Excursión a Joyabaj III: San Simón y Los cerritos de Chijoj

¿Qué es un roadtrip, sin roadtrips? El plan para el tercer día de nuestra aventura era el de ir a Canillá porque el camino es hermoso y a ratos retador; pero antes: San Simón, la morería de doña Mercedes y paseo en tuc tuc.

Al salir del La posada de don Guillermo lo que impresiona es que la plaza de Joyabaj está limpia…ahí todo pasó sin que pasara nada, como decía mi tía abuela, La Mamita.  Luego del fiestón de la noche anterior, la plaza estaba como si nada. Te digo como si nada.

Temprano pasamos a ver a la Virgen del tránsito, que es la patrona de Joyabaj; y lo que más me llamó la atención es que la imágen lleva un teléfono móvil, igual que muchísimas personas en aquella población y sus alrededores.  La Virgen del tránsito no es la del tráfico,ni la de los embotellamiendos; sino una versión de la Virgen de la asunción.

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Acto seguido contratamos a un tuc tuc para que nos llevara a hacer las diligencias progamadas para comenzar el día.  Primero volvimos a la morería de doña Mercedes Melecio en donde Rachel compró una máscara preciosa; y Lissa adquirió un tricornio de colores adornado plumas, espejos, lentejuelas y colores, de esos que son propios de los bailes tradicionales.  Doña Mercedes nos antendió con la generosidad y cortesía que la distinguieron el día anterior.

En la morería tuvimos la dicha de encontrarnos con tres caballeros agradables que venían de Cubulco; y la razón de su visita fue la de devolver los trajes que había usado, el día anterior, en la festividad de aquella población; y nos contaron detalles sobre el palo volador y los bailes allá.

Al concluir la visita y las conversaciones cogimos el tuc tuc con la intención de volver al hotel y agarrar camino cuando nos cruzamos con una tienda de sansimones y de objetos de culto para Maximón.  ¿Y cómo no nos íbamos a detener?  Ahí compramos unos encargos para nuestro cuate, Andy (que no es el Andrew, que nos acompañaba).  Andy tiene un altar a San Simón, en Texas.  Luego de cumplir los encargos y de comprar un bastón en forma de zebra, de vuelta al tuc tuc y en camino al hotel.

Campo de juego de pelota, en Los cerritos de Chijoj. Haz clic en la foto para ver más fotos.

En menos de lo que canta un gallo acomodamos el equipo en el pick-up y agarramos camino hacia Canillá (porque esto es un roadtrip).  Pasamos por Zacualpa donde nos detuvimos para explorar la iglesia local y luego empezamos a subir por la montaña.  La primera parte del camino es muy hermosa y a ratos retadora, hay de esos ganchos y de esas curvas en las que uno pasa tranquilo sólo porque tiene retranca.  El toque divertido es que es un camino lleno de curvas y, cuando menos te lo esperas, en un lugar random, nos encontramos con un letrero, un sólo letrero que advertía: Curva.

Bien informados continuamos hasta que dimos con una pequeña tienda de adobe, encantadora, con una ventana de barrotes y enmarcada en azul.  Ahí nos atendió una señora gentil acompañada por dos chicas muy risueñas.  Rachel y Lissa terminaron comprando sendos güipiles y Lissa, además, compró dos pequeñas sillas de madera. Tras reponernos con India Quiché (la gaseosa originaria de El Quiché) y unas golosinas, volvimos a agarrar camino hacia arriba en la montaña.

Al llegar a la cima de la montaña, Canillá se ve abajo en el valle y es una vista hermosa.  Disfrutándola estábamos cuando oímos el llamado de la naturaleza y nos detuvimos en una parada técnica.  A unos metros había unas casas, o algo así y decidinos acercarnos para conversar tantito con los habitantes; pero no encontramos persona alguna.  Lo que si vimos fueron una estructura que supusimos que era un temazcal y, a unos metros, un excusado con vista.  Bueno…si tenía inodoro; pero lo divertido es que la cortina que debía proporcionar privacidad tenía un agujero a la altura de la cara de la persona que estuviera sentada en el trono. Luego de una serie divertida de especulaciones volvimos a agarrar camino, montaña abajo, rumbo a Canilla.

…y llegamos a Canillá.  ¡Mucho sol y calor en Canillá!  Y unos panitos ricos, de horno de leña, en la primera tienda que encontramos.

Caminando andábamos, sin objetivo alguno, cuando paramos en el parque y encontramos a cuatro personas encantadoras.  Platicadoras.  De esas personas que disfrutan de conversar con extraños.  Entre otras cosas nos contaron de la existencia de un sitio arqueológico pequeño, llamado Los cerritos de Chijoj, situado a unos pocos minutos del lugar.  Más tardaron ellos en mencionarlo que nosotros en proponérles que fuéramos. Dos de nuestros anfitriones improvisados aceptaron y en compañía de doña Ester y don Santos agarramos camino hacia el sitio indicado.

Los cerritos de Chijoj es ciertamente pequeño; pero no por ello menos chulo.  Sus piedras nos recordaron las de Chuwa Nim Abaj o Mixco Viejo.  Tiene una plaza con su campo de juego de pelota, algo distinto a otros que hemos visto y un templo a medio escabar.  El sitio está muy bien cuidado y en él trabajaron Alain Ichon y su equipo.  Ichón recibió la Orden del Pop en 2009, distinción que otorga el Museo Popol Vuh.  Los cerritos de Chijoj fue el lugar perfecto para hacer un picnic, almorzar, explorar y tomar unos minutos de descanso y disfrutar de la buena compañía y de la naturaleza.  ¡Me alegro mucho de haber estado ahí!

Algo triste fue el regreso porque reparamos en que las milpas del lugar estaban amarillas y tostadas; ya que se habían estropeado por la falta de lluvias.  Según doña Esther y don Santos, las nubes cargadas de agua pasan de largo el valle y se descargan en las montañas.  Fue en ese camino que hice mi numerito que menos mal que no acabó en 1000 formas de morir.

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Para no alargar la historia, volvimos a Canillá, nos despedimos de nuestros guías generosos y emprendimos el retorno a Joyabaj.  No por las montañas y el camino de terracería por el que habíamos llegado via Zacualpa, sino por San Andrés Sajcabajá y Santa Cruz del Quiché. Iba a ser largo; pero más seguro.

Sobra decir que llegamos molidos a Joyabaj, y que luego del debriefing y la cena ligera nos fuimos a dormir como tiernos.  Al día siguiente nos esperaban Choacorral, Pachilip II, los altares de cuarzo y San Simón.

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