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El 20 de julio de 1969, medio soñoliento y acostado en la sala de la casa de mis padres, vi por la televisión el momento en el que Neil Armstrong -comandante de la misión Apolo 11– bajó del módulo lunar, El águila, y puso el primer pie humano en la Luna.
Las fotos que ilustran esta entrada son de dos ejemplares de la revista Life -de agosto de 1969- que conservo en recuerdo de aquella hazaña humana, científica y tecnológica.
Houston. Aquí la base Tranquilidad. El águila ha alunizado, anunció Armstrong cuando el módulo se posó en Selene. Todo el mundo -con excepción de los habitantes de algunos países colectivistas- hizo un alto en sus tareas para ver por la televisión, o escuchar por la radio, una de las más grandes aventuras del género humano…ocho años después de que se iniciara la exploración del espacio (con la misión de Yuri Gagarin, inco meses antes de que yo naciera)..y con tecnología de los años 60. Cuando uno mira las cápsulas espaciales y los módulos de aquellos tiempos, y los compara con la tecnología que tenemos disponible en nuestros escritorios y en nuestros teléfonos del siglo XXI, uno no puede sino sentir admiración y respeto por quienes hicieron posibles las misiones Apolo, entre otras.
En 1969 y los años siguientes todos los niños queríamos ser astronautas. De mi generación, ¿quién no tenía réplicas de cápsulas y módulos? ¿Quién no jugó de misiones lunares y espaciales? Recuerdo que, cuando había lanzamientos de misiones Apolo, mis padres nos permitían -a mi hermano y a mi- llegar tarde al colegio y en vez de enviarnos en el bus, mi padre nos pasaba dejando. La idea era que viéramos el lanzamiento, cosa que nosotros disfrutábamos mucho.
En este aniversario, celebro a las mentes que hacen posible la grandeza de la humanidad.