23
Ene 14

Alvaro Velásquez, por favor jugá limpio

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En su columna de hoy, titulada Hablemos de crecimiento económico (3), Alvaro Velásquez afirma que propongo el homeschooling como solución para el hecho de que la educación estatizada y estandarizada coarta la innovación; y eso no es cierto.  Alvaro engaña a sus lectores y caricaturiza mis argumentos contra la estatización y estandarización de la educación.

Respeto el homeschooling; pero si ahora mismo googleas Luis Figueroa Homeschooling no vas encontrar que yo haya escrito al respecto y si pones homschooling en mi blog, ¿qué vas a encontrar? Niente. Nada (que no sea esta entrada).

He escrito cosas como: Es evidente que los jóvenes no están adquiriendo competencias, habilidades y destrezas mínimas. ¡El sistema educativo estatizado y estandarizado está engañando a los chicos y a sus encargados! Y también he escrito que la inmensa mayoría de lo que conocemos como educación privada son solo operaciones autorizadas por el sistema estatizado y estandarizado. Operan por permiso, bajo estricta vigilancia y coerción, con escasa libertad para explorar y diseñar contenidos y casi nula libertad para personalizar la educación. De hecho es un sistema igualizador. La innovación disruptiva es tabú en un sistema más diseñado para servir a intereses políticos e ideológicos, que para enseñar a aprender, por ejemplo. Más diseñado para formar observadores y súbditos, que actores y ciudadanos… Sospecho que de ese sistema saldrán pocos emprendedores, pocos innovadores y pocos disruptores. Por eso es un suicidio expandir y reforzar el sistema estatista y estandarizado. Para una sociedad que quiere mejorar sus posibilidades de bienestar, el estatismo estandarizador es un disparo en el pie. No… es como dos disparos en cada pie.

¿Por qué hacés aquello, Alvaro?  Jugá limpio. Por favor mostrales, a tus lectores y a los míos, dónde -exactamente- es que yo he escrito a favor del homeschooling como ¡el remedio! para los males de la estatización y la estandarización escolar. ¿Dónde?  Hablemos, si querés; pero sin deformar mis argumentos para confundir a tus lectores y llevar agua a tu molino con facilidad. Yo propongo la desestatización y desestandarización de la educación que es algo mucho, mucho, más que el homeschooling.  Hablemos de eso, si querés.

Lo que propongo es abolir el sistema estatizado y estandarizado de educación y las ilustraciones de esta entrada demuestran por qué. El peronismo que destruye La Argentina sólo es posible porque el pensamiento peronista se cultiva en las aulas de las escuelas estatistas y estandarizadas.  ¿Por qué es buen gobernante Perón? Porque manda y ordena con firmeza.  ¿Por qué es bueno el Líder? Porque nos ama a todos.  Hay filosofías sociales que encuentran esto fascinante y deseable: un lider amoroso que mande y ordene con firmeza.  Y esas filosofías sociales usan la educación estatal y estandarizada para formar súbditos leales y dependientes del líder amoroso.  Hay filosofías sociales que creen que la prosperidad y el bienestar pueden ser alcanzados por medio de revoluciones a cargo de milicianos con fusiles que dependen de un tirano felíz…como Fidel.  Y esas filosofías sociales usan la educación estatal y estandarizada para formar súbditos leales y dependientes…dispuestos a disparar.

Demencias como aquellas -y cualquiera otra dictadura profunda y duradera- sólo son posibles cuando los políticos controlan la eduación estatizada y estandarizada para difundir las filosofías que los inspiran.  Entre nosotros, la educación que adverso, que es la educación estatizada y estandarizada forma súbditos obedientes, uniformes, masificados, que no saben matemáticas, ni saben leer, y que aceptan la expoliación como algo moralmente bueno.  Si no me creen los lectores, vean lo que pintan en las paredes los estudiantes del sistema estatizado y estandarizado, vean lo que llevan en las pancartas durante sus manifestaciones.

La educación estatista y estandarizada vuelve gris la diversidad humana, tal y como lo ilustra otra de las imágenes que acompañan a estas meditaciones; vuelve cúbico, cuadrado y angular todo lo que podría ser diverso.  De ahí la advertencia contra la educación estatista y estandarizada: Es un disparo en el pie.  Entiendo que los estatistas de todos los olores prefieran ciudadanos obedientes, grises, uniformes, e igualizados; pero quienes preferimos sociedades de personas libres, no estamos cómodos con esa perspectiva.

