Con el pretexto de que la desinformación en redes sociales es una herramienta de las redes político económicas criminales para socavar la lucha contra la corrupción, la CICIG (¿Todavía existe la CICIG?) mandó a hacer un informe (o consiguió un informe) en el que acusa de netcenteros a varios tuiteros que suelen cuestionar la actuación de la Comisión.
Según la CICIG los netcenters divulgan mensajes que provocan odio hacia los actores de la lucha contra la corrupción y estos son reenviados y multiplicados por rebaños de personas desinformadas y manipulables.
Desde lejos y por medio de una videoconferencia, el jefe de la CICIG se refirió al informe sobre netcenters. Foto de elPeriódico.
A decir verdad, no dudo que haya netcenters, ¿por qué no iba a haberlos? En los tiempos de las redes sociales virtuales hay suficientes incentivos como para que grupos de interés de todos los colores hagan uso de ese recurso para influir en la opinión pública. ¿Cuándo es que los grupos de interés no han hecho uso de todo tipo de recursos para influir en la opinión pública? Lo malo, por supuesto, es tratar de influir por medio de noticias e informaciones falsas, o de medias verdades, o de manipulaciones malintencionadas.
Dicho lo anterior, ya sabes: Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo, es una frase que Evelyn Beatrice Hall le atribuyó a Voltaire. Lo que no se vale es que un poder como la CICIG (un poder que no responde ante los tributarios, ni ante los electores) consiga un informe ad hoc y señale de odiadores (haters) a sus críticos; y que los señale de causar odio contra los actores que luchan contra la corrupción que, ¿cómo iba a ser de otra forma? ¡Qué casualidad!, son la mismísima Comisión y sus patrocinadores y corifeos. Lo que no se vale es que el informe no fuera sobre la totalidad de netcenters (esas malvadas organizaciones manipuladoras), sino sólo sobre los que opinan y operan contra los intereses de la CICIG, sus patrocinadores y sus corifeos. ¿Me vas a decir que los tuiteros afines a aquellos tres no operan igual que los tuiteros que los cuestionan?
¿Qué quieren la CICIG, sus patrocinadores y sus corifeos? ¿Un pensamiento único que no los incomode? ¿Un pensamiento hegemónico? ¿Un ambiente sumiso que no cuestionara el poder desmedido e irresponsable que llegó a tener la Comisión? ¿Sólo tuiteros y feisbuqueros serviles? ¿No es así una de las formas en que se enraízan las dictaduras? En el siglo XX, ¿no era la prensa servil, sumisa y de pensamiento único la que ponía a la opinión pública del lado de los tiranos?
Seguro que para la CICIG moribunda, para su Jefe y para sus funcionarios, algunas opiniones de usuarios de redes sociales virtuales son incómodas y desagradables; pero, en Guatemala, es libre la emisión del pensamiento por cualesquiera medios de difusión, sin censura ni licencia previa. Este derecho constitucional no podrá ser restringido por ley o disposición gubernamental alguna; y no constituyen delito o falta las publicaciones que contengan denuncias, críticas o imputaciones contra funcionarios o empleados públicos por actos efectuados en el ejercicio de sus cargos. Esta disposición constitucional (si alguien todavía respeta la Constitución en este país) se le aplica también a la CICIG; aunque esa Comisión, su Jefe y sus funcionaros todavía crean que pueden actuar con la impunidad con que actuaron durante una década.
La ilustración es de Vosnisho.
No se vale intimidar a los usuarios de las redes sociales virtuales adversos, ni colgarles un sambenito para manipular la opinión pública mediante una forma de censura contra opiniones incómodas. Esas son cosas de la Inquisición, de la Stasi, de la KGB, y de la Gestapo. ¡¿Sorpresa?!