17
Ago 14

¿Por qué voy a la feria?

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¡Hay mucha comida…y hay de todo!, dijo un niñito en una banca que compartimos-con sus ojos bien abiertos y con esa expresión que  tienen los niños cuando están maravillados-.  El se estaba comiendo su tostada con guacamol, y yo estaba comiendo mis tacos con salsa y mi atol de elote.

Voy a la feria porque me trae recuerdos, porque me gusta comer tacos, atol, churros y otras delicias. Voy porque…¿a dónde va Vicente? A donde va la gente.  Voy porque -a pesar del sol y de que corro el riesgo de engentarme– me encantan los colores y los sabores de la feria.  Pero cuando oigo comentarios como el del niño de la tostada descubro la mejor parte de ir a la feria.  La mejor parte de ir a la feria es ver cómo se la gozan los niños y los que tienen corazón de niño.  ¡Ha de ser alegre no sólo ir a la feria, sino ir con disfraz del Hombre araña, o de quién se yo!

Yo voy con amigos queridos, nunca dejan de maravillarme los colores y los sabores, me gusta ganarme cosas divertidas en el tiro al blanco y llevo mi disfraz de Batman imaginario.   Y me alegro de que el niño de la tostada con Guacamol haya regresado a su casa con ganas de volver a la feria.  Maravillado con todo lo que vio.


15
Ago 14

Cada quién habla de la feria…

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Hay un montón de cosas que se me vienen a la mente cuando es temporada de la feria de Jocotenango, en la ciudad de Guatemala.  Se me vienen los dichos que dicen Cada quién habla de la feria, según le fue en ella; y Llevaste a la feria el pollino, y se te murió en el camino.  Cuando era niño, este último me daba tristeza.  Me daba tristeza por el burro y me daba tristeza por el dueño.

Cuando voy a la feria, voy a comer.  Voy a por churros y por atol de elote; a por tacos, también.  Voy a por canillitas y por bolitas de leche, cocadas y conserva de coco, mazapanes, encanelados, colochos de guayaba, nuégados y bolitas de tamarindo.  Voy por tartaritas de leche y de almendras.  No soy fan de las garnachas; pero si la mara insiste me las como con mediano entusiasmo.

Hace añales que no me subo a un juego mecánico de feria y es que la última vez, en la de Sumpango, me subí a la rueda de Chicago y me maree demasiado. ¡Puña!, creo que nunca había estado tan mareado en mi vida…o tal vez si, luego de una célebre Margarita´s nite en mi casa.

¿Sábes? Cuando digo rueda de Chicago no puedo sino recordar un anuncio de radio en el que se le preguntaba a la gente: “¿Está, usted de acuerdo con que para la Feria de Agosto haya una rueda de Chicago, o cree que Guatemala debería tener su propia rueda?” Y la gente, encendida en patrio ardimiento, respondía que Guatemala debería tener su propia rueda.  En esa misma serie de anuncios, se le preguntaba a la gente si estaba de acuerdo, o no, con la tala inmoderada del árbol genealógico, y la gente condenaba dicha práctica.

Cuando voy a la feria me gusta comprar rosarios de tuzas, aunque ya casi ni traigan azúcar adentro; me encanta comprar ronrones porque me divierte su sonido y porque me gustan sus colores variados y brillantes.  Un día de estos me gustaría comprar una de esas guitarritas que venden en la feria y un tambor. Me gustan el tiro al blanco y la lotería; y que un pajarito saque un papelito con mi suerte….y claro, la experiencia mejora si uno se gana un premio.

Este año no he podido ir a la feria; pero en un descuido me escapo.

Columna publicada en El periódico.


17
Ago 12

Recuerdos de la feria

Mi primer recuerdo de la Feria de Jocotenango es de cuando estaba en primer grado de primaria. Mi padre y mi tío Freddy nos llevaron a mi hermano y a mí; y en el tiro al blanco me gané una botellita de vino que mi mamá usó para sazonar un pollo.

También recuerdo que me dio miedo pasar junto a las carpas en las que eran exhibidas la mujer araña y el niño gusano. Recuerdo que subimos a uno de esos aparatos que dan vueltas y que me bajé totalmente mareado. No volví a sentir nada tan espantoso hasta hace unos 10 años, en Sumpango, cuando tuve la mala idea de subirme a la rueda de Chicago.

A la Feria volví unas tres veces más con los únicos propósitos de ir al tiro al blanco, jugar lotería y comer churros y atol de elote; así como comprar canillitas de leche, colochos de guayaba, encanelados, mazapanes, bolitas de tamarindo, tartaritas de leche y de almendras, bolitas de miel, pepitoria, nuégados, conserva de coco, y otras delicias. Nunca fui muy de garnachas, pero si me las ofrecían, me las comía con gusto. En cambio, los tacos con salsa y queso duro me son irresistibles.