Y a estas alturas te preguntarás: ¿Cuál es la solución?  Mi vocación no es la de las políticas públicas; sino la de enfocarme en los principios.  Y el principio que está en juego aquí es el de la eliminación de la coacción arbitraria.  En tiempos, de tantas y tantas posibilidades, la solución es que los padres (o los estudiantes) elijan.  Que no haya un cártel estatista y forzado.  Que se les devuelva a las personas la libertad para elegir.  Que meditemos algo que dijo Booker T. Washington: Cuando oigo a alguien apoyando medidas que limitarían el desarrollo de otro, le tengo compasión.  Propongo que no limitemos las posibilidades, ni las opciones.

Las ilustraciones las tome de Facebook.


21
Mar 11

¿Qué inquieta a Velásquez?

Con una megafalacia ad verecundiam, Alvaro Velásquez volvió a referirse a la filosofía de Ayn Rand. Sería interesante que el columnista, si tanto le inquieta el objetivismo, alguna vez explicara exactamente por qué.  He aquí cuatro ideas fundamentales de aquella filosofía; y sin que acuda al argumento de autoridad, o a otra forma de evadir la discusión de fondo, sería educativo saber ¿con cuáles no está de acuerdo, Alvaro, y cuál es la opción que plantea?  “La naturaleza, para ser gobernada, debe ser obedecida;  No puedes comerte el pastel y también conservarlo;  Toda persona es un fin en sí misma. Dadme la libertad o dadme la muerte”.

Me explico:  Mi filosofía, dijo Ayn Rand, es el concepto del hombre como un ser heroico, cuyo propósito moral en la vida es su propia felicidad, para quien la realización productiva es su más noble actividad, y la razón su única guía.

Ayn Rand, creadora de la filosofía conocida como objetivista (u objetivismo) levantó el edificio de tal filosofía sobre las siguientes bases:

1. La realidad existe como algo objetivo y absoluto: los hechos son lo que son, independiente de los deseos, los sentimientos, los anhelos o los miedos de las personas. Este principio se expresa en estas dos frases: a) La naturaleza, para ser gobernada, debe ser obedecida; y b) Que yo desee que algo sea así no lo hace ser así.

2. La razón –o sea: la facultad que identifica e integra el material provisto por los sentidos– es el único medio que tienen las personas para percibir la realidad, su única fuente de conocimiento, su única guía para la acción, y su medio básico para sobrevivir. Este principio se expresa en esta frase: No puedes comerte el pastel y también conservarlo.

3. Toda persona es un fin en sí misma y no un medio para los fines de otros. Toda persona debe existir por sí misma, sin sacrificarse a otros y sin sacrificar a otros a ella. La persecución de su propio interés racional y su propia felicidad es el más alto propósito moral de su vida. Este principio se expresa en la siguiente frase: Toda persona es un fin en sí misma.

4. El sistema político y económico ideal es el capitalismo de laissez-faire. Se trata de un sistema en el que las personas se relacionan con otras, pero no como víctimas y verdugos, ni como amos y esclavos, sino como socios que intercambian voluntariamente para su beneficio mutuo. Este principio se expresa en la frase que sigue: Dadme la libertad o dadme la muerte.

Si Velásquez y otros pensadores se inquietan por la idea de que, por ejemplo, los hechos son lo que son, independiente de los deseos, los sentimientos, los anhelos o los miedos de las personas, sería bueno que nos cuente por qué, que nos explique por qué y de qué otra forma cree él que son los hechos.  Esta debería ser una discusión de ideas, no de opiniones.


24
Feb 11

El estado clientelar y Alvaro Velásquez

Alvaro Velásquez cree que la filosofía objetivista no es la adecuada para entender la historia guatemalteca y su producto histórico: un estado clientelar forjado a sangre y fuego, donde la intolerancia cumplio un rol atroz.

Pero honradamente, pocas filosofías son tan claras y tajantes contra los privilegios (clientelismo) y contra el uso de la fuerza (sangre y fuego) en las relaciones sociales.  La escuela austríaca, que Velásquez descalifica en su artículo de hoy, también es clarísima contra los privilegios y contra el uso de la fuerza en las relaciones sociales.

Ambas corrientes insisten e insisten en que todos, sin excepción debemos ser iguales ante la ley y que no debe haber leyes especiales ni para individuos, ni para grupos de individuos.  Leyes que permitan que unos tengan más derechos que otros, ni leyes que permitan que unos tengan derechos distintos a otros.  Ambas corrientes insisten  e insisten en que el bienestar -y la sociedad propiamente dicha- sólo son posibles como consecuencia de relaciones pacíficas y voluntarias.

La literatura objetivista y austríaca está llena de explicaciones al respecto; y en ese sentido, no me explico cómo es que la propuesta de Velásquez en el sentido de entrarle en serio a la lucha contra los privilegios riñe con los ideales objetivista y austríaco.

