Admiro a atletas y personalidades como Jorge Vega y otros similares. Celebro sus triunfos como atletas, como científicos, como emprendedores y como personas. Entiendo que para alcanzar los niveles de excelencia y competitividad que alcanzan necesitan ejercer virtudes como la racionalidad, la integridad, la laboriosidad, la ambición, la determinación, el orgullo, la perseverancia, la responsabilidad, la confiabilidad, el fortalecimiento, la prudencia, la limpieza y ciertamente el egoísmo.
A veces resiento que persigan sus objetivos personales mediante el uso de dinero ajeno tomado por la fuerza y luego repartido políticamente por quienes usufructuan el poder. Pero aún así me maravillo con lo que logran como consecuencia de ejercer aquellas virtudes. Perseguir valores como superarse uno mismo y vencer los límites propios requiere de un código específico que no admite trampa, ni inconsistencias. Si entendemos que lo que las necesidades del organism vivo son las que determinan qué es lo que aquel organismo necesita para fomentar su vida, entendemos por qué es que los atletas de aquella talla (y otros atletas similares) necesitan vivir vidas buenas; y son ejemplos de vidas buenas.
Por eso me incomoda mucho, tanto como para compartir estas líneas, la forma en la que se venden los éxitos de Jorge Vega y de otras personas extraordinarias y dignas de elogios. En el contexto de los logros de Vega, Pepsi invita a las personas a descubrir los sacrificios que tuvo que hacer para llevar a nuestro país a lo alto del deporte.
Sacrificio, sin embargo, es la entrega de un bien de mayor valor a cambio de un bien de menor valor, o de un no-valor. Digamos que un atleta valora muchísimo llevar a nuestro país a lo alto del deporte; si ese es el caso, todo lo que deja de hacer para alcanzar ese valor tiene menos valor que llevar a Guatemala a lo alto del deporte. Dejar de ir al mar para entrenar significa que se valora menos la ida a la playa, que las horas de entrenamiento. Dejar de echarse los tragos para no exponer el cuerpo a toxinas significa que se valora más la salud que el placer de unas copas. No es sacrificio dejar de ir al mar, o decirle no a unos cutos, si se tiene claro que hay valores superiores. De ahí la necesidad de ejercer virtudes como la racionalidad, la prudencia y la determinación, para citar unas.
¡Sacrificaos!, es un mal consejo; y lo que la gente de buena voluntad quiere decir -realmente- cuando les aconseja a otros que se sacrifiquen (en este conexto), es perseveren, sean determinados, sean responsables. ¡Esas sí son virtudes!
El principio racional de la conducta es exactamente el de actuar siempre de acuerdo con la jerarquía de los valores propios y racionalmente elegidos, y nunca sacrificar un valor mayor a uno menor. Sin una jerarquía tal son imposibles los juicios de valor y de conducta racional, como son imposibles las elecciones morales.
En todo caso, cuando un atleta le dice no a una parranda, porque ese fin de semana quiere dedicarlo a entrenar, lo que hace es descartar un bien que valora menos y pagar el costo de oportunidad porque no puede tener el pastel y comértelo también.
En ese sentido, Vega y otros atletas similares convierten sus sueños en oro -sus sueños- y ponen en alto el nombre de Guatemala, no porque sacrifiquen valores, sino porque persiguen aquellos valores (sus sueños y poner en alto el nombre de Guatemala) y ejercen las virtudes necesarias para alcanzarlos. ¡Por eso son ejemplares!
Respeto y celebro los éxitos y lo que representan atletas y personalidades como Jorge Vega y otros similares; y por eso me entristece que sus sueños y sus logros sean confundidos con algo tan deplorable como el sacrificio.
Seguramente seríamos mejores personas y viviríamos en una mejor sociedad, si en vez de promover el sacrificio, promoviéramos el hábito de adquirir y crear los valores de carácter necesarios para hacernos merecedores de florecer y sentirnos dignos de vivir y de gran estima, sin culpas inmerecidas y sin dejar de corregir errores cometidos. Sin aceptar el papel de animal de sacrificio, de esclavo, o de objeto.
Si te llamaron la atención estas ideas, seguramente quieras leer Objetivismo: la filosofía benevolente; por Warren Orbaugh.