta hacia la abundancia de penas del primer tipo y las penas infamantes. De ahí las chicoteadas, las exhibiciones en calzoncillos, los vapuleos y los linchamientos espantosos. Reportaje tras reportaje, la dirigencia indigenista insiste en que la justicia maya se basa en consejos, diálogos y orientaciones; pero la realidad es otra. El jacobinismo y la irresponsabilidad de la acción colectiva generalmente degeneran en escenas dantescas de cuerpos quemados y retorcidos.

Los ancianos, los abuelos y los sabios dirán que sí; pero lo cierto es que los tirones de orejas que funcionan en la familia, en el clan y en la tribu -tan personales y tan cerradas-, no funcionan en la sociedad -tan contractual y tan abierta-. La eliminación de las penas infamantes, la sistematización del debido proceso, la responsabilidad individual, y otros, son conceptos que Occidente le ha aportado a la humanidad. Y la dirigencia indigenista hace mal en deshecharlos, a cambio de prácticas tribales que tanto se han prestado para la barbarie.

La foto es de Prensa Libre.


26
Sep 08

¿$700 mil millones para rescatar empresaurios?

Si usted está escandalizado por la perspectiva de que en los Estados Unidos de América los empresaurios mercantilistas de Wall Street sean rescatados de sus malos negocios, usted no es el único. Ese rescate les costará a los tributarios gringos unos $700 mil millones, dinero que entrará al mercado y, además de indignación, causará inflación.

¡Esta no es una solución capitalista, o de laissez faire!, sino que es una solución política, típicamente mercantilista que deliberadamente beneficiará a unos, en perjucio de otros.
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La solución capitalista apunta a que todos los que participaron de la fiesta de las tasas de interés subsidiadas para gente que no podía pagar casa barata, paguen el precio de haber aprovechado el poder de legislar para obtener privilegios. Ya sea el privilegio de emitir papeles para multiplicar ganancias, o el privilegio de comprar casa barata. No hay tal cosa como laissez faire, en un mercado regulado como es el mercado financiero.
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La solución capitalista apunta a que los tributarios no tienen por qué pagar, a la fuerza, por negocios en los que no tuvieron –qua tributarios- nada que ver.
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La distinción entre la solución capitalista y las pretendidas soluciones mercantilistas son importantes porque se halla en la raíz del problema: el capitalismo apunta hacia la responsabilidad individual; en tanto que el mercantilismo apunta hacia la responsabilidad diluida en el colectivo. Y si no se entiende la raíz praxeológica del problema, o no se quiere entender por motivos ideológicos o políticos, no se va a entender la posible solución del entuerto.
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Como escribió José Orgega y Gasset, citado al lado de la obra que ilustra esta entrada: Orden no es una presión que desde afuera sobre la sociedad, sino un equilibrio que se sucita en el interior. Dicha definición orteguiana se aplica igualmente al mercado. Si se intenta imponer orden en la sociedad, o en el mercado, desde afuera, ocurren el desequilibrio y los incentivos perversos del tipo de los que generaron la crisis actual.
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Si no se entiende esto, no se entiende la raíz del problema, y no se entenderá una posible solución…o unas posible soluciones. La realidad no es opcional, dijo acertadamente mi filósofa favorita Ayn Rand.
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La obra que ilustra esta entrada se llama Relaciones infinitas y es de Lourdes y Arturo de la Riva.