Hoy, Amilcar Burgos, exdirigente democrata cristiano, nos ofrece una fotografía política para el recuerdo; una que no hay que dejar pasar inadvertida.
Nos cuenta, por ejemplo, que no queríamos que los ideólogos y la gente pensante quedara fuera del Congreso, aunque no fuera necesariamente popular; y que por eso es que las listas nacionales de candidatos a diputados estaban vinculadas a los votos que los partidos recibieran en la elección presidencial.
Es fascinante esta declaración de Burgos; porque el ingeniero quería un proceso que produjese un producto que era voluntad política libremente expresada por los ciudadanos; pero al mismo tiempo quería imponer diputados aunque no fueran necesariamente populares. Y si los de las listas nacionales impuestos fueron los pensantes, como les llama Burgos, ¿quiénes fueron los de las otras listas? ¿Los no pensantes? ¿Los populares y no los elitistas? A la gente, ¿le dieron a elegir sólo entre los no pensantes? ¿Por qué?
Mi hipótesis es que aquel diseño responde a una mentalidad ingenieril propia del socialismo en cualquiera de sus ramas socialdemócrata, socialcristiana, nacionalsocialista o socialista científica. Lenin, por ejemplo, al darse cuenta de que el proletariado no se depauparizaba en Inglaterra, y que por lo tanto no encabezaría revolución alguna, inventó el concepto de Vanguardia, que eran los ideólogos y la gente pensante que, con la conciencia de clase de la que carecían los obreros ingleses, sí encabezarían la revolución. La idea de Burgos y de su equipo tiene pedigree.
Burgos se contradice cuando dice que querían darles reglas a los partidos para que fueran democráticos; pero desconfía del buen juicio de los ciudadanos cuando dice que debería haber una elite que no estuviera sujeta a ser popular.
Talvez por eso es que a Burgos no le gusta que actualmente haya un sistema de mercado. En el mercado, los consumidores son los que eligen. Uno va y elige qué cereal quiere comprar, de acuerdo con la información que tiene. ¿Habrá quienes, en el supusto de que la gente elegirá mal, porque es ignorante, prefieren un proceso en el que ellos, ¡la élite pensante! le digan a la gente qué es lo que deben elegir? ¿Es eso, democrático?
¿Y qué tal si hay a quienes les molesta que el sistema sea de mercado en el sentido de que dependa de tener dinero, o no? Las cosas han tomado un giro. Si antes los candidatos tenían que ir a donde las élites económicas a pedir recursos, ahora ya hay quienes tienen billeteras más grandes que las de los ricos de siempre. Ahí están los narcos que tienen billeteras que parecen barriles sin fondos; no porque les reboten los cheques, sino porque parecen infinitas.
Por otro lado, con la experiencia de Sandra Evita Torres, debería a empezar a estar claro que el dinero no lo es todo para posicionar a un mal candidato, o para eludir el voto de castigo. Sandra Evita lleva cuatro años de campaña, gastándose el dinero de los tributarios y no hay cantidad de millones de quetzales que la acerquen al canditato que encabeza las encuestas.
De vuelta a la entrevista con Burgos, la suya parece una confesión de cómo es que, en realidad, muchos políticos que se dicen democráticos no creen en la democracia. Y de que en realidad, lo que hacen es diseñar sistemas que garanticen que el establishment permanezca en el poder. En realidad, desprecian y desconfían de las decisiones democráticas hechas por electores, que, a su juicio no saben que deberían elegir élites pensantes, y sólo votan por candidatos populares. Y habiendo dicho lo que dijo, con tejado de vidrio, Burgos tira la primera piedra contra el Ejército, acusándolo de no ser democrático.
!Que huevos!, dijo Cándido, al sorber su café con leche.
A este hay que darle a leer “La contra revolución de la ciencia” Si es que logra entenderla podrá saber en que metió la pata.