Cándido estaba comiendo su tamal colorado en el desayuno mientras leía los diarios de hoy. En eso dejó de masticar, tragó el bocado e hizo a un lado el tenedor para comentarme: Mire, empresarios del Reino Unido están interesados en invertir en el canal interoceánico que los pipodermos quieren construir en Guatemala. Que yo recuerde, dijo mi amigo, la última vez que los británicos ofrecieron hacer algo parecido aquí en Guatemala no sólo incumplieron sino que se quedaron con Belice y luego le dieron la independencia. Acto seguido Cándido se echó un discurso largo sobre piratas y banderas con tibias y calaveras; habló de cómo es que Napoleón se refería a Inglaterra como La pérfida Albión.; y despotricó sobre Gibraltar y Las Malvinas. Su tamal se enfrió y el mío también.
Los que leen Carpe Diem con regularidad saben que no soy nacionalista; y que entiendo que los negocios internacionales (a menos que sea con regímenes totalitarios) son entre individuos, y no entre estados. Sin embargo me llamó la atención la observación de Cándido en el contexto de que a nivel de relaciones entre estados Guatemala ha tenido buenos amigos y ha tenido alacranes entre la camisa. Además, no sólo tengo dudas serias acerca de si el mundo necesita más de dos vías entre los océanos Atlántico y Pacífico en Centroamérica; sino que las tengo con respecto a cualquier negocio que involucre a los pipoldermos chapines dado el nivel de corrupción y de compadrazgos de esta administración.
Gracias a Cándido por haber traído esto a mi atención.