Basada en una propuesta del austriaco Friedrich A. Hayek, ProReforma hizo una propuesta audaz y descarada para entrarle en serio a la lucha contra los privilegios y propuso un artículo consititucional que dijera en ningún caso el Senado o la Cámara de Diputados emitirán Ley o decretos arbitrarios o discriminatorios, en los que explícita o implícitamente se concedan prerrogativas, privilegios o beneficios que no puedan disfrutar todas las personas que tengan la oportunidad de hacerlo.  ¿Quién más ha hecho propuesta semejante?

Para el objetivismo, egoísmo quiere decir que cada individuo tiene derecho a su vida; pero no a las de los demás. ¿Cómo puede  ser que -histórica, o ahistórcamente- este principio no sea uno que pueda contribuir a elevar la calidad política.  De verdad y ya en serio, ¿no tendríamos una mejor sociedad, y una mejor política, si cada quién pudiera perseguir su felicidad, sin dañar a otros?


28
Oct 10

Velásquez y la riqueza

En su columna de hoy, el estimado Alvaro Velásquez dice que la afirmación de que la pobreza es el estado natural de las personas, es de carácter ideológico, propia de la escuela austríaca de economía.

Empero, lo cierto es que, parafraseando a Alvaro de Laiglesia: todos nacemos desnuditos; y la riqueza hay que hacerla.  Un terreno no es riqueza hasta que alguien siembra caña en ella, la cultiva, la corta y la convierte en azúcar que vende a quien la necesita.  Una montaña llena de oro no es riqueza hasta que alguien lo descubre, lo explota, lo procesa y lo vende.  Contrario a lo que mucha gente cree, la riqueza no está ahí, sino que la riqueza se hace.  De ahí la frase hacer dinero, en la que por dinero se entiende valor.  Hacer riqueza no es transferir dinero, sin hacerlo.  Los saqueadores se pueden enriquecer, pero no hacen riqueza.  Los emprendedores y los trabajadores, en cambio, hacen riqueza.

Aquello no es ideológico porque, no importa qué ideología sostenga uno, es un hecho que el oro que nadie sabe que está ahí, o el oro que nadie puede explotar, no enriquece a nadie.  Los potenciales café, los zapatos y pasteles que sólo son semillas, cuero y harina-pero todavía no son pasteles- no enriquecen a nadie.

Velásquez dice que la riqueza no está bien distribuida; lo que quiere decir que la riqueza no está distribuida a su gusto.  Lo cierto es que producción de riqueza y distribución de riqueza no son dos procesos separados abismalmente.  Ocurre que cuando a Velásquez le pagan por su trabajo, si su trabajo es valorado con dinero, entonces su trabajo ha creado valor o riqueza, y esa riqueza le ha sido distribuida a él.  El recibe valor, a cambio del valor que dio, y el valor que recibe es superior al valor que dio, porque si no, él no hubiera hecho el intercambio.

Cuando alguien produce café, zapatos o pasteles, crea riqueza donde antes sólo habían semillas, cuero y harina; y esa riqueza -que creó- le es distribuida.

A Velásquez aquello no le parece; y sospecho que ha de tener un plan -o conoce quien tiene uno- acerca de como redistribuir la riqueza de una forma menos natural y más de acuerdo con sus designios.

Eso no estaría mal si para ello no se requiriera el uso de la fuerza.  Porque una cosa es producir e intercambiar riqueza de forma pacífica y voluntaria de acuerdo con relaciones contractuales; y otra es renegar de aquellos procesos y tratar de modificarlos para que se ajusten a lo que uno cree que debería ser.  Y para ello es necesario tomar la riqueza producida por unos, aunque no quieran entregarla, para repartirla después de acuerdo con criterios ajenos a los legítimos propietarios de la riqueza.  Y eso, claro, sólo se puede hacer como se hace: por la fuerza.


21
Oct 10

Hoy sí estoy de acuerdo con Alvaro Velásquez

Hoy si estoy de acuerdo con Alvaro Velásquez, columnista que hoy escribió que quienes piensan que ser libertarios significa solamente defender la la propiedad privada y la libertad de empresa se equivocan.  La libertad tiene muchas implicaciones y alrededor de ella, la coherencia entre teoría y práctica es una necesidad moral y científica.

Muchos críticos de la filosofía de la libertad, del liberalismo clásico y del libertarianismo (como usted prefiera llamarlo) creen que el liberalismo es un asunto propio de la ciencia económica, creen que se trata sólo de la facultad de usar, gozar y disfrutar lo que es propio, y creen que se trata sólo de la posibilidad de emprender.  Velásquez tiene razón al subrayar que la libertad implica mucho más y que la coherencia es necesaria.

