¿Sabes qué me hubiera gustado hacer antenoche y ayer en la madrugada? Me hubiera gustado ir a algún lugar como Totonicapán. Un cuate que anduvo por ahí dice que fue una celebración alegre, con tamales y todo, como son las celebraciones de la gente cuando no tiene encima la presión política, ni la presión de las cámaras. Me hubiera gustado ver las estrellas en Quiriguá, donde dicen que no hubo festejos oficiales.
¿Dónde no me hubiera gustado estar? Donde hubo falsos juegos de pelota, donde hubo danzas hechizas con oropel, o donde los llamados guías espirituales lo que hicieron fue socarse alrededor del fuego y fumar monte. Mi amigo, Eduardo, dice que esto último es lo único que vio en Iximché.
En Iximché, por cierto, mi amigo Jorge, tuvo más suerte. El se topó con un altar en el que una gallina había sido sacrificada. Para los mayas antiguos el derramamiento de sangre era esencial en su vida ritual. Cada etapa de la vida, cada acto de importancia política o religiosa, cada fin de algún período importante requería de su santificación por medio del derramamiento de sangre. Cuando era dedicado un edificio, cuando se plantaban las siembras, cuando nacían los niños, cuando se casaban las parejas o cuando los muertos eran enterrados, la sangre era ofrecida para expresar piedad y para convocar a los dioses. Así nos lo cuentan, en The Blood of Kings, Linda Scheele y Mary Ellen Miller.
No es raro que los diarios hayan reportado lo artificial, teatral y fingido de las celebraciones del Oxlajuj Bak´tun; pero hayan pasado por alto lo que sí es importante. No es raro; pero siempre es decepcionante. En las noticias no se vieron los tamales de Toto, ni la gallina de Iximché; sólo se ve lo que es para turistas, para políticos, para oenegeros y para pánfilos.
La superficialidad está en todas partes. En un diario, por ejemplo, se confunden las Oxib Xc´ub, las estrellas que para los mayas son las tres piedras de la creación y que se hallan en Orión. En vez de referirse a Alnitak, Saiph y Rigel; se las confunde con Alnitk, Mintaka y Alnilam, de esa misma constelación. En un reportaje se confunden los templos de El gran jaguar, en Tikal, con La danta, en El mirador.
Los guías espirituales hablan de una cosmovisión maya; pero se refieren a un dios todopoderoso creador del universo, y rezan el Padre Nuestro. Y a La madre tierra le piden salud, dinero y amor. Cabe de todo en ese canasto; y yo sospecho que los verdaderos líderes indígenas estaban en otra parte.
En las celebraciones políticas privó la improvisación. En Tikal, por ejemplo, no había previsiones, ni infraestructura para evitar daños en los templos que no estaban preparados para recibir muchas visitas al mismo tiempo. No se cumplió con los horarios, no había información sobre las distintas actividades, y los agentes de seguridad se comportaban como cuando se comporta la mayoría de la gente cuando tiene un poquito de poder. Los pocos turistas que vinieron, sin embargo, salieron contentos en su mayoría: La experiencia fue muy buena, por conectarse con la civilización maya, dijo una; en tanto que otro se quejó porque nunca supe en qué consistían las ceremonias…nunca nos explicaron.
En fin…como decía mi tía abuela La mamita, todo pasó, sin que pasara nada; o como escribió Raúl de la Horra, si no somos capaces de vivir con coherencia y responsabilidad el mini-Bak’tun que se opera cada día en nuestra existencia, me parece una impostura el ponerse de pronto solemnes y borrachos alrededor de unas fogatas para celebrar algo que acontece cada cinco mil años.
Y en cuanto al fin del mundo…lo de siempre: Las cosas no las hacen como antes.
La foto es por mi amigo, Jorge Jacobs.