Casi 6 de cada 10 guatemaltecos creen en los fantasmas. A casi 5 de cada 10 chapines les da más miedo un fantasma, que un extraterrestre. ¡Sorpresa!, casi 7 de cada 10 guatemaltecos creen que los gobiernos ocultan información sobre cosas somo los extraterrestres.
Yo crecí en una cultura en la que los fantasmas eran reales. La mujer que nos cuidaba a los niños, cuando estábamos de vacaciones en Panajachel, hacía que viéramos debajo de nuestras camas, antes de acostarnos, por si había “algo” ahí. Y una noche, luego de que murieron unos conejos en la casa, la cabra y las gallinas se alborotaron mucho. ¿Y cuál fue la explicación de la mujer aquella? Que los espíritus de los conejos habían vuelto?
Mi primera historia de miedo, que recuerdo, fue aquella del niño al que su madre lo mandó a comprar carne, y habiéndose gastado el dinero le quitó una nalga a un cadáver y la sustituyó por un guacal. En la noche, el espíritu del muerto desnalgado regresó para reclamarle al travieso: Dame mi nalga y te doy tu guacal.
En la casa de mi abuela, mi tío Freddy tenía un banderín con un par de tibias y una calavera; y cuando yo pasaba frente a su puerta, en las noches, lo hacía corriendo y sin ver para adentro. En la televisión, solía quedarme despierto para ver las series de terror que se transmitían en los años 70; y no dormí durante 3 noche seguidas luego de que leí El exorsista, y de que vi El bebé de Rosemary.
Así anduve hasta que conocí el objetivismo y eso me curó de aquellas tonteras de fantasmas y de aparecidos.
Eso sí, hasta la noche en la que mi padre vino a espantarme. Una noche, luego de soñar que mi difunto padre entraba a mi dormitorio, escuché con claridad una voz como de bóveda que llamaba: Luiiiiiiiiiiiiis.
El corazón se me aceleró y sudé frío porque la mezcla del sueño que había tenido y la voz clara que había escuchado me convenció de que el espectro de mi padre estaba ahí junto a mi cama. Pero el objetivista en mí tomó el control y razonó que seguramente era un sueño y que, como los fantasmas no existen, lo más prudente era seguir durmiendo.
Me di la vuelta y me dispuse a conciliar el sueño. Pero todavía despierto volví a escuchar: Luiiiiiiiiiis. Y entonces sentí miedo del malo. Mi cuerpo se congeló y sudé frío. Y mi corazón latía como desdesperado. Y me dije: ¡Puta, hoy si! De plano aquí está el muerto. A los pocos segundos, sin embargo, el objetivista volvió a tomar el control y, razoné que, si es que los fantasmas existieran, el de mi padre no vendría sino con buenas intenciones y que, seguramente sería agradable verlo de nuevo. Así que agarré fuerzas, me di la vuelta, encendí la luz y me senté en la cama esperando que apareciera el fantasma en cuestión.
Así estuve unos segundos cuando escuché una vibración y un sonido indistinto que, aunque podía ser confundido con Luiiiiiiiiiis, no era sino algo vibrando con instensidad. Y así resultó que era: Yo había dejado mi móvil sobre mi pluma y a ambas en mi mesa de noche que actuaba como caja de resonancia. Y cuando el móvil vibraba sonaba como una voz que, en mis sueños y en mi aturdimiento, yo había identificado como Luiiiiiiiiiiis.
Así que esa fue mi decepcionante experiencia con visitantes del mas allá; y en una ocasión relaté esta historia, misma que usted puede ver aquí.