Coincido con los que advierten que la defensa de la filosofía de la libertad es un asunto de orden ético; y se explica de la siguiente forma:  la alternativa fundamental que tiene todo ser humano es la de vivir, o morir.  Si opta por la segunda posibilidad, no hay nada que discutir; pero si opta por la primera, hay que tomar en cuenta que para los seres humanos vivir es hacerlo qua seres humanos.  Vivir, pues, no es sólo existir, sino vivir plenamente.  Una orquidea, una gallina y una ameba existen en términos del vocablo griego zoe; pero los seres humanos vivimos en términos del vocablo griego bios, porque no sólo existimos, sino que los individuos humanos somos seres teleológicos y tenemos circunstancias.  Y sólo vivimos plenamente si nuestras acciones, elecciones y decisiones están a salvo de la coacción arbitraria de parte de otros; presión que elimina al individuo como ser pensante que tiene un valor intrínseco y hace de él un mero instrumento en la consecución de los fines de otro.  Friedrich A. Hayek, además, es clarísimo cuando dice que la libertad no significa la posesión de toda clase de bienes, o la ausencia de toda clase de males.  Entonces, la libertad es un impertativo moral para la vida humana digna; y moralmente bueno es aquello que no impide la vida humana qua vida humana.

Lo de la coherencia entre la teoría y la práctica también es una observación valiosa de Velásquez.  Un principio liberal, liberal clásico o libertario es el de que, en las relaciones sociales, los intereses colectivos no deben prevalecer sobre los derechos individuales.   Si alguien se dice libertario; pero sostiene lo contrario,  pues entonces no, no es libertario.  Es al revés de aquello de que si algo camina como pato, tienes plumas de pato, tiene pico de pato y hace cuac como pato, entonces es pato.  Es que si algo no camina como pato, no tiene plumas de pato, no tiene pico de pato y hace guau, como perro; a lo mejor no es pato.

Desde otra perspectiva, otro principio liberal, liberal clásico o libertario es el de la igualdad de todos ante la ley; y si se diera el caso de que alguien dice ser libertario, pero estima pertinentes, o útiles algunas excepciones o privilegios, pues entonces no es libertario.  El hecho es que las partes no contradicen al todo.  Y, entonces, no se puede criticar al liberatrianismo, o a los libertarios, por ideas que no sostiene el libertarianismo, o acciones que no haría un libertario.

La filosofía de la libertad tiene inmensas dimensiones éticas, jurídicas, estéticas y económicas; y por eso es injusto -e intelectualmente deshonesto- encasillarla en la facultad de tener, o en la libertad de emprender. Y por eso es muy atinada la observación de Alvaro Velásquez.


30
Sep 10

El problema de conversar con Alvaro Velásquez

El problema de conversar con Alvaro Velásquez es que sus conclusiones no son consecuencia de sus premisas.  Hoy, por ejemplo, en su columna Del dinero, la virtud y la mezquindad,  quiere convencernos de que como el objetivismo estima que el dinero representa valor; ese reconocimiento es equivalente al amor por el dinero.   Y, además de eso, dice no compartir la idea de que la libertad es sinónimo de tener.  Cómo si el objetivismo sostuviera ese disparate.


Pero el columnista sólo hace esas afirmaciones gratuitas sin citar sus fuentes y sin establecer una relación lógica entre sus pretendidas premisas.  ¿Dónde dice algún autor objetivista que hay que amar al dinero, o algo parecido?  El dinero es es un medio para ahorrar y conservar valor, y para intercambiar.  Es una mera herramienta para guardar valor, o para obtener valores.  Si yo valoro la educación, por ejemplo, el dinero es el instrumento que me sirve para pagar mi educación.  Si yo valoro mis vacaciones que tomaré a fin de año, el dinero es el medio que usaré para ahorrar, para entonces, el valor del trabajo que produje durante todo el año.  En sentido figurado podría decirse que amo la educación y amo mis vacaciones; pero no el dinero que usaré para intercambiarlo luego.  Explíquenos, Alvaro, ¿cómo haría usted para intercambiar valor en una sociedad sin dinero?  ¿Cómo haría para guardar para mañana, el valor que produjo hoy con su trabajo, sin dinero?

Velásquez suelta que no comparte la idea de que la libertad es sinónimo de tener; y con esa frase mañosa implica que que para el objetivismo sí existe tal sinónimo.  Empero, de acuerdo con el objetivismo, las personas actúan libremente cuando actúan voluntaria y pacíficamente, en ausencia de coacción por parte de terceros.  En una sociedad libre lo que importa es que la coacción quede reducida al mínimo y que, en el peor de los casos, la coacción esté sometida a leyes generales y abstractas para ser usada sólo contra aquellos que violan los derechos individuales de otros.  Nada tiene que ver con tener, o no tener.  Niente.

