Pavlik Morózov, c. 1932, fue un joven soviético glorificado por la propaganda de la Unión Soviética por haber denunciado a su padre.
A los 13 años de edad, Pavlik acusó a su padre de alta traición ante las autoridades soviéticas; y luego fue asesinado por su familia. Las suya era una historia que ilustraba la moralidad soviética: oponerse al Estado es egoísta y el estado es más importante que la familia.
Su historia fue objeto de lecturas obligatorias para los niños, canciones, obras de teatro, poemas sinfónicos, ópera y biografías. Hubo escuelas y grupos juveniles bautizados con su nombre La historia, como parábola de la moralidad colectivista y totalitaria pudo ser una fabricación, pero aparentemente Pavlik si existió.
La historia de Pavlik viene a cuento porque el domingo, en un diario chapín, leí la queja de un sujeto que acusa a los propietarios de restaurantes de una playa guatemalteca de evadir impuestos y de no extender factura.
Como los tributos son dinero ajeno tomado por la fuerza por el Estado, para financiar actividades que los propietarios del dinero no financiarían voluntariamente, ¿tienen, los tributarios, derecho resistirse a la expoliación? Y quienes denuncian esa resistencia, ¿actúan como Pavlik rendidos ante el colectivismo y el estatismo? Un padre de familia, ¿debería renunciar a darles ciertas comodidades a sus hijos, en favor de entregar sus recursos a quienes usan la fuerza de la ley para financiar sus intereses?
¿Quién es el pura lata, el que protege el fruto de su trabajo; o el soplón que lo denuncia por eso?