Yo no se usted, pero yo ya estoy algo intoxicado por las elecciones. Hasta me da algo de náusea ver los sucias que están la ciudad y las carreteras con la basura de propaganda electoral. ¡Yo!, que desde niño era entusiasta de los comicios y hasta me quedaba de madrugada esperando los resultados (a pesar de los apagones y de los fraudes), ¡Yo! que siempre tenía un candidato de mis simpatías, ¡Yo! que en tres ocasiones estuve a cargo de varias mesas en centros electorales, dos en el Parque de la Industria y una en el Liceo Guatemala. ¡Yo! que ponía fotos de mi candidato en mi cuarto y en la cocina de la casa de mis padres, ja ja ja.
En fin, el sábado me encontré con mi cuata, Renata, y me le compartí mi intoxicación, a lo que ella, en reciprocidad, contestó que igual estaba ella. Y que a ella la incomodaban mucho las personas que, como robots, agitan banderas en las calles y fingen (sin éxito) que apoyan a los candidatos.
Qué lejos quedaron los días en los que los partidarios de los candidatos ponían banderitas en sus automóviles y se expresaban con entusiasmo. La hipótesis de Renata es que, en realidad, no hay conexión alguna entre los electores, los partidos y los candidatos; y que, como no hay un financiamiento directo de los electores hacia los partidos y los candidatos, a pocos les importa. Yo comparto ese punto de vista porque, en realidad, los partidos no son aquellos intermediarios entre los electores y los gobernantes, descritos en los libros de ciencia política; y no son aquellas plataformas ideológicas y programáticas, descritas en los mismos textos. Los partidos son meras maquinarias electoreras que, en el mejor de los casos, son roscas de clientela formada alrededor de algún personaje que quiere llegar a presidir el Ejecutivo.
Por eso es que no hay feeling.
De aquello me acordé cuando leí que sólo cinco partidos superan los 30 mil afiliados; aunque, según el Tribunal Supremo Electoral hay 701 mil 773 chapines adscritos a algún partido político, siendo esa cifra el 9.5% del padrón electoral que ya supera los 7.3 millones de ciudadanos. Y yo me pregunto…¿cuántos de aquellos afiliados lo están porque comparten valores con los partidos en los que están? En esta época Lite y posmoderna, ¿a alguien le importan más los valores que los intereses? ¿Tiene futuro el sistema de partidos tal y como lo conocemos?
Por eso hay que pensar bien los votos y cambiar el sistema. Lo que no se vale es hacer las del avestruz; porque se puede ignorar la realidad, pero no se pueden evitar las consecuencias de ignorar la realidad.