04
Oct 22

¡Empieza la temporada de fiambre!

 

Con la preparación del encurtido de remolachas, ha empezado la temporada de fiambre, en casa.  ¡Todo el orbe cante!

El encurtido de remolachas es importante porque el caldillo de casa toma de él su color rosado característico.  En casa no incorporamos las remolachas al fiambre, sino que las usamos como un complemento importante.

Aquel encurtido lo preparamos con remolachas que han sido cocidas en agua y sal, sazonadas con pimienta gorda y pimienta negra enteras, laurel y tomillo sin moler, miel de abejas y vinagre; y le añadimos cebollas de cambray a la hora de enfrascarlo.

Hacemos este encurtido durante el primer fin de semana de octubre y a mediados del mes revisamos la sazón.  Por si falta miel, o si falta vinagre, o qué se yo.

Lo que sigue es encargar los embutidos en La Puerta del Sol, y comprar los adornos enlatados y de frasco.

En Guatemala, la fiesta del fiambre equivale al Día de gracias.  Es una celebración que celebra la vida (como en el Día de los muertos), los resultados del trabajo productivo y la dicha de poder compartirlos. Hace unos años leí, en Twitter, que la verdadera soledad es no tener quién te regale un buen plato de fiambre.

Por cierto que desde el mes pasado ya probé tres fiambres: el de mi amiga Majo y su mamá que estaba de campeonato; el de Delica que me gusta mucho en sandwichs aunque me recuerde los odiosos domingos de turno en otra vida; y el de Astoria que es el más parecido al que hacemos en casa.


29
May 22

¡Hoy vimos zompopos de mayo!

 

Salimos a caminar, para ir a desayunar, y en el camino encontramos zompopos de mayo.  Los que visitan este espacio saben lo mucho que me alegran estos animalitos y lo mucho que me gustan asados en comal, y aderezados con mantequilla y sal.

A mí me gusta comer una tortilla con frijoles, o con guacamol a la que le he añadido unos seis u ocho culitos de zompopos para elevar la experiencia. Allá por 1973, un cuate -cuya familia era de Santa Rosa- llevó al colegio una bolsa con zompopos de mayo fritos en mantequilla y les agarré más cariño a esos animalitos porque así son deliciosos.  Pero no los volví a probar hasta unas tres, o cuatro décadas más tarde.

Desde niño me llamaban la atención su tamaño, así como su dignidad y ferocidad porque cuando uno los agarraba, recibía rápido una mordida. Esta sin embargo, no era ponzoñosa como la de de una hormiga de fuego, ni nada parecido.  Pero era una señal inequívoca y valiente: ¡Conmigo no te metas y si caigo, voy a caer luchando!  Ese espíritu combativo también era su perdición; porque los chicos los cazábamos para hacer peleas de zompopos de mayo.  Yo prefería sentirlos caminar en mi manos y sentir los valientes mordidas; pero si había una pelea, no le hacía el feo.

En algunas poblaciones guatemaltecas a los zompopos de mayo los llaman macashes y en otras ch´eken. La semana. pasada me enteré de un área en la que les llaman chekeles, y de que son exportados.

En el siglo XVIII, Francisco Ximénez, tel traductor del Popol Vuh, se refirió a los zompopos de mayo en su obra Historia natural del reino de Guatemala; y escribió que tienen la cabeza grande y unas tenazuelas que parece que son de acero y tienen filo, y punta corva y cruzada como las tixeras; y así cortan con ellas cosas bien duras…entre ellas hay unas muy grandes, y con alas, no son que críen alas, sin que es como la gente principal entre ellas. Aquestas grandes y con alas, no salen del hormiguero, sino es cada año cuando caen los primeros aguaceros, que es por el mes de mayo…y se levantan volando con una singularidad maravillosa, por lo cual los indios, y otras personas que las comen tostadas, y dicen que es comida sabrosa, las cogen con facilidad…y es que como no han visto luz, al verla tan hermosa se van a ella, y así los indios no tienen más que encender unos ocotes, y con esto se les vienen todas a las manos, y cogiéndolas las tuestan, y las comen, y aun las sacan a vender, como lo he visto.

