08
Ene 13

Más sobre el “transfuguismo”

Cincuenta y seis diputados se han cambiado de bancada desde que la actual legislatura tomó posesión.  Sostengo que el llamado transfuguismo no sólo no es intrínsecamente malo, sino que es bueno y útil.  Es bueno y útil porque está íntimamente relacionado con la libertad de conciencia de los diputados; y es bueno y útil porque a los electores les facilita saber quién es quién.

A aquellas apreciaciones les sumo una más que escuché ayer en una reunión de colegas: el llamado transfuguismo es una brújula electoral que apunta en dirección a los partidos que tienen más posibilidades de ganar la próxima elección.  Esto es porque los actores políticos tienden a moverse -y a apostar sus fichas- hacia las organizaciones que más posibilidades tienen de permitirles conservar el poder.  Desde otra perspectiva, tienden a abandonar las organizaciones que menos posibilidades tienen permitirles conseervar el poder.


04
Ene 13

En defensa del “transfuguismo”

No nos engañemos. Los partidos políticos chapines no son las organizaciones que median entre mandatarios y mandantes, ni las plataformas filosóficas y programáticas que describen los textos. Son máquinas electoreras que sirven para llegar al poder; y sus diputados ni siquiera son miembros de los partidos.

¿Sabes, sin esfuerzo, a quiénes les diste tu voto en las planillas de diputados? Si conocías a algunos de aquellos candidatos, ¿tenías idea de qué piensan acerca de las reformas constitucionales, la eliminación de privilegios, o la ley de telecomunicaciones?

Dicho lo anterior, la prohibición del llamado transfuguismo sirve para conservar aquel estado de cosas en beneficio de una clase política inepta y corrupta que requiere del uso de la fuerza para mantener su poder e influencia. Y además, ¿qué tal si hay un buen candidato, o un buen diputado que ya no soporta la corrupción y la farsa que hay en la organización a la que está vinculado? Yo digo que esa persona debería tener la facultad de decir Hasta aquí, e irse sin pena.

Como ciudadano debes tener la posibilidad de ver que el actual sistema es insostenible. Deberías poder ver a qué clase de gente eliges. Y el transfuguismo facilita estos dos procesos. Si la libertad de conciencia para los diputados fuera bien vista, como elector podrías ver qué uso hacen de ella los que dicen representarte. Opino que, para la educación cívica de mandatarios y mandantes, es más provechoso que haya libertad de conciencia y de movilidad, que se fuerce una permanencia artificiosa y disfrazada de lealtad. Es mejor que los arrimados y los camaleones sean fácilmente identificables, que amarrarlos y crear un espejismo de solidez y confiabilidad del sistema político.

Si entendemos que los partidos chapines son lo que son, es difícil y es moralmente inexplicable que les pidamos lealtad a los candidatos y funcionarios vinculados a esas organizaciones. Más bien, como en el jiu-jitsu, habría que utilizar el sistema contra sí mismo y exponer la realidad. La responsabilidad, entonces, sería de los electores. Así es en el mercado. Tú no compras donde te dan libras de 14 onzas, ni regresas a donde te metieron tomates podridos entre los tomates buenos. ¿Por qué es que sí haces eso en el terreno del poder?

Columna publicada en El periódico.


01
Ago 12

Otro No para las reformas constitucionales

Politólogos, sociólogos y diputados señalan que la propuesta del Ejecutivo, que promueve la distribución de 60 distritos para elegir congresistas fomentaría el bipartidismo. El Ejecutivo también propone que el número de legisladores se reduzca a 120, lo que, a juicio de expertos, complicaría aún más la representatividad de los partidos.  Este fue otro ¡No! para la reforma propuesta por la Administración Pérez-Baldetti.

Los analistas, sin embargo, hacen sus cuentas como si las cosas fueran a permanecer estáticas.  Creen que con estadísticas pueden pronosticar el futuro.  Es como cuando los economistas tratan de hacer ciencia económica con fórmulas y cábalas.

Yo no creo que la existencia de partidos pequeños y bancadas minúsculas deba ser un objetivo político.  Creo que si los votantes no apoyan con sus votos (y con su dinero) a ciertas organizaciones políticas, estas deberían hacer mutis por el foro y ya.  Tampoco creo que el bipartidismo deba ser un objetivo político.  Reitero que los votantes son los únicos que deberían decidir a quién apoyan y a quién no.


