28
Abr 17

Don Chilo del Valle y la reforma judicial

El establecimiento de jueces es uno de los puntos más delicados en todas las sociedades políticas. Así lo dice El amigo de la Patria, Número 17, Folio 379 del 27 de febrero de 182… José Cecilio del Valle era quien publicaba aquel periódico moderado, en el que los gases o bacos se enfrentaban a las ideas radicales de los cacos, lidereados por Pedro Molina desde su periódico El editor constitucional.

Nadie, con dos dedos de frente, negará –a estas alturas– que aquella observación de Valle es fundamental para una república sana.  En Guatemala, es evidente que urge una reforma judicial; pero no sólo una que nos permita conseguir una administración de justicia pronta y cumplida, sino una que consolide el sistema republicano y una que fortalezca el estado de derecho y la institucionalidad (o tal vez que los funde).

Escucha el podcast aquí.

De ahí que la reforma judicial, por la reforma misma, sea un propósito insuficiente.  Es un desatino y un desperdicio desaprovechar la ocasión y usarla para propósitos ideológicos, y para empecinarse en temas que distraen de lo que es importante.

¿Por qué habríamos de perder la oportunidad de separar lo administrativo de lo jurídico en el Organismo Judicial? Ese sería el efecto, por ejemplo, de un consejo de la carrera judicial que estuviera al mismo nivel de la Corte Suprema de Justicia, y/o que estuviera cooptado por grupos de interés, o por fuerzas políticas, o diseñado desde una perspectiva corporativista.  Peor aún, uno que, por su conformación más política que judicial, se convirtiera en fábrica de jueces serviles, de celadores de intereses particulares, o de los del Organismo Ejecutivo.  Uno que fuera la usina para una dictadura de los jueces, como ha ocurrido en otros países.

Ya lo dijo don Chilo del Valle: el establecimiento de jueces es un asunto delicado.  Por eso urge un abordaje cívico del tema, uno que no descalifique a quienes pedimos una reforma responsable y uno que nos permita luchar contra la injusticia, la corrupción y la politización. No se vale imponer el pensamiento único.

ActualizaciónEn este enlace encontrarás la propuesta de reforma elaborada por el Centro de Estudios Económico-Sociales, proyecto que apoyo con gusto y entusiasmo.

Columna publicada en elPeriódico.   La foto, del número original de El amigo de la patria, fue posible gracias a la Biblioteca Ludwig von Mises.


01
Abr 11

Fascismo entre nosotros

El establecimiento de jueces es uno de los puntos más delicados en todas las sociedades políticas…, dice el número 17, Fol. 379 de El amigo de la patria, que publicaba José del Valle, en el siglo XIX.

De eso me acordé cuando, en el marco de la elección de magistrados para la Corte de Constitucionalidad, los medios de comunicación se referían a que tal, o cual grupo de electores había seleccionado “a sus representantes” en aquel cuerpo colegiado.

La idea de que los magistrados representan a los grupos que los seleccionan es una idea fascista que se llama corporativismo. El corporativismo supone que la participación en la cosa pública parte de la actividad específica que las personas desarrollan en la sociedad; y que, desde esa posición, eligen a los mejores, entre sus iguales, para que los representen.

Así: los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, los diputados del Congreso, el Presidente de la República, los directivos de la universidad estatal y los abogados, como corporaciones, tendrían sus representantes en la CC. La Corte Suprema de Justicia también es corporativista.

Mussolini basó su régimen en principios corporativistas, como una forma de facilitar el intervencionismo estatista sin alienar a sus bases de apoyo político, que no hubieran aprobado un intervencionismo abiertamente socialista por temor a las revoluciones. Hitler, el nacionalsocialista, hizo lo propio con iguales intenciones.

Lo ideal sería que los magistrados no representaran a corporaciones, sino que fueran magistrados de todos y para todos. ¿Por qué tendrían que ser representantes de los grupos que tienen el privilegio de elegirlos? Cosa parecida –aunque no igual– ocurre con los diputados que se supone que deberían ser representantes nacionales; pero como los distritos electorales corresponden a los departamentos, la gente cree que su misión es la de conseguir privilegios y partidas presupuestarias para los departamentos en los que son electos. Es que la idea fascista de que magistrados y diputados representan a las corporaciones que los eligen está muy enraizada en nuestra lastimosa y lamentable tradición europea.

Este año electoral seguramente no es el momento más oportuno para meditar sobre estos asuntos de fondo; pero siendo que acaba de concluir el proceso corporativista de selección de magistrados, no está de más recordar que, como dijo Henry David Thoreau: Por cada mil personas atacando las ramas de un problema, hay una sola atacando sus raíces.

Esta columna fue publicada en El Periódico; y si  a usted le interesa el tema, le recomiendo Los cinco principios de la opresión, en Alvaro Vargas Llosa. Ruta a la libertad. Planeta, Buenos Aires, 2004.