Para que esta temporada comience con la alegría que debe comenzar, espero con ansias los primeros anacates del año.

De paso, algunos ecohistéricos, socialistas y colectivistas creen que el futuro es comer insectos porque no deberíamos comer carne.  Creen, incluso, que se debería prohibir la carne, o por lo menos ponerle impuestos tan altos que la hagan prohibitiva.  Pero tu, que eres listo, puedes distinguir que no es lo mismo echarle chapulines a la naranja para tomarse un tequila, o comer una tortilla de frijoles volteados con unos cuantos zompopos, o deleitarse con unos escargots…¡Por placer!, que tener que comer bichos porque otras personas te fuerzan a hacerlo, o porque te prohiben, o te encarecen otras opciones.  Una cosa es comer algo por gusto y otra no tener opción.


16
Abr 22

Bacalao y garbanzos

 

En casa, los platos estelares durante esta temporada son el bacalao a la vizcaína; y el dulce de garbanzos y la miel de garbanzos que son dos cosas distintas.

La receta tradicional de bacalao incluye cantidades generosas de aceite de oliva; cebollas rodajadas fino; tomates, ajos y pimientos del piquillo asados; y aceitunas y alcaparras.  Mi abuela , Frances y mi tía abuela, Baby discutían sobre si los tomates y ajos iban asados de acuerdo con la receta de mi bisabuela, Adela; y en casa optamos por asarlos.  Además, le añadimos chiles guaques asados (que era como una herejía para mi abuela) porque nos gusta el toque que le dan al platillo.  Siento mucho no dar cantidades; pero estas recetas familiares son así al gusto y así es como lo preparamos en casa: a puro ojímetro. Es muy, pero muy importante quitarle bien la sal al bacalao y para ello el pescado en cubos debe dejarse en agua la noche anterior y durante el día cambiarles de agua por lo menos cuatro veces.  También hay que remover las espinas.

El color de la salsa del bacalao es muy importante para nosotros.  Debe ser brillante y profundo, un rojo intenso. Lo comemos sobre arroz blanco y acompañado por cerveza.  Antes me gustaba acompañarlo con vino; pero ahora prefiero cerveza.  También es importante el tipo de pan para remojar en la salsa.

En mi familia -desde que yo era niño- nos gusta mucho el dulce de garbanzos y ahora preparamos la interpretación propia de la receta de mi tía abuela La mamita y de mi tío Rony.  Los garbanzos se dejan en agua y bicarbonato durante la noche para que sea menos trabajoso pelarlos.  Luego se cuecen en olla de cocimiento lento (o en olla de presión).  Mientras tanto se prepara una miel de azúcar y canela en raja y cuando están listos los garbanzos se vierten en la miel para que hiervan hasta que calan bien.  Salen de un color dorado hermosísimo, como la luz del sol.

Más recientemente nos mandan pan hecho en casa, de la costa sur.  ¡Ese pan cuyos aroma y sabor son hipnóticos!  Hecho con huevos de gallinas conocidas y leche de vacas conocidas. Nos gusta mucho remojarlo en la miel de garbanzos que es distinta a la anterior. La “miel” de la costa sur la preparamos con panela canche, agua y canela.  Es el mismo procedimiento que el dulce de garbanzos, pero con la miel citada.  El pan remojado así es una de las cosas más ricas del universo mundo.  Es la vida, dijeron unos amigos, Peruanos, que nos visitaron hace años el día en que preparamos este postre tradicional.

Para nosotros la parte culinaria de las tradiciones chapinas es muy importante, y en esta temporada incluye mangos en dulce, moyetes, encurtido y enchiladas, y a veces pescado seco envuelto en huevo…que se nos olvidó hacer este año.  ¿Cuáles son tus platillos favoritos de esta temporada?

Columna publicada en elPeriódico.