Una persona podría tener mucho dinero y muchos bienes; pero si sus acciones estuvieran sometidas a presión autoritaria por parte de otras y si para evitar males mayores se viera forzada a actuar en desacuerdo con sus propios planes y/o al servicio de terceros, esa persona no sería libre por más riquezas que tuviera.  Ese es el caso de muchos ricos en sociedades sometidas a dictaduras.

Pero si una persona no tiene mucho dinero, ni bienes; pero puede actuar conforme a sus propios planes sin someterse a la voluntad y a los caprichos de otros, ni tuviera que temerle a la presión autoritaria de otros, esa persona sería libre, aunque no tuviera riquezas.  Ese es el caso de muchos pobres en sociedades que no están sometidas a dictaduras.

Velásquez dice que no es exégeta de Ayn Rand; pero que no se pase.  Por lo menos debería leer su obra para no verse en necesidad de inventar cosas acerca del objetivismo. 


Esta entrada fue parcialmente publicada por Siglo Veintiuno.

23
Sep 10

El dinero y Alvaro Velásquez

En su columna de hoy, Alvaro Velásquez asegura que la filosofía objetivista, que él llama randismo, le rinde culto al dinero personificado en el dios Mamón. Yo creo que eso pasa porque Velásquez talvez no ha leído el discurso sobre el dinero, por Francisco D´Anconia, uno de los personajes de La rebelión de Atlas. Cuando lo lea se enterará de que el dinero es un instrumento de cambio, que no puede existir a menos que haya bienes producidos y hombres capaces de producirlos. El dinero es la forma material del principio según el cual, los hombres que quieran tratar entre sí deben hacerlo a través del intercambio dando valor por valor. El dinero no es instrumento de mendigantes que piden regalado a base de lágrimas ni de los saqueadores que arrebatan a la fuerza. El dinero se hace posible sólo por los hombres que producen. Por eso es que el dinero es valorado en el contexto liberal en general, y objetivista en particular. Porque representa valor. Y por eso es que el dinero es valorado en casi todos los contextos. Por eso es que Velásquez cobra por su trabajo; y seguramente cobra en dinero. Porque ese dinero que cobra representa el valor de su trabajo. Sabiendo esto, ¿cómo puede uno despreciar lo que representa el dinero? Y valorar, ¡por supuesto!, no es lo mismo que rendir culto. Valorar el trabajo, por ejemplo, no es vivir para trabajar, sino trabajar para vivir.


Como el objetivismo explica expresamente que el dinero es una instrumento o un medio, resulta evidente que no es el fin que Velásquez y otros pretenden hacer que el lector crea que es. Tampoco puede ser un dios porque el objetivismo es ateo. Esas ideas de paja, que Velásquez pretende hacer pasar por objetivistas, se caen solitas.


Esta entrada fue publicada por el diario Siglo Veintiuno.

18
Ago 10

Objetivismo y distorsiones. A Alvaro Velásquez

Hace ratos, el columnista Jorge Jacobs se refirió al fenómeno del hombre de paja y lo explicó de la siguiente forma: La falacia del hombre de paja consiste en fabricar una débil imagen del oponente, que no necesariamente refleje sus argumentos pero que por lo menos se le parezca en algo, para luego atacar y desprestigiar esa imagen, haciendo creer a los demás que ese en realidad es el oponente. El uso de la falacia del hombre de paja es uno de los vicios del diálogo más socorridos entre muchos de los que se oponen a la filosofía de la libertad.

Por ejemplo: el 5 de agosto pasado, el columnista Alvaro Velásquez hizo uso de ella en su artículo La utopía randiana en la que caricaturizó la filosofía objetivista, de Ayn Rand, para criticarla por lo que no es, ni dice.

Según Velásquez que lo que él llama rand-ismo es una doctrina económica. Empero, lo que Ayn Rand llamó Objetivismo no es una doctrina económica, sino una filosofía con componentes metafísicos, epistemológicos, éticos, políticos y estéticos. Limitarla sólo a la economía –como una supuesta ala radical del liberalismo económico clásico– es una simplicidad que impide apreciarla en su justa dimensión.

Luego, el autor trata de ningunear al pensamiento liberal y al objetivismo acusándolos de jóvenes. Cómo si fuera válido agitar así una falacia ad verecundiam que, encima, hasta es bien fácil desvirtuar si se toma en cuenta que, así como la tradición del pensamiento colectivista tiene sus raíces en Platón, la individualista los tiene en Aristóteles. Y claro que el pensamiento del segundo es más nuevo que le del primero; pero eso no es argumento de nada. Una idea y una filosofía, no son peores, ni mejores, porque sean nuevas, o viejas.