19
Jul 12

Los partidos no deben tomar dinero de los tributarios

Los partidos políticos no deben tomar dinero de los tributarios.  Es muy mala la idea de transferirles US$4 (o cualuquiera otra cantidad) -del dinero de los tributarios- por cada voto recibido.  No es bueno quitarles la responsabilidad de obtener donaciones voluntarias y pacíficas para sostenerse.

En teoría política los partidos son organizaciones que median entre gobernantes y ciudadanos/tributarios.  Son organizaciones fundadas sobre plataformas filosóficas y programáticas que unen a personas que comparten valores, con el propósito de acceder al control del poder, o al menos para influir en él.  Pero en la práctica no son eso.  En la práctica son roscas de personas que, unas veces están unidas por el mero interés de acceder al poder, y otras veces sólo quieren llevar a alguien al poder.  Son maquinarias electoreras que emiten licencias para que algunas personas sean incluidas en las boletas electorales.

¿Por qué es que este tipo de organizaciones deberían ser subsidiadas, o sostenidas con dinero de los tributarios? ¿Por qué no deberían ser responsables de financiar sus operaciones?

La idea de que los partidos políticos deberían ser beneficiados con trasferencias de riqueza -de los tributarios hacia los dueños de los partidos- parte de tres supuestos que son falsos:

1. El supuesto de que es de interés general la existencia de organizaciones políticas que las personas no están dispuestas a apoyar voluntariamente con su dinero, o con sus votos.

2. El supuesto de que los políticos que controlan las finanzas de los partidos van a ser menos venales, más probos y menos corruptos que cuando llegan al poder.

3. El supuesto de que los ciudadanos/tributarios que votan por un partido estarían dispuestos a darle su dinero.

Lo cierto es que si los políticos no tienen incentivos morales, ni económicos para ganarse la confianza de los ciudadanos/tributarios, ¿por qué deberían tener acceso a sus billeteras por la fuerza de la ley?

Lo cierto es que, ¿de dónde sale la idea de que los políticos que reciban transferencias de riquezas por medio de la ley no van a buscar -a escondidas, como lo hacen siempre- otras fuentes de financiamiento? ¿Qué se los va a impedir si no se los ha impedido hasta ahora? ¿El Tribunal Supremo Electoral con lo que lo ningunéan los partidos?

Yo ya no le doy mi voto a partido alguno; pero mucha, muchísima gente no vota por un partido, o por un candidato porque crea en él, o quiera apoyarlo. Muchísima gente vota contra el candidato opositor, o vota por el menos peor.  Lo cual no impica, de manera alguna, que el partido beneficiado tenga la autoridad moral para suponerse digno de tomar dinero de quien le dio el voto; y menos de todos los demás tributarios.

La propuesta de elevarles el privilegio de recibir dinero ajeno por la fuerza es muy inocente, o muy mal intencionada.


28
Jun 12

¿Y si desaparecen los partidos políticos pequeños?

Un grupo de partidos políticos pequeños expersó su temor a desaparecer, en el contexto de las reformas constitucionales propuestas por la actual Administración; pero a mí, eso no me preocuparía.

De acuerdo con la teoría política, los partidos son organizaciones de intermediacion entre gobernantes y gobernados; y deberían ser asociaciones de ciudadanos unidos por valores en común y por plataformas filosóficas y programáticas basadas en aquellos valores.

Pero entre nosotros los partidos políticos no son nada parecido a aquello.  En realidad son roscas y maquinarias electoreras diseñadas para llevar a alguien al poder.  Ha habido algunos partidos que comenzaron de acuerdo con la teoría (como la Democracia Cristiana Guatemalteca, por ejemplo) pero rápidamente degeneraron en agencias de empleo y en boletos para el saqueo.  Ningún partido sobrevive sin alcanzar el poder; y ningún partido sobrevive a haber alcanzado el poder.  Esto es porque no tiene sentido seguir en la lucha si no se tiene acceso a algún tipo de control sobre el Presupusto del estado; o porque una vez cumplido el objetivo cortoplacista de tener acceso al control del Presupuesto del estado, lo demás es sálvese quien pueda.  El FRG, el PAN, la Gana, y la UNE, que estuvieron en el poder, son (o van camino de ser) sólo pelusa en el ombligo, y sólo sirven para los propósitos de sus dueños.