10
Abr 22

¿Y el postre? Chancaca de Sacapulas

 

La chancaca es un dulce tradicional guatemalteco que se hace con panela y maíz tostado, a la que puede añadírsele ajonjolí y pepitoria.

El domingo pasado, cuando volvíamos de Nebaj pasamos por Sacapulas y compamos chancacas.  No recuerdo haberlas probado cuando era niño; pero me encantaron su sabor y su textura y la presencia de las semillas.

He leído que también hay chancacas en América del sur. Aquí he visto que las elaboran en Samayac, Amatitlán, Suchitepéquez y en otras poblaciones.


25
Dic 21

Tamales y fuegos artificiales

 

Un tamal colorado y otro negro son mi desayuno tradicional, para el 25 de diciembre, acompañados por el mejor café posible y algo de los postres que hayan sobrado de la nochebuena.

Como todos los años, anoche nos gozamos mucho los fuegos artificiales, la cena y la compañía de la familia y amigos que nos acompañaron en el open-house que acostumbramos celebrar en casa.

¡De verdad soy muy feliz cuando cuando abro las hojas de mashán  y me encuentro con los colores brillantes de los tamales!  Y al mismo tiempo, los aromas intensos de ambos tamales invaden el ambiente, mi cuerpo y mi mente y me llevan sobre olas de recuerdos y alegrías.  El momento culminante  es cuando las masas gentiles y los recados complejos y deliciosos llegan a mi paladar.

Los que visitan este espacio, con frecuencia, saben que valoro mucho las tradiciones como formas de mantener puentes con los recuerdos, el pasado y con quienes nos precedieron; así como con el futuro y quienes nos sucederán.  Ahora, también las valoro por sus facultades sanadoras, luego de los encierros y la incertidumbre a la que hemos sido sometidos durante casi dos años.

¿Sabes? Tengo la dicha de recordar los tamales que hacía mi bisabuela, Mami, y los de mi tía Baby.  Y los pequeños, de 2 x 2 pulgadas y perfectamente doblados que  mi tía abuela, La mamita, nos hacía a los niños.

Los tamales de Navidad, en Guatemala, son colorados y negros.  Cada región y cada familia tienen su propia receta de tamales; pero básicamente son de masa maíz y/o de arroz y el recado se prepara con tomates, chiles y aceitunas (aveces con semillas tostadas, como pepitoria y ajonjolí) y, en el caso de los negros, con chocolate y anís. Estos últimos son los más difíciles de hacer para que sean bien balanceados. También pueden ser de cerdo, pavo, pato, gallina y pollo e incluso de res.   Eso sí a mí me gustan más los de cerdo, y los de pato.  En ciertas regiones -especialmente en la costa sur- no se usa el recado del altiplano, sino una especie de mole. También hay diferencias entre los tamales que se cuecen sobre leños y los que se cuecen sobre estufa de gas.  Los tamales de la costa sur no responden, exactamente, a la diferenciación entre colorados y negros

Los tamales tienen raíces precolombinas, y fueron elevados a la décima potencia cuando se le añadieron ingrediente de occidente. Del Nuevo Mundo son el maíz, los tomates, los chiles, y las hojas de mashán en las que son envueltos.  Los tamales negros, además, llevan chocolate. Del Viejo Mundo son las aceitunas, las almendras, las ciruelas y las pasas.

El arte de los tamales no está sólo en la masa y en el recado (o en el mole), sino en la forma de envolverlos y amarrarlos.   Son una experiencia para todos los sentido.  Un tamal que no ha sido envuelto y amarrado apropiada y elegantemente pierde algo de su encanto.  A mí, por cierto, me gustan más grandes que pequeños, y me gusta que la masa no sea muy espesa.

Hacer tamales requiere de cierta infraestructura y es algo muy elaborado. Hay que lavar y asar las hojas. La masa tiene su propia ciencia y es cocida tres veces de tres formas distintas.  El recado (o el mole, según el caso) lleva varios ingredientes que hay que asar y sazonar con talento.

