No, no son empresarios

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Al referirse al presunto cabecilla de la red de corrupción en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, puesta al descubierto ayer, los medios de comunicación se refieren a él como empresario.  Esto es porque es propietario de las empresas que se beneficiaban de las compras privilegiadas en el IGSS y que obtenían contratos y vendían medicinas mediante la práctica de sobornos en dinero, o en viajes.

Es común, en parte porque los medios de comunicación así los describen, que la gente crea que todos propietarios de negocios son empresarios.  Leemos, vemos y escuchamos que a los dueños de autobuses del transporte colectivo se les llama empresarios; y que a otros propietarios de negocios -que viven de privilegios y de la teta del presupuesto y de los tributarios- también se les da aquel título.  ¡Hasta ha habido quienes han dicho que los narcos son empresarios, o se han referido a la industria del secuestro!

Esta práctica laxa confunde y es peligrosa.

Confunde porque el hecho de que alguien sea un alto ejecutivo en una empresa comercializadora de medicinas, por ejemplo, (ya sea que esta empresa sea privilegiada, o no), no lo hace empresario.   Un ejecutivo, no es un empresario.  El hecho de que alguien compre empresas (con dinero mal habido, o bien habido), tampoco lo hace empresario. El hecho de que alguien funde empresas para participar de una red de defraudación, o al amparo de protección legislativa, o política, tampoco lo hace empresario.

Un empresario emprende, innova, descubre, crea y toma riesgos, no se cobija.  El empresario no depreda sino que produce; de ahí que el mejor nombre para los propietarios de negocios que medran al amparo del poder político y de la legislación hecha a la medida, o del delito, es el de empresaurio (o pirata, o gangster).  Empresaurio es una palabra que alude muy bien al carácter depredador y saqueador (cuando no delictivo) de gente como los autobuseros y miles de proveedores del estado.

La actividad de los empresaurios sólo es posible gracias al estatismo y al colectivismo (bases del socialismo, del mercantilismo y del capitalismo de amiguetes), cuyos ideales hacen posible la corrupción y el parasitismo que vemos en el seguro social, en las aduanas y todavía falta por ver en el resto de la administración pública.

La práctica laxa de definir empresario sólo como el propietario de un negocio (sobre todo si es un negocio corrupto) es peligrosa porque la función de la definición es identificar la naturaleza de las unidades contenidas en un concepto.  El propósito de la definición es distinguir ese concepto de otros (distintos, o parecidos) y mantener sus unidades diferenciadas de todo lo existente.  ¿Te das cuenta?  Un productor es diferente a un depredador.  Un emprendedor es diferente a un parásito.  Un empresario es diferente a un empresaurio.  Y si no hacemos el ejercicio intelectual  y práctico de diferenciarlos abdicamos a la responsabilidad que tenemos de distinguir entre el bien, del mal.  Así, ¿o más peligroso?

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  1. En muchos casos el proceso es al contrario, primero son burócratas y/o políticos, y luego de ver las “oportunidades” ponen el negocito, en forma personal o con amigos y testaferros.