Por eso es que no es extraño que la ciudadanía no apoye a los partidos políticos.  Y por eso no es extraño que los dirigentes de aquellas roscas o maquinarias electoreras, necesiten de forzar a los tributarios a sostener sus organizaciones.

En ejemplo clásico de falta de contacto con la realidad y con los ciudadanos es el de los partidos que surgieron luego de que  se desgranó la guerrilla.  Ninguno de ellos -ni aunque postulen a una Premio Nobel de la Paz y máxima exponente de la dirigencia popular- es capaz de conseguir apoyo electoral sustancial.  Cuelan un diputado aquí y un alcalde allá; pero la gente le da la espalda y los oye como oír llover.  Sólo consiguen sus objetivos mediante su reputación de intelectuales al infiltrarse como asesores y gurús en casi todas las administraciones (desde la de Vinicio Cerezo, hasta de la de Otto Pérez); o bien mediante elchantaje y la violencia por medio de bloqueo de calles y carreteras, toma de edificios, y otras acciones parecidas a cargo de la dirigencia popular.   Pero eso sí, cuando se trata de ganar las mentes y los corazones de la gente -y sus votos-  o su dinero, para sostener partidos políticos, ahí sí que no.  Casi toda la dirigencia de la exguerrilla tiene canonjías, empleos en ONG, o puestos en la burocracia; pero casi ninguno es capaz de ser electo.

Hay partidos pequeños que sólo sirven para que sus más altos dirigentes consigan embajadas, direcciones generales, comisiones y hasta ministerios.  ¿Pero alguno de ellos es lo que debería ser, de acuerdo con la teoría política? No.  De hecho, ni los partidos grandes son lo que deberían ser.

Al final de cuentas, el mercado electoral es el que debería decidir qué partidos sobreviven y qué partidos deben hacer mutis.  El número de partidos políticos -poco, o mucho- debería ser una decisión voluntaria y pacífica de los electores, expresada en las urnas.  No debería ser forzado, ni subsidiado, ni artificioso, ni consecuencia de una expresión constructivista y arrogante de parte de nadie.

Si se deja que los ciudadanos escojan, sobrevivirán los partidos que recojan bien los valores y las preferencias de los electores y de los tributarios.  Pero, ¿y qué pasa con las minorías?  Si el sistema es libre y se respeta la voluntad de los electores y tributarios, sobre todo en una república en construcción, las ideas prevalecientes en la sociedad irán cambiando.   Si no se fuerza el número de partidos, la gente irá fortaleciendo y deshechando organizaciones políticas.  Y será lo que tenga que ser, de acuerdo con el apoyo real que tengan los partidos.  Pero eso sí…se deben respetar las decisiones de los electores y los tributarios.  Algo que, claro, les cuesta a los que tienen mucho que perder.


12
Ene 12

Las ratas abandonan el barco

Luego de asumir la nueva legislatura, la bancada de la Unidad Nacional de la Esperanza -que hasta este sábado era la bancada oficial- podría dividirse en cuatro pues la mayoría busca otras agrupaciones políticas para integrarse.

Así pasa siempre. Luego de ser castigados por los electores; los partidos oficiales que son expulsados del poder empiezan a desmoronarse ráppidamente. Frente al fracaso y al rechazo, los diputados, alcaldes y otros funcionarios empiezan a buscar acomodo, con sus pares, en otras agrupaciones. Algunos con rencor y otros con resignación; pero todos con las colas machucadas.

Así se desgranaron la Democracia Cristiana Guatemalteca, el Movimiento de Acción Solidaria; el Partido de Avanzada Nacional, la Gran Alianza Nacional, el Frente Republicano Guatemalteco y ahora la UNE. Algunos logran sobrevivir, aveces prostituyéndose y aveces también. Pero ninguno es ni la sombra de lo que era cuando se creía el rey del mundo.

Esto no es extraño porque, en Guatemala, los partidos políticos no son los intermediarios entre mandantes y mandatarios como los describen los libros de ciencias políticas. Son sólo roscas y maquinarias electoreras diseñadas para llegar al poder y usufructuar de él. Y claro…luego de traicionar las expectativas de los electores, se hunden. Hoy es el turno de la UNE.


14
Jul 11

Invitados de honor y colados a la fiesta electoral

Hoy, el Partido Unión Democrática publicó un Campo Pagado* en el que dice que El proceso electoral dejó de ser la fiesta cívica en la que todos debemos ser invitados de honor.

