03
Nov 07

¡Me gané un Premio Stillman!

Anoche tuve la dicha y la alegría de recibir un Premio Charles L. Stillman por una de mis columnas titulada ¿Matrimonio?, ¡No!

Mi argumentación no es contra el matrimonio, sino una defensa del mismo; pero si es una contra la intervención colectivista en un contrato que debería ser de carácter privado e individual: “En una sociedad abierta la normativa sobre el matrimonio debe tomar en cuenta que las personas son individuos, no aparatos reproductores, y que las mismas deben ser tratadas como seres racionales, no como medios ni como instrumentos”. Al final, la norma que le dio orígen al artículo no fue aprobada por el Congreso, y por eso, ¡sólo por eso!, valió la pena escribirlo.

También ganaron premios Stillman la columnista, colega y amiga Carroll Ríos de Rodríguez; y el psicólogo, colega y amigo Juan José Ramírez. Carroll lo ganó por una de sus columnas y Juan José por un ensayo.

La entrega de los premios tuvo lugar en el marco del acto en el que la Universidad Francisco Marroquín distingue a quienes se graduan con honores y contó con la participación del escritor y amigo Carlos Alberto Montaner. En la foto estamos Carlos Alberto y yo, en el Museo Popol Vuh.

En 2005 obtuve otro Premio Stillman por mi columna titulada ¿Prefiero la arena?, que fue publicada en Prensa Libre y en la revista de filosófía Eleutheria.

Los premios Charles L. Stillman los entrega el Consejo Directivo de la UFM a las mejores investigaciones y columnas periodísticas sobre filosofía de la libertad y sobre el análisis económico del derecho y la política, escritos por profesores universitarios de Guatemala.


12
Oct 07

El conservadurismo ataca de nuevo

Mis felicitaciones a la Convergencia Cívico-Política de Mujeres, que rechazó el proyecto de ley de protección integral del matrimonio y de la familia, que el conservadurismo chapin ha conseguido que sea aprobada en segunda lectura, en el Congreso. Aquel proyecto reduce la figura familiar y discrimina a los hijos nacidos fuera del matrimonio.

El objetivo de ese proyecto es impedir que sean aprobados los matrimonios homosexuales, y por eso establece que sólo es matrimonio la unión exclusiva de hombre y mujer. Además, el texto legal es discriminatorio para hijos nacidos fuera del matrimonio, y para madres solteras y padres en la misma situación, separados o viudos.

La Convergencia Cívico-Política de Mujeres objetó varios aspectos de iniciativa de ley:
El proyecto solo reconoce a la familia constituida sobre la base del matrimonio. De aprobarse, quedarían fuera madres solteras, viudas/os y divorciados/as. Establece que son parte de la familia el hombre y la mujer casados o en unión, los hijos procreados por unión natural y, excepcionalmente, los adoptados. No están incluidos los hijos que nacieron mediante técnicas como inseminación artificial, fecundación in vitro u otros procedimientos. Discrimina a los hijos nacidos fuera del matrimonio, y limita los derechos de las personas que no optan por las figuras legales de matrimonio y unión de hecho.

Aveces parece que en Guatemala regresaramos a la ranciedad victoriana.


25
Jul 07

De nuevo estoy de acuerdo con Rigoberta Menchú

Hace poco, la Premio Nóbel de la Paz, lideresa indigenista guatemalteca, y candidata presidencial, dijo que “nadie puede invertir en una tierra que no sabe quién es el dueño, esa certeza es necesaria”, y yo no podría estar más de acuerdo.

Ayer, en un foro sobre el aborto y el matrinomio gay –en medio de una nube espesa de conservadurismo decimonónico- Menchú hizo la luz y dijo que “hay temas como la homosexualidad, lesbianismo y uso del condón que están en agenda y que no se han discutido. Invitó a los presentes a escuchar las opiniones de la población, ya que hay que qutar algunos tabúes, miedos e ideas que no se aceptan”.

Es interesante como es que, si uno se va a los principios, y no se pierde en ideologías ni en el pragmatismo, uno encuentra puntos de coincidencia con aquellos que parecen estar diametralmente opuestos a las ideas que uno valora; y como es que encuentra diferencias abismales con aquellos que parecen afines.

