¡No lo podía creer!, de verdad que no lo podía creer. Después de unos 40 años me volví a encontrar con el camote morado.
Cuando yo era niño recuerdo que en casa de mi abuelita Juanita se comía ate de camote morado; recuerdo muy bien que la última vez que lo ví y lo comí fue en esa casa a finales de los años 60, o principios de los años 70. Nunca más lo volvía ver a pesar de que en numerosas ocasiones, a principios del siglo XXI pregunté por esos tubérculos en los mercados Central y La Villa. Mi madre, mi hermano recordaban muy bien el camote morado -en parte porque cuando era muy chico, mi hermano decía que su color favorito era el morado- ; y dos amigos recordaban vagamente haber visto y comido ate de camote morado; pero incluso algunas vendedoras de frutas y verduras en los mercados ni siquiera habían oído de tal producto.
Según yo el camote morado se había extinguido porque nadie lo cultivaba más. Dispuse que era una leyenda familiar.
Pero ahí está que no.
Con mis amigos suelo ir a cenar y a escuchar muy buena música a un lugarcito que se llama El café del callejón, ubicado en el Callejón del Fino en el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala. La música de Mariel Castro y del doctor Antillón lo llevan a uno por profundos y abundantes laberintos musicales del recuerdo…y a mí me gustan mucho la sopa de frijoles, las baguettes y el refresco de moras que ofrecen. ¿Y su único y célebre postre? Ate de camote.
Luego de la cena del viernes pedí mi plato de camote, que suele ser dorado, como los camotes normales y cuál sería mi sorpresa: ¡El camote venía morado! Y llamé al propietario y le pregunté que por qué es que el camote venía morado (entre emocionado y temiendo que de debiera a algún truco culinario para poner distinto el camote). Y me contestó -como disculpándose- que así vinieron los camotes: morados.
¡Yo no lo podía creer! Por fín, después de 40 años y de más de una década de buscarlos, tenía ante mí los legendarios camotes morados hechos ate. ¡Por supuesto que pedí un plato extra y pedí uno para llevarle a mi madre! y ¡Ja!, cuando se lo mostré y lo probó ella estaba tan maravillada y contenta como yo .
¿Será que volvieron los camotes morados? ¿Será que nunca desaparecieron y que sólo se me escondían?
Voy a averiguar…y mientras tanto estoy feliz como una perdíz.
La foto es por Raúl Contreras, de Asi es la vida.
Actualización: Vamos al mercado del barrio, preguntamos por camotes morados y la vendedora nos dice: Ay, si de esos han estado viniendo; pero la gente no los compra porque piensa que están malos. Y, ¡Plop!, diría Condorito.