Me fascinaba cómo cantaban lotería; y en casa mi tía abuela La Mamita imitaba muy bien a los de la Feria: ¡El Sol, cachetes de gringo! ¡El negrito, calzón rayado! ¡La muerte quirina, que andando se orina! Ojalá me acordara de más de esas frases, que no he vuelto a oír jamás.

Durante muchos años dejé de ir a la Feria porque se volvió algo sucio y no daba la impresión de ser seguro. Sin embargo, volví el año anterior y regresé el fin de semana pasado, y en ambas ocasiones fue un paseo muy agradable y divertido. No hay que ir sin paraguas, eso sí. Y al niño que hay en ti, sácalo para que se maraville de todo y te guíe en el paseo.

En esta ocasión llevé a una amiga polaca y a otra argentina y ambas disfrutaron muchísimo. Wiktoria se tiró conmigo en el resbaladero gigante; y Florencia se gozó los ronrones, esos juguetes decorados con papeles brillantes y plumas de colores que hacen un ruido ronco al girarlos con un palito. La verdad es que ir con amigos a la Feria es una oportunidad para la alegría y los buenos recuerdos.

Cuando voy, también me acuerdo de lo que mis abuelas contaban de la Feria a principios del siglo XX; y en esos recuerdos nos unimos tres generaciones de chapines.

Esa columna fue publicada en El Periódico.


15
Ago 11

De paseo por la Feria de agosto

La Feria de agosto o de Jocotenango es la fiesta patronal de la ciudad de Guatemala.  Como en todas las de su tipo abundan la comida tradicional, los entretenimientos y los juegos mecánicos.  Y yo tenía por lo menos unos 6 u 8 años de no ir.

El sábado caí por ahí atraído por la curiosidad y por los buenos amigos.  Comí elote asado con limón y sal, garnachas, churros, atol de elote y un taco con salsa.  Me divertí viendo como goza la gente, vi huipiles extraordinarios entre las señoras que venden dulces típicos, me mojé con la lluvia y la pasé muy bien.  ¿Sabes qué no vi ahora? aquellos pajaritos que sacan papelitos con la suerte.  Y, ¿sabes qué me dio risa? Que ahora la mayoría de churrerías no se llaman La occidental, ni nada parecido; sino Kevin y Jonathan.  Noté, también, que en las loterías ya no se usan las frases que antaño servían para cantarla.   Ya no se escuchan frases como ¡El sol, cachetes de gringo!; ¡En negrito, calzón rayado!; ni ¡La muerte quirina, que andando se orina!…como me gustaría acordarme de más, o que algún lector compartiera las que recuerda.

Mis recomendaciones por si vas a ir hoy son: lleva un paraguas y come en los restaurantes que están después de los juegos mecánicos porque la música es mejor.

Pensando las cosas, cuando era niño no fui muchas veces a la Feria.  Quizás unas dos o tres.  Recuerdo muy bien una vez que me maree mucho en uno de los juegos mecánicos; y otra en la que me gané una botellita de vino blanco en el tiro al blanco,  muestrecita que mi madre usó sazonar un pollo.  En una de esas dos regresé a casa cargado de panecillos propios de esas festividades.

Por otro lado, como yo crecí en la Avenida Independencia, que corre paralela, aunque ligeramente distante de la Avenida Simeón Cañas, cada año oía muy bien la música de la Feria.  Esta por cierto, se celebra junto al diamante Enrique Torrebiarte, al final de la avenida citada, donde antaño se ubicaban el Templo de Minerva y el Hipódromo del Sur y aún está el Mapa en Relieve; área que mucho antes era el pueblo de Jocotenango.  Feria, o no feria n esa área siempre hay juegos mecánicos, y cuando niño me gustaban mucho el trencito y el resbaladero gigante.

En fin…cada quien cuenta de la feria como le fue en ella…y yo me la pasé re bien.


21
Mar 07

Sarabanda*


Es una lástima que no haya llevado buena cámara a la Feria de Verano, en Coatepeque. Se hubiera apreciado mejor el ambiente de la sarabanda. Los que bailan están “hasta atrás” y casi no pueden mantenerse en pie. Los curiosos estamos alrededor de la galera. La música no cambió durante el buen rato que estuve ahi; pero de cuando en cuando, uno de la orquesta cantaba. No me quedé a ver cuando “pasan el lazo” y les cobran a los danzantes. Lo más divertido fue cuando uno de los bailarines se acercó a una chica que estaba en el público y le pidió que bailara con él. “La nena no baila”, le contestó su mamá que la acompañaba.

*En realidad se escribe zarabanda; cosa que yo no sabía hasta que un lector anónimo me lo hizo ver.


20
Mar 07

Los bolitos

Aquí van dos que disfrutaron, como bien podían, la Feria de Verano de Coatepeque.