08
Ago 14

Inmoralidad retorcida y el trabajo de los niños

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Cuando yo estudiaba en Cuarto de primaria, en una de las tantas ocasiones en las que acompañé a mis padres a “hacer el supermercado” me sorprendí al ver que, en una de las cajas del supermercado, el muchacho que empacaba las bolsas era hermano de mi cuate, Daniel.  Ese muchacho debió estar en Quinto, o Sexto grado.  ¿Qué edad tendría, 12, o 13 años?  Y a mí me dio escalofrío cuando mi padre comentó que yo debería seguir su ejemplo.

Mi amigo, Tono, a los 15 años trabajaba formalmente en la empresa de su papá; y en las tardes no estaba disponible para hacer las averías que mis otros amigos y yo hacíamos en vez de aplicarnos con las tareas del colegio.

En la Guatemala del siglo XXI miles de niños agarran camino hacia el Norte porque entre la guerra perdida contra las drogas y la guerra ganada contra el ahorro y el capital, aquí la vida es muy cuesta arriba.  Entre lo peligroso de la delincuencia y la falta de oportunidades de trabajo y de superación, muchos patojos no ven motivo para quedarse

En esta Guatemala del siglo XXI, ¿qué se le ocurre a la progresía?  Elevar la edad mínima para comenzar a trabajar legalmente; de modo que sea imposible para un niño de 15 años conseguir empleo legal, y se castigue a quienes se atrevan a darles trabajo a los niños que lo necesiten.  ¡Por supuesto que no estoy de acuerdo con que se abuse de los niños que trabajan; del mismo modo en que no estoy de acuerdo con que se abuse de los adultos que trabajan!, pero una cosa es castigar a los patronos que abusan de sus trabajadores y otra muy distinta es prohibir que las personas trabajen…sobre todo si lo necesitan mucho.

Ni el hermano de Daniel, ni Tono necesitaban trabajar; pero estoy seguro de que la experiencia de saberse productivos contribuyó a su autoestima, a su sentido de propósito, a su orgullo y a su integridad.  Y en otro plano, ¿qué tipo de inmoralidad retorcida y perversa se adjudica la facultad de prohibirle el trabajo productivo a un patojo que lo necesita para comer, o para contribuir con la economía de su casa?…y luego, la progresía se espanta porque los niños se van a buscar trabajo más allá de la frontera.

Columna publicada en El periódico.


01
Oct 13

Las piñatas, en el Día del niño


En el Día del niño, aquí van unos recuerdos. Como yo era introvertido nunca disfuté  las piñatas ajenas.  Me mortificaba tener que competir por los dulces luego de la paliza que recibía la piñata y lo mejor que me podía ocurrir era encontrar a alguien conocido con quien pasar el rato sin tener que parecer pollo comprado.

Mis primeras celebraciones de cumpleaños fueron minarquistas por decir algo; y no incluyeron piñatas.  Mi primera piñata, sin embargo, fue un elefante en casa de mi abuela, Frances;  y a juzgar por las fotos sí hubo invitados.  Pocos años más tarde mis padres celebraban mi cumpeaños en el colegio.  El salón de clases era decorado y a la hora del recreo se servían sandwichs, pastel, helado, refrescos de canela y horchata, barquillos y chiquiadores.  Recuerdo un Batman como piñata en una de esas ocasiones.

A estas alturas y para los no iniciados supongo que es útil una aclaración. La palabra piñata es ambigua porque se refiere a dos cosas distintas: la piñata, en sí, que es la figura de papel rellena de dulces; y la piñata como fiesta en la que se celebra el cumpleaños de un niño y se suele romper una piñata.

Aunque me gustaba recibir regalos lo mejor que me podían obsequiar era una cuelga en efectivo.  Pocas cosas me causaban tanta alegría como juntar dinero suficiente para comprar algo que fuera de mi gusto.  Hubo un tiempo en que compraba modelos de aviones; pero lo que más, más me gustaba comprar era ropa.

En mis piñatas nunca hubo títeres, mago, ni payasos.  Mis padres me conocían suficientemente bien como para no atreverse a eso.   Sabían que conmigo quedaban muy bien no enviándome al colegio en la tarde del día de mi cumpleaños.   Un año recuerdo que me llevaron a almorzar a La Antigua; y otro año recuerdo que fuimos al cine.

Cuando crecí un poquito, a finales de la Primaria y los primeros años de la Secundaria mis padres adoptaron la costumbre de llevarlos a mis hermanos y a mí a cenar a un buen restaurante.  ¡Eso sí lo disfrutaba yo!  Hubo una excepción, la de mi cumpleaños número 10, ocasión para la cual tuve la mala idea de organizar un repaso.  Y no hubiera salido mal si no se hubiera dado la circunstancia de que de mi clase sólo llegaron los chicos, y no las chicas.  Mi madre, mis tías u una amiga de ellas salvaron la situación…pero no era lo que yo había planeado.

Luego de esa experiencia las cenas se institucionalizaron las cenas y no volví a celebrar mi cumpleaños hasta que ya estaba en la universidad…y entonces ya era menos niño.  Pero niño.

En el vídeo, un grupo de personas cuenta cómo eran las piñatas y otras fiestas a principios del Siglo XX.


27
Sep 13

Niño guatemalteco oye por primera vez a sus padres

Esta es la historia de Henry Rivera que nació sordo y -por primera vez en sus siete años de vida- acaba de escuchar la voz de sus padres.  No fue un milagro.  Esto es lo que hacen los geeks y la ciencia.

