Mínimo, desde 2012 que -en este espacio- advertí la necesidad de una reforma electoral; y en aquel tiempo sugerí que fuera una que consolidara el sistema republicano, que acabara con los privilegios, que ampliara y fortaleciera la facultad de elegir que tienen las personas, que operara en favor de los mandantes, y que aprovechara la energía y el entusiasmo que la gente vuelca en las elecciones. Una para antes de que el descontento se vuelva violencia. Pero la oportunidad se fue por el caño: y en 2015 advertí sobre los peligros de una reforma hecha a la carrera.
Prevaleció, sin embargo, una reforma a la medida de las exigencias de grupos de interés, y una reforma diseñada en inglés al margen de los deseos de los electores y de los tributarios.
En consecuencia a mitad del proceso electoral se podría modificar el decreto de convocatoria emitido el viernes pasado; pero el Tribunal Supremo Electoral no tiene un plan B si la Corte de Constitucionalidad cambia las reglas como resultado de las impugnaciones y de las inconstitucionalidades de la legislación electoral. El TSE ha elaborado un plan de medios y de publicidad que ha sido arbitrariamente elaborado y distribuido. Un plan anacrónico que concentra la propaganda electoral en medios tradicionales y excluye -en pleno siglo XXI- redes sociales. Hay dudas sobre la fecha de los comicios si los votos nulos lograran mayoría absoluta y no están claros los criterios que utilizarán los magistrados del TSE para evaluar las candidaturas de los diputados que han cambiado de partidos. Yo tengo muchas dudas sobre la confiabilidad del voto en el extranjero, me inquita muchísimo la ingerencia de lo que quede de la CICIG en el TSE, y me incomoda el entusiasmo de la universidad estatal por participar directamente en el proceso, dada la intimidad que tienen esa casa de estudios y la Comisión citada.
En estos comicios serán electos 3,968 candidatos entre alcaldes, diputados y Presidente y Vicepresidentre de la República. Yo me voy a enfocar en la elección de diputados, siendo que da la impresión de que las candidaturas presidenciales han sido extraídas luego de raspar el fondo de la olla; y dado que -en lar realidad- en el Congreso de la República es donde se pueden hacer los cambios de fondo que necesita este país. Desde el Congreso de la República es desde donde se puede defender mejor el país contra la agresión globalista.
Mucha gente señala al Tribunal Supremo Electoral, y con algo de razón; pero, el orígen de la legislación por la que se regirán estas elecciones sui generis está en el Congreso de la República.
Por cierto, viste el logo de estas elecciones. Parece tomado de Facebook; y ojalá que a nadie le hayan pagado por hacer algo tan corriente, feo y sin sentido. ¿Alguien me puede explicar qué tiene que ver un mapamundi con las elecciones en Guatemala? ¿Quién tuvo la idea de ese logo? ¿Qué explicaciones dio? ¿Alguien objetó ese logo en el TSE?
Al ver aquel logo me acordé del logo de peluquería Republicano de Podemos, en España.
Ese mismo modelo se podía encontyrar en una Web de diseño por un precio de 9,50 euros, aunque al estar rebajado se puede adquirir por tan solo 1,99 euros. La imagen que ha utilizado el partido de Iglesias está incluida en el catálogo de productos de Colourbox.
Pero, de vuelta a lo más serio, ¿qué tanto daña a la libertad de expresión la nueva legislación electoral? Por ejemplo: si un programa de radio invita a un candidato, o a dos, o a tres, ¿tiene que invitar a todos, o es todos, o ninguno? Si yo, como bloguero y como columnista comento las propuestas de algunos canditados y no de todos, ¿eso viola la legislación? La Corte de Constitucionalidad resolverá para defender el orden constitucional y las garantías constitucionales, o doblará la cerviz?
Si. Necesitábamos una reforma electoral urgentemente; pero lo que tenemos ahora me recordó aquel dicho chapín que dice: Ni tataculas, ni tataculás.