Hablando de Aristóteles, Velásquez descontextualiza el concepto objetivista de egoísmo racional y hasta se atreve a decir que Rand desprecia la fraternidad; para hacer ver como si el individualismo extremo fuera algo malo. Pero, ¿qué es el individualismo extremo? El individualismo es la corriente filosófica que sostiene que las personas poseen derechos inalienables que no le pueden ser arrebatados por otras personas, ni tampoco por cualquier número, grupo o conjunto de personas. Por lo tanto, cada hombre existe por su propio derecho y para sí mismo, no para el grupo. Y para apreciar mejor la importancia del individualismo –y por qué es bueno que sea extremo- vale la pena compararlo con la corriente que se le opone, que es la del colectivismo. Este sostiene que las personas no tienen derechos; que su trabajo, su cuerpo y su personalidad le pertenecen al grupo y que este puede hacer con las personas lo que les plazca, en la forma que quiera, por cualquier motivo que el grupo haya decidido que es su propio bien. Por consiguiente, cada hombre existe sólo con el permiso del grupo, y en beneficio del grupo.

Velásquez dice que el Rand desprecia la fraternidad; pero, ¿qué puede ser más radicalmente fraternal ¡y benévola!, que una filosofía radical que excluye radicalmente la posibilidad de que unas personas puedan usar a otras y que considera moralmente bueno que todas y cada una de las personas –sin distingo alguno– puedan perseguir sus propios fines pacíficos? Maligna y antifraternal es una filosofía que anula los derechos individuales y sanciona la posibilidad de que unas personas puedan usar y sacrificar a otras.

El egoísmo racional de Rand es, pues, lo que Aristóteles llama phronēsis; que no es más que el uso de la razón para identificar lo que es bueno y lo que es malo para uno, con el fin de elegir lo bueno y evitar lo malo. Una persona ejerce el egoísmo racional cuando actúa con prudencia, que le dicen. Cuando un padre le dice a su hijo que se cuide, lo que le aconseja es que actúe de forma prudente, que lo haga de acuerdo con el egoísmo racional.

Finalmente, en La rebelión de Atlas, Rand no propone una utopía platónica. Primero, porque una utopía es un plan irrealizable; y segundo, porque la filosofía Objetivista tiene sus raíces en Aristóteles, no en Platón. Lo que Rand propone, en su novela es una república; tan realizable, como la que fue constituida en 1787 en Filadelfia.

Gracias a mi amigo, Warren, por la pista y por sus ideas que usé para esta entrada.


15
Jul 10

Que no le digan, que no le cuenten…

Entre algunos analistas y columnistas, pero especialmente entre aquellos con formación Marxista, es muy común cometer el error de pintar con brocha gorda. Como crecieron creyendo que la Historia discurre gracias a la lucha de clases, y como de estas sólo hay dos en cada estadio de la Historia (esclavos y amos, proletarios y burgueses, para dar dos ejemplos), sus análisis no les permiten el uso del pincel, ni distinguir matices abismales en la filosofía, en la ética, en la política, en la economía, ni en otros campos del conocimiento y de la acción humanas. Otros que cometen un error parecido -desde otro ángulo del espectro filosófico- son los de formación Kantiana, pero de estos me ocuparé otro día.


Por eso es que los primeros no distinguen entre conservadores y libertarios; y no distinguen entre liberales a la francesa y liberales a la inglesa o liberales clásicos, o entre liberales racionalistas y liberales empiristas; y no distinguen entre libertarios y objetivistas. No distinguen entre capitalismo y mercantilismo. Ellos sólo ven, de una forma maniquea, dos bandos. Aquella limitación metodológica les facilita la arenga; pero la confusión hace difícil una discusión de ideas profunda y enriquecedora.

Vea, usted, el caso de Alvaro Velásquez en su columna de hoy. Velásquez confunde el pensamiento de Friedrich A. Hayek, de orden liberal inglés o empírico, con el conservadurismo. Confusión que es muy injusta y engañosa porque en Los fundamentos de la libertad, el buen Hayek dedica un capítulo entero a explicar por qué es que él no es conservador. Hayek dice, de forma inequívoca, que conviene trazar clara separación entre la filosofía que propugno y la que tradicionalmente los conservadores defienden. Hayek advierte, alto y claro, contra el quietismo de los conservadores. Explica, por ejemplo, que el temor a que operen unas fuerzas sociales aparentemente incontroladas, explica dos características del conservador: su afición al autoritarismo y su incapacidad para comprender la mecánica de las fuerzas que regulan el mercado. En este contexto, uno pude suponer que los conservadores tienen más en común con los tecnócratas y hasta con los socialistas, que con los liberales empiristas, los libertarios y los objetivistas. Virginia Postrel, en una obra riquísima de leer que se llama The Future and its Enemies, sugiere una distinción actualizada en la que llama stasists (por su aversión al cambio) a los conservadores.

