07
Feb 14

Gobernar es gravar para gastar

Los pipoldermos, para quienes gobernar es gravar para gastar –como dice mi cuate, Osvaldo Schenone– están desesperados y su movida más reciente fue la de imponer un tributo de US$15 para los viajeros. Todavía no está vigente, pero si nos dejamos lo estará en unos meses.

¿Cuál fue el mejor argumento de los grupos que se manifestaron primero contra aquel abuso? El de que el impuesto le restará competitividad al país como destino turístico. La palabra técnica para argumentos tan malos y primitivos como ese es bullshit. ¿Quién va a dejar de venir a ver Tikal, La Antigua, Atitlán y la cultura maya viviente por unos dólares de más? Además, otros países también cometen expoliaciones y abusos de esa naturaleza.

Cuando los grupos de interés argumentan desde aquellas perspectivas, no solo hacen el ridículo, sino que no le hacen favor alguno a la causa de la libertad, no atacan las raíces del mal y solo fungen como negociadores de posiciones en vez de servir como defensores de principios.

El hecho es que todo impuesto es un robo. Los impuestos son dinero ajeno tomado por la fuerza, por los pícaros políticos que por el momento detentan el poder, para redistribuirlo luego entre su clientela –muchas veces contra los intereses y derechos de los legítimos propietarios del dinero expoliado–. Generalmente, parte de aquella redistribución se queda en los bolsillos de los que parten el bacalao.

El problema no es el de a cuánto va a ser la tasa que los publicanos le van a imponer a los viajeros; a las personas que viven del comercio y la industria en el Sistema D, o economía informal; o a los barriletes y a los colochos de guayaba. El problema de fondo es que somos una sociedad que no ve mal que haya expoliación y que no ve mal que los políticos financien intereses particulares con dinero ajeno, siempre y cuando no seamos nosotros los expoliados, o siempre y cuando los beneficiados de la redistribución seamos nosotros. Lo que debería ser inadmisible es el robo, no el porcentaje.

¿Qué dijo Henry David Thoreau para casos como este? Por cada mil personas atacando las ramas de un problema, hay una sola atacando sus raíces.

Columna publicada en El periódico.


08
Ene 10

Impunidad, otra vez andan por las ramas

El Ministerio de Economía suspendió las exportaciones de desperdicios y desechos de cobre y metal y fijó cuotas de exportación de otros materiales ferrosos, según el acuerdo gubernativo 1-2010. Esta medida es positiva, ya que se reducirán los robos de cable para telefonía fija, eléctricos y transformadores que emplean cobre, explicó el presidente de la Gremial de Telecomunicaciones.

Y yo contradigo aquella opinión porque creo que este es otro ejemplo, por si hicieran falta, de cómo es que los chapines, en vez de ir a la raíz de los problemas y resolverlos, se quedan en las ramas y sólo los chapucean. Y encima, sin importar el daño que hacen en el largo plazo.

El robo de cables se da porque como otros delitos similares, este siempre (o casi siempre) queda impune. Como las supuestas autoridades son incapaces de hacer cumplir la ley general que dice que quien tomare, sin la debida autorización, cosa mueble, total o parcialmente ajena será sancionado con prisión de 1 a 6 años; y tampoco puede hacer cumplir la que dice que quien sin la debida autorización y con violencia anterior, simultánea o posterior a la aprehensión, tomare cosa mueble, total o parcialmente ajena, será sancionado con prisión de tres a doce años, entonces empiezan a multiplicar regulaciones específicas y concretas.

La prohibición de exportar cables no va a detener los robos porque ¡Its the impunity, stupid! Además, y en la vida real, ¿desde cuándo se necesitan licencias y cosas así para realizar una actividad ilegal?Suponer que la prohibición de exportar va detener el robo es tan absurdo como suponer que el control de armas va a limitar la comisión de delitos por parte de criminales armados; es tan ridículo como suponer que una ley específica contra el robo de teléfonos móviles va a acabar con el robo de aquellos aparatos; es tan tonto como suponer que una ley de chalecos y cascos numerados va a acabar con los robos cometidos por motoristas.

En el corto plazo, igual no se resuelve el problema; pero en el largo plazo el daño es mayor porque nos seguimos engañando como sociedad, y porque la primera víctima de estas regulaciones del comercio son la libertad y el estado de derecho.

Ya lo dijo Henry David Thoreau: por cada mil personas atacando las ramas de un probelma, hay una sola atacando sus raíces. Y hablando de atacar los problemas de raíz, ¿ya leyó, usted, el proyecto ProReforma.


27
May 09

A ver si como ronca, duerme

Cuando tuve conocimeinto de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala pensé que, como tradicionalmente en nuestro país no han funcionado los ministerios, entonces creamos fondos sociales. Y que como la cosa seguía sin funcionar, creamos los comisionados; y cuando estos fracasaron también, entonces pasamos a hacer otra cosa.


