10
Ene 08

Cimbra marimba tu canto…

Mario Barrios, uno de los más notables fabricantes de marimbas de Guatemala, falleció el 5 de diciembre de 2007. Barrios era propietario de la Fábrica Internacional de Marimbas, que fundó su padre y que es Patrimonio Cultural de la Nación.

Mi bisabuela, Mami, tenía una marimba de Rosendo Barrios, padre del difunto Mario. Uno de los orgullos de ella era su marimba. En el reportaje denominado Una voz de madera, Mario Barrios relató que la última marimba creada por su padre fue la del Hotel Casa Contenta, en Panajachel. En aquella época, la entonces propietaria, mi bisabuela, Adela Schuman de Morales, le dijo a don Rosendo: Quiero una marimba que suene. Dicho y hecho. De la fábrica salió una marimba tallada al gusto; pero, sobre todo, potente. “Tanto que el sonido rompió los vidrios del lugar”. El reportaje por Christa Bollman fue publicado en la Magazine 21, el domingo 24 de enero de 2002.

Yo crecí escuchando música de marimba y mis favoritas son el Danzón, El Ferrocarril de los Altos, Verónica, Río Polochic y otras. En realidad nunca aprendí a bailar bien; pero recuerdo que de niño me impresionaba mucho ver bailar a la gente, especialmente cuando había marimba.

Por cierto que, el título de esta entrada, es el primer verso de un poema de Rudy Solares.


27
Dic 06

Terremotos

Hace poquito más de un año, con mis amigos Ami, Hue-ying, Ho-don, Raúl y Alejandro, volvimos de nuestra aventura en la ciudad maya de El Mirador, Petén. Ahora que hubo un terremoto en Taiwán, espero que mis amigos taiwaneses y sus familias se encuentren bien.

Curiosamente en el Oeste de El Salvador ya van 10 días seguidos de sismos; y ha estado temblando en Nicaragua.

¿Qué edad tenía usted cuando fue el terremoto de Guatemala, el 4 de febrero de1976? Yo tenía 14 años.

Recuerdo que me despertó el sonido horrible, y luego el estremecimiento de la tierra. Mi cama se agitaba y yo tardaba en despertar del todo. Cuando cesaron los movimientos me levanté y me vestí.

Mientras lo hacía escuchaba los llamados confusos de mis padres y mis hermanos. Una librera había caído sobre la cama de mi hermano, Gustavo. Pero había sido detenida por la cabecera y no lo había lastimado. Mi madre, o mi padre habían sacado a mi hermana, Guisela, que era la más pequeña; y mi hermano Juan Carlos estaba sano y salvo.

Salimos a la calle y todo estaba en orden. Mis padres sacaron los carros a la calle y empezaron a sacar de la casa agua, colchas, y seguramente algo de comer.

Al día siguiente todo estaba bien a nuestro alrededor. Parecía que no había pasado nada porque todas las casas estaban en pie y el único daño en la nuestra lo había sufrido una botella de Emulsión de Scott que se había caído en el comedor.

No había teléfonos y no había forma de comunicarse con mis abuelas que vivían del otro lado de la ciudad así que temprano, con mi papá, fuimos en su busca.

Cuando salimos de la zona 15 y llegamos a la bajada de Vista Hermosa vimos los primeros y alarmantes daños. La carretera estaba quebrada. Más adelante había una pared colapsada.
En la medida en que nos adentrábamos a la ciudad veíamos más destrucción, y el corazón se me aceleraba. Recordaba las historias que mi tía abuela, La Mamita, contaba acerca de los terremotos de 1917 y 18. De la ciudad devastada, de cómo habían tenido que ir a acampar al Parque Concordia. De la escasez y de la Gripe Española. Todo eso daba vueltas en mi cabeza.
Llegamos a la zona 3 donde vivían mi abuelita Juanita y La Mamita. Ahí la devastación era casi total. Había casas totalmente destruidas y había escombros en las calles. Yo me imaginaba sacando los cuerpos de las dos viejitas y en fin…fue un inquietante caminar a lo largo de tres, o cuatro cuadras de ripio esparcido en las calles.

Cuando llegamos a la casa las viejitas estaban bien. La casa estaba totalmente quebrada pero en pié. Ellas y unas amigas, tomaban café en la sala y todo estaba bien. Sacamos a las señoras y nos llevamos lo más necesario antes de cerrar la casa y luego nos fuimos a la casa de mi abuela Frances.

Al llegar a la Avenida Independencia nos enteramos que varias casas se habían ido al barranco y que había muertos. Rápidamente llegamos a la casa que estaba en perfectas condiciones. Ahí estaban mi bisabuela Mami, mi abuela Frances, una amiga de ella y mi tía Patricia y mis primos. Luego de constatar que todo estaba bien pasamos gasolina del carro de mi abuela al de mi padre y como yo tragué un poco de combustible, en el proceso, fui al enorme congelador de mi abuela y me comí dos panes congelados. Y ese fue mi desayuno.

Entonces volvimos a nuestra casa, con la abuelita Juanita y La Mamita, y mi madre ya tenía todo organizado allá.

Para hacer la historia corta, durante varios días las viejitas durmieron en la sala mientras la demás familia dormíamos en el jardín en carpas que nos enviaron de Nicaragua unos amigos de mis papas. Yo dormí con mi ropa a la mano durante casi tres años.

El terremoto de Guatemala, en 1976 costó más de 23,000 vidas.