Los ganaderos consiguieron un trato fiscal privilegiado que subraya el carácter arbitrario de la legislación tributaria guatemalteca, erosiona gravemente el principio de igualdad de todos ante la ley, abona al sistema de privilegios que corroe la sociedad guatemalteca y no soluciona el problema fiscal de los chapines.
Los publicanos y los fanáticos de la expoliación sólo le ven ventajas al trato hecho con el sector pecuario: la bancarización forzada, para mayor control impositivo y la incorporación de muchos ganaderos al redil de los tributarios. Pero el costo es una victoria pírrica dados los efectos citados en el párrafo anterior. Según la Cámara del Agro, la nueva legislación elevaría la recaudación tributaria; hecho que, si fuera cierto, no sería virtuoso si no es precedido por una racionalizción y congelamiento de gastos; y que sólo contribuye a la tradición nefasta de que gobernar es gravar para gastar.
Por su parte, la Cámara de Industria de Guatemala y la Cámara de Comercio de Guatemala han rechazado la nueva legislación hecha a la medida de los ganaderos. Jorge Briz, presidente de la CCG, explicó que dicha normativa no contó con dictámen técnico del directorio de la Superintendencia de Administración Tributaria, ni del ministerio de Finanzas; y que, en su entender, fue un proyecto precitpitado para beneficiar a un determinado sector productivo.
Es incorrecto llamar ley a la legislación sobre simplificación, actualización e incorporación tributaria que crea un nuevo régimen especial para los tributarios ganaderos. No es ley o nomos, en el sentido hayekinano del termino porque no es general. En todo caso es legislación, o thesis, porque es una normativa específica, que crea privilegios concretos y con dedicatoria.
Todo impuesto es una forma de robo para trasladar recursos, con criterios políticos, desde quienes los producen hacia la clientela de quienes tienen el poder para tomar dinero ajeno por la fuerza, al amparo de la legislación. Pero para más INRI, es cierto que los tributarios guatemaltecos sufrimos un sistema impositivo extremadamente expoliador y arbitrario; es cierto que el fisco incumple sus obligaciones con los tributarios y es cierto que el sistema impositivo no sirve principalmente al objetivo de enfrentar los gastos del gobierno, sino que sirve a objetivos confusos hasta el punto de que asfixian la productividad, castigan el ahorro y sacrifican el bienestar generalizado. Pero aquel estado de cosas no se compone con crear regímenes especiales para grupos de interés que tengan suficiente influencia y poder político como para conseguir tratos privilegiados. Se compone si primero se congela el gasto y luego se procede a eliminar impuesto anacrónicos como el impuesto a los rendimientos del capital y se construye un sistema neutro (que no afecte, o cambie la manera en que las personas valúan las cosas), simple (fácil de entender y de calcular y que todos sepan lo que son los tributos, por qué se pagan y cómo deben hacerlo) eficiente a largo plazo (que no grave, ni obstaculiza la formación de capital) y que sea limitado (tanto cuantitativamente, como cualitativamente).
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