El documento trata de convencernos de que, a los ciudadanos y a las organizaciones políticas que no llenan los requisitos constitucionales y legales mínimos -conocidos y pre establecidos, para participar en los comicios- se les niegan sus derechos a elegir y ser electos, cuando las autoridades rechazan sus solicitudes de inscripición, precisamente por no llenar aquellos requisitos.

Esta línea de razonamiento es absurda y si fuera llevada a sus últimas consecuencias, supondría que la ley debe estar por debajo de los caprichos de los pretendientes a candidatos, y que si algún pretendiente y alguna organización política no cumple con los requisitos pre establecidos, aquella pretensión debería ser suficiente para ignorar la ley.

Digamos que sí la Ley Electoral y de Partidos Políticos establece ciertos requisitos para que una organización política pueda celebrar su Asamblea Nacional, y esa organización no cumple con los requisitos, la UD pretende que la ley sea ignorada y que la organización incumplida pueda proceder a capricho y celebrar su asamblea, como si nada.

Si los razonamientos de la UD fueran tomados en serio, el mínimo de 40 años que la Constitución establece para poder optar a la Presidencia de la República no sería un requisito en busca de madurez y ejecutorias de vida;  sino una mera sugerencia que, si un ciudadano en busca de ser electo decidiera que no le conviene por tener él 35 años (por decir algo), debería ser ignorada.

Si los razonamientos de la UD fueran tomados en serio, la prohibición constitucional de que los parientes del Presidente pudieran ser candidatos a la Presidencia no sería una previsión para evitar el nepotismo, el continuismo y la dictadura; sino que sería una mera sugerencia de la que cualquier cónyuge, hijo, padre, sobrino o tío del Presidente podría hacer caso omiso.

Sí. Es cierto que la Constitución nos garantiza a todos los ciudadanos los deberes y derechos políticos de elegir y ser electos, optar a cargos públicos y participar enactividades políticas; pero…pero…cumpliendo con la ley.   Y la ley dice que para hacer asambleas hay que llenar ciertos requisitos pre establecidos y conocidos; y dice que sólo los mayores de 40 años pueden ser Presidentes y que los parientes del Presidente no pueden optar a la Presidencia.

Todos ellos, por cierto, requsitos razonables.  No estamos hablando de que no puedan ser candidatos presidenciales los menores de 75 años, o los mayores de 35.  No estamos hablando de que no puedan ser candidatos a Presidente las mujeres, los hombres, o los indigenas, ni nada parecido.  Es razonable que haya plazos que tengan que ser cumplidos, es razonable que los candidatos tengan que tener finiquitos, es razonable que los candidatos sean guatemaltecos de origen.  Nada de eso contradice a la democracia ni viola derechos civicos.

El Tribunal Supremo Electoral debe velar por el fiel cumplimiento de la Constutición, leyes y disposiciones que garanticen el derecho de organización y participación política de los ciudadanos; y siendo el rector, garante y facilitador de la participación de los guatematlecos, en el proceso electoral, debe hacerlo conforme a la ley y no conforme a los caprichos de politicastros que se quieren pasar de listos.

Hasta ahora, tanto el Registro de Ciudadanos, como el Tribunal Supremo Electoral han demostrado que pueden cumplir con su cometido y que pueden hacerlo bien.  Con decencia y entereza.  A pesar de güizachadas como la de la UD; e incluso de amenazas de violencia física.

Los invitados de honor a la fiesta electoral son todos aquellos ciudadanos que participan en ella de buena fe y respetando la Constitución y las leyes.  Los colados, en cambio, son los que pretenden imponerse caprichosamente sin respeto alguno por el ordenamiento jurídico, ni por el estado de derecho.

Manuel Conde-Orellana, por cierto, es el Secretario General de la Unión Democrática y el firmante del documento en cuestión.  Usted lo recuerda, claro, porque fue Secretario Privado de Jorge Serrano Elías, el protagonista de El Serranazo.

*El documento está publicado en la página 11 de El Periódico.


10
Mar 11

Hacen las leyes para no cumplirlas

En una jornada de ensuciar postes, árboles y paredones, ayer se enfrentaron violentamente simpatizantes del partido oficialista Unidad Nacional de la Esperanza contra correligionarios del Partido Patriota, en la ruta que comunica Chinique y Zacualpa, en Quiché, el lío dejó varios heridos y cuatro vehículos incendiados.