Desde mediados de los años 80, en casa comemos los de doña Estelita de Alburéz que son basados en  la receta de su madre en San Martín Jilotepeque (en el altiplano), de modo que sus tamales son distintos a los de la Costa Sur y a los de Oriente, por ejemplo. Madame Tso, la señora que trabaja con nosotros en la casa ha enriquecido nuestra experiencia tamalera de una forma que merece una ovación de pie. También nos envían tamales de Huehuetenango y a veces conseguimos tamales de arroz, de Quetzaltenango.

Sostengo, que la nochebuena y las fiestas de fin de año chapinas, en general, son particularmente intensas y espectaculares.  Cuando los chapines nos ponemos en navidad mode, es en serio.

Por eso me alegro que en este año -como el anterior- difícil, duro y para algunos muy triste, el espíritu guatemalteco navideño no haya menguado.  Como en 2020,  la noche de anoche hubo fuegos artificiales en la ciudad de Guatemala y sus alrededores, y los fuegos de la media noche no tuvieron nada que envidiarles a los de otros años.   Cuando veo las luces y disfruto de los cohetes, el niño que hay en mi grita -para mis adentros- ¡Cuanto “cuete” Venado!, como  cuando yo tenía tres, o cuatro años y aquella era la marca de petardos más conocida.

¡Que ricos y reconortantes son los abrazos y el buen vino envueltos en nubes y aromas de pólvora fiestera!


30
Ago 21

Anacates con frijoles colorados

 

Los anacates -en cualquiera de sus formas de preparación- son uno de mis platos chapines favoritos. Los chanterelles, sin embargo, no son exclusivos de la comida tradicional guatemalteca y son apreciados en muchas culturas.

En casa los disfrutamos mucho con frijoles colorados, con salsa de perejil y jerez, en pizza, con crema y sobre spaghetti.  También los probé una vez en pulique y fueron deliciosos.  Desde niño, en la casa de mis padres y de mi abuela, Frances, los gizaba mucho.  En aquel tiempo no eran tan abundantes como ahora y siempre fueron bocatto di cardinale.

La época de oro de los anacates en casa de mis padres y de mi abuela fue en los años 90 cuando una señora de San Juan Sacatepéquez los traía en pequeñas y encantadoras cestas de hojas.  Fresquísimos a más no poder.

Estos hongos no sólo destacan por su sabor particular y delicado; sino por su consistencia que ofrece algo de resistencia a la mordida.  Su color anaranjado es muy atractivo y sus formas son variadas.

Los de la cesta, en la foto que ilustra esta entrada, fueron escogidos a mano, uno por uno; y son los más galanes que hemos tenido en la temporada.


02
Abr 21

¡Llegó el día del bacalao!

En el contexto de las fiestas del equinoccio de primavera, en casa comemos bacalao en este día.  No te imaginas lo mucho que disfruto al preparar este plato y más al comerlo en familia y/o con amigos.

Desde que yo era niño me gozaba mucho la textura, el sabor, el aroma y el color característicos de este pescado preparado hábilmente por mis abuelas y luego por mi madre, basadas en la receta de mi bisabuela, Mami.  Cada receta con su carácter propio, y está enraizada profundamente en una tradición de generaciones. Lo de comer bacalao el viernes es parte de las tradiciones chapinas de la semana santa.

Me gusta comerlo caliente, al tiempo y frío.  Acompañado por arroz (mejor si es arroz jazmín)  y este año, lo acompañamos con un encurtido de remolachas y verduras.  También este año lo acompañaremos con Hoegarden, una cerveza que nos gusta mucho.  Y si es de boca, en la noche, me gusta acompañar el bacalao con un buen whisky. Es una delicia remojar pan francés, de horno de leña, en esa salsa intensa, aunque este año lo hicimos con pan de masa madre.