Lo que si es cierto es que, durante la Guerra Fría existió una alianza de conveniencia entre los conservadores y los liberales, los libertarios y los objetivistas para enfrentar la amenaza de los totalitarismos marxista, leninista y maoista, por citar algunos. Pero una alianza circunstancial no implica comunidad de principios. Implica comunidad de temores; pero no de principios.

Con respecto a los principios, Hayek explica que el conservador no tiene principios; pero sí tiene convicciones morales muy arraigadas; y que la falta de principios políticos le impiden colaborar lealmente con gentes cuyas valoraciones morales difieran de las suyas, con miras a así, entre todos, estructurar una sociedad en la que cada uno pueda ser fiel a sus propias convicciones.

Por eso es que muchas de las críticas que los analistas y columnistas a los que me refiero en el primer párrafo le hacen al liberalismo clásico (y a otras expresiones de la filosofía de la libertad) -y muchas de las críticas que hace Velásquez- le calzan perfectamente al conservadurismo y uno no puede sin adherirse a ellas; pero no se le aplican, y son injustas, si van dirigidas al liberalismo.

Vistas con un lente que no sea ideológico, las diferencias abismales entre los conservadores y los liberales clásicos, así como las diferencias entre libertarios, objetivistas y otros capitalistas, son fascinantes, dignas de atención y dignas de respeto.

Al lector incauto, Velásquez quiere hacerlo creer que para el pensamiento que el llama libertarista-conservador no existe el estado, sino sólo los individuos. Lo cual no tiene pies ni cabeza porque uno no es excluyente de los otros, ni viceversa. De hecho, Hayek escribe Los fundamentos de la libertad, ¡precisamente! para sugerir cómo debería estar organizado el estado para proteger los derechos de los individuos y la igualdad de todos ante la ley. ¿Qué sentido tendría escribir un libro sobre aquel tema, si se cree que el estado no existe, es nada, o no es digno de tomar en serio. Ludwig von Mises, otro grande de la libertad, en su obra Liberalismo es clarisisisisimo al advertir que el liberalismo en nada se parece al anarquismo y señala que un estado fuerte es necesario porque la amenaza de la fuerza, por desgracia, ha de gravitar constantemente sobre quienes pretenden alterar la cooperación pacífica entre los seres humanos. Tiene que haber un poder suficiente como para controlar a los que no se muestran dispuestos a respetar la vida, la salud, la libertad, y la propiedad de los demás. ¿De dónde, y con qué propósitos, saca Velásquez que para los liberales no existe el estado? ¿A qué liberales leerá Velásquez?

Y así se puede ir uno analizando una a una la lista que compara el columnista y que pretende hacer pasar como creíble. Dice, por ejemplo, que para los liberales no existen los grupos indígenas, sino sólo los guatemaltecos. Dice que para los liberales no existen los géneros, sino sólo personas capaces. ¿De verdad cree, Velásquez, que los liberales no distinguen entre quichés, cackchiqueles, mames, tzutuhiles, y otros, así como entre chinos, europeos, africanos y otros? Lo que si es cierto, es que para los liberales, no importa si no es quiché, hawaiiano, o de Zacapa, lo cierto es que todos, todos, todos, sin distinción étnica tenemos los mismos derechos individuales y debemos ser iguales ante la ley. E igual cosa pasa con el género, con la preferencia religiosa, o con el grupo social con el que se tengan cosas en común.

Otras filosofías sostienen que los derechos no deben ser los mismos para todos, y que la ley debe distinguir entre étnias, géneros, religiones, clases sociales y otras formas de separar y dividir a los individuos en grupos. ¡Pero esas filosofías, no son las de la libertad! Seguro que Velásquez sí sabe qué filosofías son estas, pero para muestra van dos: el nacionalsocialismo y el socialismo científico.

Como dicen en las ferias: Que no le digan, que no le cuenten, porque a lo mejor le mienten. Con el mayor de los respetos, le solicito a los columnistas de formación marxista que hagan un esfuerzo por discutir ideas con la profundidad que merecen. Así, todos disfrutaríamos más de las discusiones.

26
Feb 10

Ayn Rand, el individualismo y Alvaro Velásquez

En su columna de ayer, Alvaro Velásquez hizo con Ayn Rand algo distinto a lo que hizo con Friedrich A. Hayek. A este último lo hizo parecer como si fuera enemigo de la democracia y de la soberanía popular; sin tomar en cuenta lo que Hayek había escrito al respecto. Y el trato para Rand fue distinto, aunque igualmente manipulador; porque citó correctamente una idea suya, pero la puso tan fuera de contexto que -al lector incauto- puede llevarlo a conclusiones equivocadas.