So much por el pacto ético, dijo Cándido mientras remojaba su sheca en café con leche; para luego recordar que los partidos  PAN, UD, UCN, MR, PLP, ANN, ADN, Creo, PSG, Cambio, Encuentro por Guatemala y Los Verdes no han entregado el informe financiero anual establecido en el artículo 7 del Reglamento de control y fiscalización del financiamiento público de las organizaciones políticas,  en tanto que 8 máquinas electoreras sí han cumplido, mientras que 5 han entregado a medias.

¿Qué ha hecho el partido oficialista cuyos dirigentes -en el ejercicio del poder- han jurado, o prometido cumplir y hacer cumplir las leyes? La UNE está entre los que ha cumplido a medias.

Cándido volvió a remojar su sheca y agregó: Estos hacen las leyes, para luego no cumplirlas.


18
Feb 11

Otra vez la arrogancia de “un experto”

Salomón Lerner, objetó el exceso de partidos políticos que hay en Guatemala; y yo me imagino que tan distinguido personaje, ha de tener el número exacto, o el número aproximado de partidos políticos que debería tener una sociedad como la guatemalteca.  ¿Serán dos, serán tres, serán cuatro?  ¿Cuántos serán?  Ah, sí.  Parece que dice que tres.

Lerner cree que los chapines se equivocan al permitir que haya muchas expresiones políticas compitiendo por el poder; y -según creo yo- él ha de creer que un número reducido de competidores sería mejor.  Yo, en cambio, prefiero que haya los que tenga que haber y que la gente sea libre para decidir a quienes apoyar con recursos y con votos.  Y los que no reciban apoyo, que desaparezcan.  Pero que desaparezcan por voluntad de los ciudadanos y no por el diseño de expertos que creen saber más y mejor que la gente.

He aquí algo que escribí hace algún rato al respecto:

Es cierto que los partidos políticos chapines no son esas plataformas filosóficas y programáticas que funcionan como intermediarios entre quienes ejercen el poder y los gobernados.  Es cierto que son, o terminan siendo roscas de amigos y clientes, maquinarias electoreras, diseñadas para obtener un boleto en los comicios y controlar el poder, o influir en él.

Por un lado, y si aquel es el mal de fondo, el problema no es el número de partidos, sino la perversión del concepto mismo de partido.  A final de cuentas, los partidos son lo que son porque la demanda política no pide más.  Por otro lado, ¿quién puede pretender, arrogantemente, que tiene la información necesaria para saber cuál es el número ideal de partidos políticos en una sociedad cualquiera?

Sólo la demanda política sabe a qué partidos apoya  y por qué.  Sólo la demanda política sabe cómo apoya a los partidos y por qué. Sólo la demanda política sabe cuánto tiempo apoya a los partidos y por qué.  Y la demanda política está en cambio constante.  Los principios -si lo son- permanecen, porque son generales; pero lo que es circunstancial está en cambio y en movimiento contantes.

Es un error arrogante creer que podemos diseñar y construir, forzadamente,  instituciones para una sociedad, sólo porque las que hay no nos gustan.  Lo que sí podemos es persuadir a los miembros de la sociedad para cambiar el estado de cosas que no nos gusta.  Y en ese sentido, la educación de la demanda política juega un papel muy importante.  Por eso no se debe “poner el carro antes que el caballo”.  Una modificación positivista que impida la libre formación de partidos de todos los sabores y colores, y que obligue a algún tipo de consolidación artificiosa, será una falso remedio.  Lo será porque si no es precedida por las convicciones cívicas de una demanda política que ha aprendido de sus errores y que ha sido persuadida de que hay mejores opciones, aquella modificación no sólo será un fracaso, sino que servirá a quién sabe qué intereses.

Es posible que algunos planificadores arrogantes crean que el espectro político está compuesto por la izquierda, el centro y la derecha; o por los colectivistas y los individualistas; o por los conservadores y los liberales; o por “gases” y “cacos”.   Los “gases” y los “cacos”, por cierto, eran los motes que recibían los partidos realista e independentista en tiempos de la Independencia de Centroamérica; nomenclatura que cambiaría, poco después a “serviles” y “fiebres” para distinguir a conservadores  y liberales.

La creencia de que se puede fabricar un bipartidismo, o un tripartidismo para mejorar la calidad de la oferta política es una fantasía planificadora.  La calidad de la oferta política sólo va a mejorar -independientemente de cuántos partidos haya- cuando eso le importe a la demanda política.  No antes.

