Cuando leo que muy pocas personas advierten el peligro que implica la Ley de Extinción de Dominio y leo que numerosos individuos y grupos sociales han doblado la cerviz para apoyar esa ley, de lo que me acuerdo es de la estupenda serie Boardwalk Empire que está transmitiendo HBO.
Esto es porque dicha ley es parte de la guerra perdida contra las drogas. Mientras que, como en la serie, los delincuentes y sus cómplices políticos dependen de la prohibición para hacerse inmensamente ricos; tanto la criminalización de las drogas como las leyes que son aprobadas para que continúe la guerra minan los derechos individuales y los derechos civiles, abren las puertas para la arbitrariedad política y administrativa, elevan los costos de transacción en negocios legítimos, anulan la presunción de inocencia y desactivan otras garantías del debido proceso, crean un ambiente propio para la dictadura legal, y corroen el tejido social, todo ello en perjuicio de las personas honradas, y en beneficio del ambiente que hace posible que el precio de las drogas se exageradamente elevado y que el costo de la violencia criminal sea relativamente bajo. Esto es importante, muy importante: la producción y el comercio de drogas son negocios inmensamente lucrativos sólo porque son negocios prohibidos; y la violencia criminal que hay alrededor de esos negocios, sólo es necesaria debido a la criminalización de aquellas actividades.
Con respecto a legislaciones como la LED, Radley Balko escribió en The Government´s License to Steal, que la posibilidad de civil asset ofreiture is an unjust practice under any curcumstances. It is an invitation to corruption, offering a way for the government to get its hands on someone´s property under a lower standard of proof than it must meet to convict someone; y eso, en un país casi sin instituciones, como Guatemala, es una invitación no sólo a la arbitrariedad de siempre, sino a la dictadura.
Los hermosos ignorantes bastardos a los que hace alusión el político corrupto Nucky Thompson, de Boardwalk Empire, son los mismos en 1920, que en 2010; pero aquí, y ahora, son infinitamente más peligrosos.
Mi abuela, Juanita, vivió en Nueva York durante los primero años de la Prohibición; y ella contaba que siempre había licor disponible. Tanto para grandes fiestas, como para reuniones íntimas. Y siempre se consumía, aunque aveces se hiciera en tazas de café para mantener las apariencias. Mi maestra, Nan C. Robertson, contaba que su madre (¿o su abuela?) hacía ginebra en su tina de baño. Entonces, como ahora, lo prohibido se conseguía siempre y a cualquier costo; porque, como dice Nucky Thompson, la gente quiere el producto. Y cuando la gente quiere algo siempre hay un Al Capone, un Lucky Luciano, o un Joseph Kennedy dispuesto a proveerlo.
Aquí, entre nosotros, los nombres son distintos; pero las actividades y los modus operandi son iguales, o parecidos. A penas, ayer, Bernardo Rico, representante de la Internacional Financial Corporation, advirtió que la lógica moral nos obliga a enfocarnos en atacar el problema desde su base. Estados Unidos y otros países de alto consumo de drogas deben ser instados a encontrar maneras de disminuir su demanda [lo cual yo veo complicado] o incluso a empezar a legalizar ciertas drogas para eliminar las enormes utilidades ilícitas y su organizaciones violentas que las sostienen. Esta posibilidad ya está encaminada; no sólo porque como dice Rico, tiene el apoyo de algunos expresidentes latinoamericanos como Vicente Fox, Fernando Enrique Cardoso y César Gaviria, sino que también cuenta con el de intelectuales tan distintos como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Y próximamente, en California podría ser aprobado el cultivo, venta y consumo de marihuana.
Al final de la historia, los controles, las prohibiciones, los patrullajes, y otras supuestas soluciones al problema de fondo sólo servirán -como están sirviendo- para incrementar el poder económico y el poder de fuego de los que están involucrados en el negocio de las drogas. Y para incrementar el poderío de aquellos que necesitan herramientas legales para sustituir el estado de derecho por el estado de legalidas y afianzarse en el usufructo del poder.