En casa nos gusta que el de hoy sea un almuerzo ceremonioso, que subraye el carácter festivo de la  ocasión en la que se comparten los alimentos, el cariño y los buenos recuerdos. En el que se celebran la fertilidad y fin de las noches largas. Y porque el año pasado estuvimos encerrados de forma forzada, y porque resistimos y ahora no es así.

Quienes desde hace ratos visitan Carpe diem saben que asamos los tomates y el chile guaque y el chile pasa (este año asamos también la mitad de las cebollas y la mitad de los ajos).  Freímos en aceite de oliva las cebollas rodajadas finamente y los ajos picados, añadimos el pescado previamente desalado y desespinado.  Sumamos la salsa de tomates y chiles licuada; y agregamos los chiles del piquillo en tiritas, las aceitunas y las alcaparras (lavadas estas para quitarles lo salado) para luego dejar hirviendo el pescado durante por lo menos una hora en fuego lento.  Por último un toque de azúcar moreno, un toque; y aceite de oliva en cantidades generosas es recomendable.


31
Mar 21

Delicias de la temporada

En Guatemala esta temporada tiene sus características propias e intensas. Música propia, colores propios, texturas, aromas y sabores propios.  Estos últimos los disfrutamos mucho en casa cuando comemos y preparamos algunos de los platillos más característicos. En casa nos gusta celebrar el equinoccio de primavera con las comidas tradicionales chapinas.

Los mangos en dulce son unos de mis favoritos y nos gusta prepararlos con canela, clavo y pimienta (a veces pimienta gorda y a veces pimienta de Castilla).

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Nos encantan el dulce de garbanzos, tal y como lo hacía mi tía abuela, La mamita y mi tío Rony.  Con azúcar y canela.

Dulce de garbanzos que me hace viajar en el tiempo y en el espacio.

También la miel de garbanzos como se suele preparar en la costa sur.  Con panela y canela; y a veces (aunque no en esta ocasión) le agregamos frutas.

Miel de garbanzos al estilo de la costa sur.

Tradicionalmente la miel de garbanzos sirve, también para remojar el pan de yemas.  Nuestro pan viene de la costa y es preparado a mano con huevos de gallinas conocidas y leche de vaca conocida. Lo prepara Shalby  con mucho esmero.

Pan que nos envían de Coatepeque.

Este año mi prima, Claudia, nos envió salporas, un tipo de galletas que también son muy característica de la semana santa, que es la más chapina de todas las fiestas.

Salporas, pan de la costa y buen café.

El rey de los platos, sin embargo, es el bacalao a la vizcaína.  Amo nuestra receta de bacalao que viene de mi madre, Nora; mi abuela, Frances y mi bisabuela, Adela. Pero de ese voy a escribir el viernes porque es en ese día cuando se consume tradicionalmente.

En esta época también se comen moyetes y torrejas que nunca hemos hecho en casa, pero que a veces encargamos donde sabemos que los hacen bien y dan la altura; o bien los comemos en casa de nuestra querida doña Yoli cuando hacemos alfombra de aserrín.


25
Dic 20

Una nochebuena diferente, pero igual

Quienes visitan este espacio desde hace ratos, saben que lo que hace especiales las fiestas de fin de año -para mí- son los encuentros con la familia y los amigos, y los tamales; la cohetería, los fuegos artificiales, y los tamales; los recuerdos, las tradiciones, y los tamales. Ah, y los tamales.

Una de mis tradiciones familiares favoritas es la de desayunar tamales el día 25 de diciembre.  De hecho, el de hoy es mi desayuno favorito en todo el universo mundo! ¡Y me gusta comer un tamal negro, un tamal colorado, café con leche y algún pastel y dulce propio de la temporada.  Este año el acompañamiento fue el insuperable ponche de frutas que hacen en casa; y Mincemeat pie, el pay favorito de mi padre, cuya pasta elabora mi madre, que es la diosa viviente de los  pays.

Amo mi desayuno tradicional del 25 de diciembre.

