Desde anoche, casi no se habla de nada más que de la noticia de que Dionisio Gutiérrez deja su programa de televisión Libre Encuentro.
El empresario y conductor del Programa anunció, anoche, que en los últimos meses han aumentado de manera notable, desde variadas formas de acoso e intimidación, hasta contantes amenazas de muerte contra su persona; y que, dadas esas circunstancias y razones de trabajo e inquietudes académicas, tomó le decisión de abandonar el país y el programa.
Lo siento muchísimo porque Dionisio es de esos guatemaltecos que aman a Guatemala y porque habiendo trabajado a su lado durante cerca de seis años, lo conocí como una persona buena, leal y generosa. Un emprendedor que pudiendo elegir cualquier actividad para sus ratos de ocio, eligió una que implicaba un elevado compromiso intelectual y social: la del periodismo de opinión. Con la partida de Dionisio, pues, Guatemala pierde un buen hombre. La pérdida es parcial, pero no por eso menos alarmante.
Su retirada tiene dimensiones profundas porque, si un hombre que tiene a su disposición seguridad especializada de clase mundial ve la necesidad de irse del país porque está siendo amenazado e intimidado, ¿qué nos queda a los chapines de a pie? ¿Qué les queda a las personas que son extorsionadas y asesinadas en docenas de colonias del país? ¿Qué les queda a las personas que son baleadas en restaurantes, o a las que se encuentran en medio de balaceras en los centros comerciales? Si las fuerzas del mal y el poder arbitrario pueden obligar a Dionisio a retirarse, ¡en qué lío estamos metidos los chapines!
Lo peor, sin embargo, es que la partida de Dionisio anuncia, ¿o es la continuación?, de una ola de migración de las élites productivas del país. Es muy malo, pero muy malo, que las élites productivas se desvinculen material y emocionalmente del país. No sólo porque con ellos se va su talento y su espíritu emprendedor; sino nos quedamos sólo con las gavillas de saqueadores. Si se van las élites productivas, la riqueza que debería estarse produciendo en Guatemala, será producida en otras latitudes. Otros tendrán los trabajos que no habrá aquí, y otros disfrutarán de lo que no se disfruta aquí. Ese es el legado del triunfo de los saqueadores.
A lo largo y lo ancho de Guatemala, hay miles de familias cuyos jóvenes productivos han tenido que cruzar ríos, desiertos, muros y hasta sortear asesinos para conseguir el trabajo que no encuentran aquí. ¿Hasta cuando podemos, los chapines, desperdiciar el futuro y seguir perdiendo el espíritu luchón de esa gente? Yo no creo que por mucho tiempo; ¡y encima!, se nos empieza a ir la poca gente que es capaz de generar fuentes de trabajo productivas. La poca gente que es capaz de generar un liderazgo positivo y constructivo.
Ojalá que la partida de Dionisio sea temporal. Que sea una retirada para agarrar aviada. Que sea para tomar aire y tomar distancia. Estamos viendo la tempestad, y no nos persignamos.