Adicionalmente, me llamó la atención algo que dijo Lerner sobre el mercado.  Lerner advierte contra un mercado en donde todo es ganancia.  Y como advierte contra eso, uno supone que según él, un mercado en donde todo es ganancia es indeseable.  La pregunta entonces, es, si a Lerner le parecería deseable, o bueno un mercado en el que todo sea pérdida (que es lo contrario a uno en el que todo sea ganancia). ¿Qué sentido tendría un mercado en el que todos perdieran?

Talvez la idea de Lerner no es tan radical, y prefiera un mercado en el que la ganancia de unos sea la perdida de otros, de modo que no todo fuera ganancia.  ¿Qué sentido tendria un mercado en el que unos ganaran a costa de otros?

La gracia de ese proceso que conocemos con el nombre de mercado es que en él, todos ganan.  Gana el que vende y gana el que compra, siempre que sus transacciones sean voluntarias y pacíficas, cosa que sólo puede ocurrir cuando nadie fuerza a la gente a tomar decisiones.  El intercambio, no es un juego de suma cero. Es decir, cuando no hay un arrogante que le dice a la gente qué debe ofrecer y qué no, ni a qué precios.


27
Ene 11

Partidos, facciones o “pelusa en el ombligo”

Una encuesta, publicada hoy, confirma que los partidos políticos atraen poca simpatía de los electores; y, de hecho, generan desconfianza.  Esto no es raro porque los partidos no son aquellos intermediarios entre gobernantes y gobernados, ni aquellas plataformas de principios y programas que describen los libros de ciencia política.  La mera verdad es que cuanto mucho son plataformas de facciones, maquinarias electoreras, y/o roscas de amigos y clientes alrededor de pequeños caudillos.  Los más, son pelusa en el ombligo.

Esto último les pasa a los partidos identificados con la exguerrilla.  La URNG es el más notable de estos, y a duras penas araña un 0.3% de los encuestados que dicen simpatizar con ella; y la Alianza Nueva Nación ni siquiera aparece en el mapa.  La UNE alberga a muchos exguerrilleros, pero nunca lo dicen y por eso medran tranquilamente en el poder.

El partido Winaq, cuyo caudillo es la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, que ya participó en los comicios anteriores, no consigue simpatizantes ni siquiera entre una significativa porción del electorado indígena.  Ni siquiera entre los de su grupo lingüistico, el Quiché, que es el mayoritario.  Winaq escasamente tiene un 0.2% de simpatías.

El PAN y la Gana, que son la herencia del grupo Arzú/Berger tienen magros 0.5% de simpatías cada uno.  Y el Partido Unionista, cuyo caudillo es Alvaro Arzú, el dios del Palacio de la Loba y Expresidente, pesa menos de un tomín, con 0.2% de simpatías.

Casa y CREO, que sobrevivieron y respiran a la sombra del caudillo Eduardo Suger se acercan más al porcentaje de una cifra, pero se quedan en 0.6%.

El FRG, otrora poderoso alrededor del caudillo Efraín Ríos Montt, está esperando desaparecer como los otros partidos que han estado en la cumbre.  Tarde o temprano se desvanecerá como se desvanecieron, o se están desvaneciendo la formidable DCG, el exiguo MAS y el prostituido PAN.

VIVA, del caudillo Harold Caballeros, es la única rosca que alcanza un porcentaje de una cifra completa.

La UNE se está desgastando como consecuencia de una administración inepta, corrupta y conflictiva dentro de sí misma.  Y el Patriota es el único partido que tiene un porcentaje de dos cifras, aunque no es impresionante.

Casi 5 de cada 10 encuestados dicen que no tiene simpatía alguna, ni son convencidos por los partidos políticos.

A final de cuentas parece ser que la mayoría de la gente vota por caudillos y personas; pero no por los partidos.  Esto no es algo de lo que hay que alegrarse; sino que es un problema que urge resolver antes de que el desencanto de los electores y de los tributarios genere un ambiente propicio para opciones violentas, o para algún tipo de disparate.

Por otro lado, ¿quién va a sentir confianza en organizaciones a las que les pela la ley?  Organizaciones que deliberadamente ignoran la Ley Electoral y al Tribunal Supremo Electoral, o a organizaciones que ensucian el país desvergonzadamente.