Que desagradable será tener que recibir, en Guatemala, al presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, para la toma de posesión de Otto Pérez Molina. No debería ser grato, para la propia dignidad de los chapines, recibir a dictadores, criminales, ni terroristas. Además, la invitación para Ahmadineyad es una ofensa para Israel y para los Estados Unidos de América.
El excanciller Fernando Andrades dice que a esta visita no se le debe dar importancia; el vicedecano de Ciencias Políticas de la Universidad Rafael Landívar (de los jesuitas) dice que la visita puede convertirse en un acercamiento intersante; y el canciller de Otto Pérez M., Harold Caballeros, es un gesto de cortesía.
Empero, los pueblos de Israel y de los Estados Unidos (con todo y las necedades, abusos y desatinos del gobierno de este últlimo) son amigos de los guatemaltecos. Amigos de siempre; y amigos leales. ¿Qué necesidad hay de invitar al presiente de un régimen dictatorial abiertamente hostil y enemigo de aquellos? ¿Qué necesidad hay de hablar de reciprocidad, acercamiento y cortesía con un régimen tiránico e inmoral como el de Mahmud Ahmadineyad? Aunque Guatemala e Irán tengan relaciones diplomáticas desde principios de los años 90, no es cierto que las decisiones en política interancional sean moralmente neutras, o que tengan una moralidad distinta a la que se aplica entre los individuos. Un régimen criminal y terrorista, debería ser tratado como régimen criminal y terrorista; y no de forma condescendiente.
Ya es bastante malo que por razones de localización geográfica tengamos que aguantar a personajes como Daniel Ortega y Hugo Chávez, para mencionar sólo a dos; ¿ahora hay que tragarse a Ahmedinayad? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que también haya que recibir a Hu Jintao, o al nuevo dictador de Corea del Norte?
Lo de tener que recibir a Ahmedinayad es una afrenta.
Actualización: Ahí está que no. El futuro canciller, Harlod Caballeros metió la pata y resulta que la visita de Ahmedinayad no está confirmada.