¡Soy tan feliz cuando cuando abro las hojas de mashán  y me encuentro con los colores brillantes de los tamales!  Y al mismo tiempo, los aromas intensos de ambos tamales invaden mi cuerpo y mi mente y me llevan por un torbellino de recuerdos y alegrías.  El momento culminante  es cuando la masa gentil y el recado complejo y delicioso llegan a mi paladar.

Los que visitan este espacio, con frecuencia, saben que valoro mucho las tradiciones como formas de mantener puentes con los recuerdos, el pasado y con quienes nos precedieron; así como con el futuro y quienes nos sucederán.

Tengo la dicha de recordar los tamales de mi bisabuela, Mami, y los de mi tía Baby.  Y los pequeños, de 2 x 2 pulgadas y perfectamente doblado que  mi tía abuela, La mamita, nos hacía a los niños.

Los tamales de Navidad, en Guatemala, son colorados y negros.  Cada región y cada familia tienen su propia receta de tamales; pero básicamente son de masa maíz y/o de arroz y el recado se prepara con tomates, chiles y aceitunas (aveces con semillas tostadas, como pepitoria y ajonjolí) y, en el caso de los negros, con chocolate y anís. Estos últimos son los más delicados de hacer para que sean bien balanceados. También pueden ser de cerdo, pavo, pato, gallina y pollo e incluso de res.   Eso sí a mí me gustan más los de cerdo, y los de pato.  En ciertas regiones -especialmente en la Costa Sur- no se usa el recado del altiplano, sino una especie de mole. También hay diferencias entre los tamales que se cuecen sobre leños y los que se cuecen sobre estufa de gas.

Los tamales tienen raices precolombinas, y fueron elevados a la décima potencia cuando se le añadieron ingrediente de Occidente. Del Nuevo Mundo son el maíz, los tomates, los chiles, y las hojas de maxán en las que son envueltos.  Los tamales negros, además, llevan chocolate. Del Viejo Mundo son las almendras y supongo que también las ciruelas y las pasas.

La gracia de los tamales no está sólo en la masa y en el recado, sino en la forma de envolverlos y amarrarlos.   Son una experiencia para todos los sentido.  Un tamal que no ha sido envuelto y amarrado elegante y apropiadamente pierde algo de su encanto.  A mí, por cierto, me gustan más grandes que pequeños, y me gusta que la masa no sea muy espesa.

Hacer tamales es algo muy elaborado. Hay que lavar y asar las hojas. La masa tiene su propia ciencia y es cocida tres veces de tres formas distintas.  El recado lleva varios ingredientes que hay que asar y sazonar con mucho talento.

Desde mediados de los años 80, en casa comemos los de doña Estelita de Alburéz que son basados en  la receta de su madre en San Martín Jilotepeque (en el altiplano), de modo que sus tamales son distintos a los de la Costa Sur y a los de Oriente, por ejemplo.  El teléfono de doña Estelita  es 2474-0260.

Sostengo, que la nochebuena y las fiestas de fin de año chapinas, en general, son particularmente intensas y espectaculares.  Cuando los chapines nos ponemos en navidad mode, es en serio.

Imagen de previsualización de YouTube

Por eso me alegro que en este año difícil, duro y para algunos muy triste, el espíritu guatemalteco de la cohetería y los fuegos artificiales no haya menguado.  Toda la noche de anoche hubo fuegos artificiales en la ciudad de Guatemala y sus alrededores, y los fuegos de la media noche no tuvieron nada que envidiarles a los de otros años.   Cuando veo las luces y disfruto de los cohetes, el niño que hay en mi grita -para mis adentros- ¡Cuanto “cuete” Venado!, como  cuando yo tenía tres, o cuatro años y aquella era la marca de petardos más conocida.

¡Que ricos son los abrazos y el buen vino envueltos en nubes y aromas de pólvora fiestera!

Pero no todo es alegría, en esta ocasión.

Ayer, un amigo -entrado en años- por poco y pasa la noche en el hospital y a sus amigos y familia nos tuvo muy preocupados.  Hoy amaneció en su casa; pero habrá que tenerle el ojo puesto.