Yo creo que el matrimonio gay es un acto de justicia, propio de una sociedad abierta en la que los derechos de los individuos prevalecen sobre los intereses colectivos.


24
Feb 07

¿Matrimonio? ¡NO!

El Congreso acaba de modificar el Código Civil; y las nuevas regulaciones referentes a los requisitos para contraer matrimonio permitirán “que se prohíban los matrimonios cuando existan enfermedades incurables”.

¡El Estado Niñera chapín está degenerando en un régimen nacionalsocialista de lo peor! Al estado guatemalteco no le basta con relevarnos de la responsabilidad de tomar nuestras propias decisiones en materia de seguridad social, en asuntos financieros, o en docenas de cosas más.

Según las nuevas normas, y antes de que se autorice un casamiento, hombres y mujeres estamos obligados a presentar una constancia de que no estamos enfermos de nada contagioso, incurable y perjudicial, o que imposibilite la procreación. Todos debemos hacerlo, dice la norma, excepto aquellos que viven en lugares donde no hay servicios médicos.

Las nuevas reglamentaciones son triplemente perversas. Primero, porque crean un grupo de personas privilegiadas: aquellas que están exentas del cumplimiento del requisito; y ya debería estar claro que multiplicar privilegios en una sociedad que está enferma por ellos es inmoral. Segundo, porque el privilegio de no tener que presentar constancia se lo da a los más pobres, porque los más pobres son los que viven donde no hay servicios de salud; o sea que a los legisladores les viene del Norte si los pobres se contagian entre ellos con enfermedades incurables. Tercero, porque ¡¿Quién jocotes se creen que son, los diputados, para prohibir que dos adultos capaces, que conocen sus defectos y que están dispuestos a unir sus vidas en matrimonio, se casen?!

Ya es bastante malo y triste que una persona sufra una enfermedad que le va a quitar la vida y que podría convertirla en paria durante el tiempo que le queda, como para que el Estado Niñera le prohíba unirse en matrimonio. Una disposición como esa sólo puede ser el fruto de una mente mareada por las pretensiones inconfesables de un ingeniero social.

Lo que conocemos como matrimonio es un acuerdo privado entre dos personas que deciden compartir sus vidas –generalmente porque se aman– y hacerlo en el marco de cierta formalidad. Esa formalidad subraya el carácter de compromiso y de permanencia en la unión, y busca el apoyo del prójimo para la pareja contrayente.

De la necesidad humana en cuanto a darle formalidad a un compromiso de tamaña naturaleza se aprovecha el estado para regular un acuerdo que es básicamente contractual e íntimo. Pero una cosa es regular los formalismos; y otra, muy diferente, es involucrarse directamente hasta el punto de decidir, de forma arbitraria, que una, o dos personas enfermas no pueden ni deben casarse.

Decisión política semejante sólo tiene cabida en una sociedad que supone que los individuos somos parte de una gran máquina, u órganos de un organismo superior a todos. Sólo es imaginable en un sistema colectivista en el que las valoraciones individuales deben estar sometidas a los requerimientos de aquella máquina, o de aquel organismo social.

En una sociedad abierta, en cambio, los adultos tienen el derecho a tomar sus decisiones y perseguir sus fines en libertad y de forma voluntaria (siempre que no violen derechos ajenos); y el Estado Niñera no tiene por qué relevarlos de la responsabilidad y de las consecuencias de sus acciones.

En nuestra sociedad cada vez más colectivista, hasta con tintes nazis, el matrimonio es un asunto de orden público, en desmedro de su naturaleza contractual. La supuesta función social de este pone de manifiesto la idea peligrosa de que el individuo y sus relaciones personales deben servir al Estado o a la sociedad; y, peor aún, que el interés social debe prevalecer sobre los derechos individuales.

En una sociedad abierta la normativa sobre el matrimonio debe tomar en cuenta que las personas son individuos, no aparatos reproductores, y que las mismas deben ser tratadas como seres racionales, no como medios ni como instrumentos.

Esta columna ganó un premio Charles L. Stillman para columnas de periódico, en 2007.

Publicada en Prensa Libre el sábado 24 de febrero de 2007