Estas líneas que escribió el abogado Marcos Ibargüen, al oído del presidente Alejandro Giammattei son de lo mejor que he leido en estos días; por eso se las comparto:
En estos tiempos del coronavirus, me ha resultado imposible evitar volcarme a la pluma (o teclado, mejor dicho) para escribir lo que pienso. Tal vez hoy con un poco más de molestia, pero con esperanza de que lo que diga se escuche donde tenga que oírse aunque cause molestias. Aquí va:
Aún hay tiempo para enmendar.
Con el incremento de casos de estos últimos días y el carácter autoritario que ha ido mostrando, aconsejado por el miedo y la falsa creencia de que está únicamente en sus manos salvar al pueblo, anoche, 14 de mayo de 2020, a la hora acostumbrada, 7 p.m., el presidente Giammattei dio rienda suelta a su verborrea ininteligible y derramó nuevas disposiciones gubernamentales intencionadas a milagrosamente contener un virus, pero destinadas a causar más hambre, rabia y aglomeraciones.
Señor Presidente, todos entendemos su formación médica y deseo de priorizar la salud y la vida. Pero es tiempo de informarle que su mensaje de ayer delataba entre líneas la arrogancia de aquel que piensa que sabe más que los demás. Que es más inteligente que nosotros. Ignoró por completo al problema del trabajador que se sentía afortunado de aún poder trabajar, para poder siquiera cobrar el cheque de su quincena. No consideró que la gente no se preparó y asumió que todos a pie o sobre caballos o burros iríamos a una tienda de barrio dentro de un horario restringido reabasteciéndonos como por arte de magia y sin pisto y sin causar aglomeraciones ni molestias.
Con las medidas de anoche que le ganarán fama, pero no de la buena, el lunes 18, a partir de las 5 a.m., veremos cómo el pueblo al que quiere contener (y esto si lo logra mantener encerrado a la fuerza porque visualizo infinidad de personas más necesitadas violando por extrema necesidad sus medidas) muchos ciudadanos no tendrán más remedio que aglomerarse para poder cubrir sus necesidades básicas. No se olvide que comer también es salud y que la gran mayoría de guatemaltecos trabajamos para comer.
Regreso a su arrogancia. Entiendo que consultó con epidemiólogos y que comparten el miedo de los duros efectos de esta trágica pandemia. Quiero seguir creyendo también que en el fondo mantiene un interés genuino por el bienestar de todos los guatemaltecos. Pero no pretenda ordenarnos a abrir, cerrar, despachar o llegar milagrosamente al puesto de trabajo si no entiende de economía. Sí, la arrogancia de pensar que la economía se dirige y que el pueblo es un borrego que siempre hace caso. Desde arriba las cosas se ven distintas. Se distorsionan por el ego y los interlocutores interesados que mantiene a su alrededor y que le trasladarán la información con parcialidad e imprecisión. Esto le pasa a todos los gobernantes.
Le sugiero oír a la gente de a pie estos días, que seremos millones por decreto, y no dar órdenes sin pensar los tremendos incentivos perversos que por su arrogancia mostrada van a generar. Sí, los médicos saben de su oficio y lo deben cumplir. Su misión es salvar vidas. Pero los verdaderos estadistas (ojo no digo políticos ni gobernantes) muestran su sabiduría al reconocer con humildad la naturaleza humana y aceptar que no siempre lo que se decreta o impone logra el resultado deseado. No pretenda cambiar la naturaleza humana de un plumazo porque una tras otra, verá cómo este pueblo “desobediente e ignorante” le llevará la contra.
Suficiente daño y miedo tenemos con esta enfermedad. No lo agrave con sus disposiciones que están destinadas a causar tremenda molestia, a desgastar aún más su gobierno recién inaugurado y a lograr inspirarnos a quienes usualmente no lo hacíamos, a expresar con voz cada vez más recia que se deje aconsejar también por el sentido común, que la naturaleza humana no se cambia por decreto y que hay cosas que están en nuestras manos y otras que no lo están. Mejor enfóquese en atender la tremenda crisis hospitalaria que tenemos, acérquese a esos médicos que son nuestra primera línea de batalla con la enfermedad y provéalos de los insumos necesarios. Asegúrese de que los millardos de quetzales para atender esta crisis que tiene a su disposición lleguen a quien los necesite de verdad, pues también aquí le falta entendimiento de naturaleza humana en el Estado y pareciera que no solo no llega a quien debe sino que habrá mucha gente aprovechada.
Los guatemaltecos somos amantes de nuestra libertad. En los más de dos meses que llevamos con restricciones a nuestras libertades hemos sido tolerantes. Pero todo tiene un límite. Es cierto, hemos visto cómo en otros países los gobernantes se aprovechan del miedo para mantener zozobra y control. Para restringir libertades ganadas con el esfuerzo y derramamiento de sangre (sí, vidas) de varios siglos de muchos héroes que nos anteceden. Quiero creer que sus intenciones siguen siendo buenas. Por favor, cambie de enfoque y no se deje llevar por las medidas de moda de otros gobernantes. No somos del primer mundo. Aquí la mayoría de la gente vive al día. Vaya usted a un cajero automático en el interior a pie. ¿En donde? Sí, esta enfermedad es terrible no solo por su virulencia y rápida propagación sino por el miedo que causa y que ciega la razón.
Aprenda de las historias de éxito en otros países que han sabido manejar mejor el delicado balance entre restricciones sanitarias y libertades de locomoción y de industria y trabajo. Aproveche los recursos financieros extraordinarios con que usted (como ningún otro gobernante que tenga memoria) cuenta para dar genuino alivio a la población más afectada.
La restricción de nuestras libertades jamás debe tomarse a la ligera –ni siquiera dentro de esta pandemia–. De nuevo le ruego volcar la vista hacia El Salvador. Vea a su Presidente. Observe bien lo que está haciendo y diciendo y asegúrese de aprender mucho de lo que NO se debe hacer.
Errar es de humanos y rectificar oportunamente es de sabios. Aún hay tiempo.
Artículo también publicado en el Centro de Estudios Económico-Sociales.