Triste, también es que hoy me enteré de que un amigo -gente buena, y con una familia de gente buena- fue asaltado y se halla en situación muy, pero muy delicada.

¡Ah, la vida es precaria y preciosa!, por eso hay que vivirla, digo yo.  Y por eso es que me gusta celebrarla en compañía de las personas que amo, con cohetes, tamales y buen vino.

L´chaim y Carpe diem.


01
Nov 20

¡Celebramos la vida con fiambre!

En chapinlandia, la fiesta del fiambre es el Día de gracias.  Es una celebración que festeja la vida (como en el Día de los muertos), los frutos del trabajo productivo y la dicha de tener con quienes compartirlos. Hace unos años leí, en Twitter, que la verdadera soledad es no tener quién te regale un buen plato de fiambre.

Fiambre, tradición chapina para celebrar el Día de los muertos, en el que se celebra la vida.

No es posible un buen fiambre sin trabajo y sin productividad, sin ahorros, sin productos y sin familia, ni amigos para compartirlo. Sin amor, como dijo mi cuata, Carmen.

Cada familia guatemalteca tiene su propia receta de fiambre, y ¿sábes cuál es el mejor fiambre? El que sabe como el de la casa de tus padres, o como en la de tus abuelos; pero también es el que tiene tu toque personal.  El que te recuerda tu niñez, tu adolescencia y tu proceso de maduración, y el que tiene tu carácter.  El mejor fiambre es el que es acerca de tus raíces y acerca de tus ramas…para usar una metáfora como cualquiera otra.  El que hacemos en casa tiene su origen en por lo menos cuatro generaciones.  Es la receta de mi madre, Nora; que la recibió de mi abuela paterna, Frances; basada en la receta de mi bisabuela, Adela que, a su vez, la recibió de su cuñada, Elisa.

Hay fiambres rojos, blancos y verdes; y en casa el caldillo de nuestro fiambre es rosado tirando a rojo.  El fiambre es un plato tradicional de la cocina guatemalteca y es muy complejo por lo que requiere de todo el buen juicio, la pasión y la sazón que puedan tener quienes lo preparan.  Las claves de un buen fiambre son la armonía de los sabores, de sus formas, sus texturas y sus colores, así como la calidad de los ingredientes y tener con quién compartirlo.

La preparación del fiambre lleva semanas de planificación y de ejecución.  La fiesta del fiambre no es sólo acerca de comerlo (que ya es bastante bueno); sino acerca de la expectativa de seleccionar las carnes, los embutidos y los adornos; es sobre la compra de las verduras y sobre el proceso de hacerlo en familia, con amigos y en buena compañía. Es sobre lo que se goza haciéndolo y sobre recordar y recordar las anécdotas relacionadas con su elaboración. Por ejemplo, este año fuimos a seleccionar y a comprar una gallina gorda al Mercado Colón y fue toda una experiencia. Nosotros siempre usamos los embutidos de La puerta del Sol, preparados por Virgilio y su equipo, basados en la receta del legendario Abel.

A mí me gusta el fiambre desde niño, y recuerdo muy bien la emoción que sentía cuando llegaba este día y nos dirigíamos a casa de mi abuela, para almorzar.  Recuerdo muy bien lo feliz que estaba el primer día que mi madre preparó el fiambre en casa y la ilusión con la que preparamos nuestro primer fiambre, en mi casa.

Este año -que en casa decidimos resignificar las fiestas en medio de un año difícil y para no olvidar que a pesar de que la vida es frágil el universo es benevolente, hubo otro plato estelar: el pan de muerto de Tradición culinaria.  Un pan de muerto, relleno que elevó la barra y fue aplaudido por todos los que tuvimos la dicha de probarlo.

Pan de muerto, tradición mexicana y adoptada por los chapines.

Ahora que empezaron las fiestas de fin de año, en Guatemala, les deseo a todos lo mejor.  Felicidad y paz al lado de quienes aman.