Así nos ha estado pasando con el combate a la impunidad. No sólo con la de los cuerpos ilegales y clandestinos de seguridad, sino con la de todas formas de delincuencia, la de la corrupción de los funcionarios y en general con el incumplimiento de los contratos. Como el Ministerio Público no funciona y como las leyes no son respetables, como los tribunales no son indepencientes y como la policía aveces no se distingue de los criminales pues engendramos la Cicig. He sostenido que hay un patrón en esta forma de conducta; y lo ilustro con algo que escribió Henry David Thoreau: 

Pero así como los marcianos llegaron ya; así llegó la Cicig y ya está aquí.  No se arreglaron el MP, ni el Organismo Judicial, ni la PNC; pero la Cicig tiene una responsabilidad y las denuncias del abogado asesinado, Rodrigo Rosenberg, son una oportunidad para probar que como ronca, duerme. O más bien, para averiguar si es cierto que aveces vale la pena diferir la solución de la raíz de los problemas y trabajar con lo que se tiene.  Hay un dicho que dice: haz lo que puedas, con lo que tengas, donde te encuentres; y la Cicig es lo que tenemos.

Sin independencia judicial y con un Ministerio Público cuyo jefe se reune con el Presidente en secreto,  ni modo que los chapines no vamos a tratar de confiar en la siguiente instancia si lo que buscamos es justicia y transparencia en las investigaciones, sobre todo en casos que podrían involucrar a quienes ejercen el poder.

Por eso es que a mí no me da pena contarme entre quienes creen que a la Cicig le corresponden el caso del asesinato de Rodrigo Rosenberg y la investigación de las denuncias que hiciera en vídeo antes del crímen que acabara con su vida.

Curiosamente, y como la vida da vueltas extrañas, hoy leo que Gladys Monterroso, esposa del Procurador de los Derechos Humanos, ha solicitado que su caso sea trasladado a la Fiscalía de la Mujer, con el argumento de que la Fiscalía Especial destacada por la Cicig irrumpe en su vida privada.  Ciertamente vivimos en tiempos extraños.

19
May 07

Cicig, no plis

En esta semana me llamó mucho la atención que el Vicepresidente de la República y el Procurador de los Derechos Humanos “¡urgieran a la creación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala!”; y se me hizo evidente que ambos temen que el Congreso no apruebe aquella instancia.

En días recientes la Corte de Constitucionalidad opinó que el proyecto de creación de la Cicig no es ilegal y esto abrió paso para que aquella propuesta sea discutida en el Parlamento.

Para los que llegaron tarde, como se decía en las tiras cómicas de El fantasma, la Cicig es una comisión que la Organización de las Naciones Unidas y “los países amigos” de Guatemala están tratando de forzarnos a aceptar. Su objetivo principal es “determinar la existencia de cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos, su estructura, formas de operar, fuentes de financiamiento y posible vinculación con entidades o agentes del estado y otros sectores que atenten contra los derechos civiles y políticos en Guatemala”.

Como era de suponerse, los promotores de la Cicig han acusado a aquellos que nos oponemos a ella de ser miembros, o ser financiados por aquellos cuerpos ilegales y clandestinos. La falacia es absurda, pero no es nueva. Es común, entre los chapines, que si uno escribe contra el monopolio de la educación pública, a uno lo tachen de defensor del analfabetismo; y que si uno advierte contra las imprecisiones de las ideas prevalecientes sobre el calentamiento global, a uno lo tilden de enemigo de Bambi.

La Cicig es sucesora de la difunta Comisión de Investigación de los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad. Este engendro venía de la ONU plagado de inconstitucionalidades y de privilegios para sus ejecutivos y por eso fue rechazado. La Cicig superó aquellos obstáculos, pero su texto fue mantenido en secreto por sus promotores para que no pudiera ser conocido por los guatemaltecos antes de que aquellos estuvieran listos para “hacerla pasar” sin discusiones ni contratiempos.

Sin embargo, la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, que no desconocía los vericuetos por los que había pasado el proyecto, se curó en salud y sometió el texto al análisis de la Corte de Constitucionalidad y resultó que este ya había sido saneado. De esa cuenta es que el tema regresó al Legislativo y ahora ese organismo tiene en sus manos preguntarse, en serio, si en realidad necesitamos la Cicig.

Mi hipótesis es que no la necesitamos. La primera vez que entré en contacto con la Ciciacs/Cicig pensé que, como tradicionalmente en Guatemala no han funcionado los ministerios, entonces creamos fondos sociales. Y como la cosa sigue sin funcionar, creamos los comisionados; y cuando estos fracasan también, entonces pasamos a hacer otra cosa.Así nos está pasando con el combate a la impunidad. No sólo con la de los cuerpos ilegales y clandestinos de seguridad, sino con la del crimen organizado, la de la corrupción de los funcionarios y en general con el incumplimiento de los contratos. Como el Ministerio Público no funciona y como las leyes no son respetables, pues engendramos la Cicig, o la Ciciacs, o lo que sea.Sostengo que hay un patrón en esta forma de conducta; y lo ilustro con algo que escribió Thoreau: “por cada mil personas atacando las ramas de un problema, hay una sola atacando sus raíces.”

En Guatemala necesitamos fortalecer las instituciones que hay, hacer que se cumplan las leyes que hay. No es cuestión de hacer más oficinas y de hacer más comisiones, o de hacer leyes comos si fueran salchichas.

Talvez es hora de decirles a la Organización de Vacaciones Unidas y a “los países amigos” que gracias, pero no gracias. Y que para cambiar vamos a hacer las cosas bien. Y si no las vamos a hacer bien, de todos modos, ¿para qué queremos una nueva versión de aquella Minugua que tantos malos recuerdos nos dejó?

Publicada en Prensa Libre el sábado 19 de mayo de 2007