Velásquez dice que Rand es individualista extrema y la acusa de que por ello está contra la democracia y los pobres; y para eso usa el siguiente párrafo, tomado de El manantial, una de sus novelas: Yo no reconozco el derecho de nadie a un sólo minuto de mi vida ni a ningún logro mío. No importa quién haga el reclamo, cuán grande sea su número o cuán grande sea su necesidad.

En este sentido, Rand coincide con Hayek al rechazar la posibilidad de que una mayoría (o una minoría, como normalmente es el caso) pueda votar para despojar a unos de lo que les es propio. Pero veamos en qué contexto objetivista ocurre la frase de la filósofa. Esto es muy importante porque, si en algo se esmera Rand, es en que sus ideas sean consistente y ella no escribe nada que no esté en armonía con el todo de su filosofía.

¿Qué es el individualismo, para Rand? Que nos lo explique ella, sin las manipulaciones de Velásquez. El problema básico que existe en el mundo hoy en día, es la elección entre dos principios: Individualismo y Colectivismo, dice Rand. El Individualismo sostiene que el hombre posee derechos inalienables que no le pueden ser arrebatados por ningún otro hombre, ni tampoco por cualquier número, grupo o conjunto de hombres. Por lo tanto, cada hombre existe por su propio derecho y para sí mismo, no para el grupo. Este es el contexto en el que Rand es individualista y la pregunta para el lector, a estas alturas, es ¿qué le parecería si usted no tuviera derechos inalienables, y que si los que tuviera le pudieran ser arrancados por cualquier individuo, grupo, o mayoría?

Rand explica que un sistema social es un conjunto de leyes que los hombres observan con el objeto de hacer posible la convivencia. Dicho código debe tener un principio básico, un punto de partida, de lo contrario no puede ser elaborado. El punto de partida es la pregunta: ¿El poder de la sociedad es limitado o ilimitado? Y el Individualismo responde: el poder de la sociedad está limitado por los derechos individuales del hombre. La sociedad sólo puede crear leyes que no violen estos derechos. Bajo un sistema individualista, un millón de hombres no pueden dictar una ley que disponga matar a un hombre, en beneficio de quienes legislan. Si a pesar de todo lo matan, violan la ley que protege su derecho a la vida y son castigados los responsables.

Yo no se usted; pero a estas alturas, todo lo que ha explicado Rand, en estos párrafos, me parece muy razonable. Es más, ¿por qué querría, uno, un sistema diferente? Claro, a no ser que uno prefiera principios distintos.

Esos principios diametralmente distintos son los del Colectivismo; sistema que sostiene que el hombre no tiene derechos; que su trabajo, su cuerpo y su personalidad pertenecen al grupo; que el grupo puede hacer con él lo que le plazca, en la forma que quiera, por cualquier motivo que el grupo haya decidido que es su propio bien. Por consiguiente, cada hombre existe sólo con el permiso del grupo y en beneficio del grupo.

Este es el tipo de régimen egorreductor; al cual o nos ajustamos todos, o nos hundimos todos, descrito por Velásquez en su columna. Ya la humanidad vivió en sociedades así: en la Alemania Nazi, en la Unión Soviética, en Europa Oriental, en China Popular, en la Camboya de Pol Pot, en la Cuba de Los Castro, en la Tanzania de Julius Nyerere, y así puede seguir la lista larga.

Rand explica que en el Colectivismo el poder de la sociedad es ilimitado. La sociedad puede crear las leyes que desee e imponérselas a cualquiera en la forma que quiera. En el Colectivismo un millón de hombres (o cualquiera que alegue representarlos) pueden dictar una ley que disponga matar a un hombre (o a alguna minoría) siempre que crean beneficiarse con su muerte. Su derecho a vivir no es reconocido. Bajo un sistema colectivista, los hombres tienen que agruparse unos con otros y el que pertenezca al grupo más grande en un momento dado, tiene todos los derechos, mientras que el perdedor (individuo o minoría) no tiene ninguno. Cualquier hombre puede ser amo absoluto o esclavo indefenso, según sea el tamaño del grupo a que pertenece.

¿Será por todo esto que a Velásquez le espanta tanto el Individualismo y prefiere un sistema egorreductor al que haya que ajustarse o en el que haya que hundirse? ¿Cuál sistema cree, usted lector, que favorece más a los pobres y que es más democrático? ¿Cuál protege a las minorías?

¿Qué prefiere, usted, un sistema que se apoya en el primer grupo de principios; u otra propuesta egorreductora, que se apoyara en el segundo grupo de principios?

Las citas de Rand son de su Cartilla del americanismo.