Gracias al cuate Craig Biddle, editor de The Objectivist Standard, por la pista.


12
Jun 12

Niños que no se oponen al trabajo infantil

A pesar de los esfuerzos de muchas organizaciones, hay quienes no piensan que deberían ser erradicadas todas las formas de trabajo de menores. Y, ¡sorpresa!,  algunos de ellos son niños que trabajan. Agrupados en diversos movimientos nacionales, miles de chicos en América Latina se oponen a celebrar el Día mundial contra el trabajo infantil y en vez de eso les piden a las autoridades que se enfoquen en mejorar las condiciones de quienes trabajan.

Los niños que trabajan ayudan a mejorar el nivel de vida de sus familias mediante un trabajo sano, honesto y productivo no deberían temer por las políticas que proponen muchos burócratas internacionales y políticos.  Habría, eso sí, que distinguir entre los empleos dignos  y la explotación de menores, con la que no se puede estar de acuerdo.

El trabajo puede ser desútil; pero en sí no es negativo, ni dañino para la condición niños y adolescentes sino depende de las condiciones en que se trabaje.   Trabajar puede ser positivo para la autoestima de los niños y para ayudarlos a crecer como personas, en vez de criarlos como víctimas.

Hasta ahora, los movimientos de niños trabajadores han tenido un éxito limitado a la hora de defender su derecho a trabajar como miembros activos de sus comunidades y de sus sociedades; pero a lo mejor es tiempo para pensar en el tema, sobre todo tomando en cuenta las preferencias culturales.

 


24
Feb 12

¿Los futuros bloquedores de carreteras?

El miércoles pasado andaba viendo noticias y me topé con estas imágenes en Guatevisión. Niños de una escuela, en huelga, manifestándose con carteles por no recuerdo qué motivo. ¿Era por una maestra que habían removido las autoridades y ellos la querían de vuelta? ¿Eran los niños los que la querían de vuelta?

Cuando ví las escenas pensé que así debe ser como la dirigencia popular entrena a sus bases. Desde pequeños, dentro del sistema educativo estatal -pagado con dinero de los tributarios- la dirigencia popular les enseña a los niños las técnicas que luego les servirán para bloquear calles y carreteras, y organizar acciones de fuerza que -aunque vayan contra la ley y los derechos invidivuales- les permitan imponerse en la sociedad.

¿Qué piensan los padres de que sus hijos participen en estas actividades?

Hay un caveat, sin embargo. La Constitución garantiza el derecho a la resistencia pacífica; y, en una sociedad sana, los ciudadanos deben tener la capacidad y la facultad de oponerse a las decisiones arbitrarias de quienes ejercen el poder. La gente no debe temerle al gobierno; sino que es el gobierno el que debe temerle a la gente, se dice en la película V for Vendetta. Empero, esas acciones de resistencia deben ser hechas sin violar derechos ajenos ya que la única obligación que acarrea el ejercicio de los derechos es la de respetar los derechos de los demás. Es bueno, claro, que los chicos sepan que pueden defender sus derechos sin sentirse mal por ello; pero para ello se requiere de padres y maestros responsables.


04
Abr 08

La sobreprotección es un peligro

“La sobreprotección es un peligro en sí misma; y los niños a quienes se les enseña que no pueden hacer las cosas por sí mismos, eventualmente no pueden”; esa es la leccion que nos dan Leonore Skenazy y su hijo de nueve años.

El chico llevaba semanas pidiéndole que lo dejara en algún lugar, en cualquier lugar (en la ciudad de Nueva York) de modo que él tuviera que encontrar su camino a casa. Un día de estos, Leonore dejó al niño en Bloomingdale´s con un mapa, una tarjeta para el metro, $20 y unas fichas de 25 centavos.

…y pasó lo que tenía que pasar: el niño tomó el metro y llegó a casa. Por supuesto que no falta quienes critican a la señora Skenazy; pero yo estoy de su lado. Vea la historia, aquí, gracias a mi amigo, Constantino: http://gawker.com/375569/kids-should-be-abandoned-in-bloomingdales-more-often

Yo tomé mi primera camioneta, sólo, cuando estaba en Quinto año de primaria. De la zona 10 a Ciudad Nueva, de noche. Cuando estaba en Primer año de secundaria me capeaba del colegio en las tardes y me iba al Parque Central a buscar turistas para darles un tour por el Palacio Nacional, la Catedral y la Biblioteca Nacional; a veces sólo le daba dos vueltas completas a la Ruta 2; y aveces paseaba por la Quinta, la Sexta y la Séptima avenidas de la zona 1.

Actualmente estoy dispuesto a discutir si es seguro que un chico haga eso; pero, ¿lo era entonces? Y peor aún, ¿cómo hacen los chicos de ahora para ser street smart? ¿Vale la pena ser street smart?


20
Abr 07

Mataheru se chupa el dedo

Un chupadedo o thumbsucker, en caló periodístico, es uno de esos expertos que acuden al uso de “lugares comunes” para el consumo de sus clientelas, y para el de los medios masivos de comunicación.

Marc Jean Mataheru, oficial de programas de la Fundación Internacional Bernard von Leer dijo que “los niños no son prioridad porque no votan”. ¡Duh!, diría uno de mis sobrinos. Adultos, o niños, aquí ni electores, ni tributarios somos prioridad. Los que sí son prioridad son los que somatan la mesa y los que exigen que se atiendan sus demandas mediante bloqueo de carreteras, sabotajes, huelgas y otros métodos parecidos. La democracia ha dejado de ser persuasión, para convertirse en combate.

La foto es de Prensa Libre.