Cubrir los edificios en construcción para disminuir externalidades negativas y minimizar consecuencias no intencionadas es una práctica civilizada. No recuerdo que se hiciera hasta hace poco. Hace pocos años, una amiga se quejaba de que, desde el edificio en construcción al lado de su casa, caían bolsas de cemento a su jardín. ¡Obvio que la polvazón es molesta! También lo es estar expuesto a las miradas de los trabajadores durante el tiempo que dura la obra.
En los años 90, viví la construcción de un hotel al otro lado de la calle, frente a mi edificio. ¡Podía hacerse una reforma agraria con la tierra que llegaba a mi casa! De ahí la importancia de la responsabilidad y la moral de los constructores, en primer lugar, y de los acuerdos con los vecinos. No solo sobre soil nailing, que es un tema clave, sino sobre cuestiones básicas de convivencia: barreras para minimizar polvo y tierra, horarios de trabajo y otros.
El soil nailing, o estabilización de suelos con clavos, es una técnica geotécnica para reforzar taludes, excavaciones o muros de suelo. Consiste en insertar barras de refuerzo, conocidas como clavos (generalmente de acero), en el terreno para aumentar su estabilidad y prevenir deslizamientos o colapsos, protegiendo así a las construcciones vecinas.
Además de las mencionadas, otras externalidades negativas que enfrentan los vecinos de construcciones incluyen:
- Ruido: Perforaciones, martilleo, maquinaria pesada y movimiento de materiales generan niveles altos de ruido, perturbando la tranquilidad, el sueño o el trabajo.
- Polvo y suciedad: Excavaciones y demoliciones producen polvo que afecta la calidad del aire, ensucia propiedades cercanas y causa molestias respiratorias.
- Vibraciones: Maquinaria pesada, como martillos hidráulicos, genera vibraciones que pueden dañar estructuras colindantes.
- Interrupciones en el tráfico y acceso: Camiones, grúas y materiales obstruyen calles, reducen accesos y generan congestión.
- Alteraciones en servicios públicos: Obras pueden requerir cortes de agua, electricidad o gas, afectando a los vecinos.
- Impacto visual y estético: Maquinaria, escombros y estructuras temporales alteran el entorno del vecindario.
- Riesgos de seguridad: Caídas de materiales, accesos inseguros o accidentes preocupan si no hay medidas adecuadas.
- Acumulación de escombros o basura: Residuos mal gestionados atraen plagas o causan molestias.
- Alteraciones en el drenaje: Excavaciones afectan el flujo de agua, causando inundaciones o problemas de drenaje.
¡Una construcción razonable no debe detenerse por estas externalidades! Pero deben ser abordadas de forma responsable y racional por constructores y vecinos. Anticipar conflictos mediante arbitraje es clave. Algunas medidas para mitigar estas externalidades son:
- Control de ruido: Usar barreras acústicas, limitar trabajos ruidosos a horarios permitidos y emplear maquinaria menos ruidosa.
- Gestión de polvo: Implementar rociado de agua o cubiertas para reducir el polvo.
- Monitoreo de vibraciones: Realizar estudios previos y monitorear vibraciones para evitar daños.
- Comunicación con vecinos: Informar sobre cronogramas, horarios y medidas de mitigación.
- Gestión de residuos: Retirar escombros regularmente y mantener el sitio limpio.
- Seguridad: Instalar cercas, señalización clara y cumplir normas de seguridad.
Aquellas externalidades son comunes, pero con planificación adecuada y medidas de mitigación, sus impactos se pueden minimizar. La construcción no solo edifica estructuras, sino también relaciones de buena vecindad. Se trata de construir con respeto, pensando en el bienestar colectivo y en la convivencia armónica.













