Según mi cuate, Felipe Valenzuela, el pleito que se está librando entre Francisco Dall´anese, director de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y su sucesor, Carlos Castresana, debe ser abortado cuanto antes. Felipe parece sostener que los trapos sucios se lavan en casa; y aunque yo estoy de acuerdo con que esa máxima es perfectamente apropiada para la vida privada, no lo es para asuntos de interés público.
Soy, desde los tiempos de la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y de Aparatos Clandestinos -predecesora de la CICIG- muy descreído de las bondades de semejantes comisiones. Empero, si fuera cierto que la Comisión es una oportunidad para fortalecer las instituciones y avanzar contra la impunidad, eso sólo sería posible bajo la luz de la transparencia y en un ambiente en el que el fin no justifique los medios. No en uno que dependa de que los trapos sucios se laven en casa, ni en uno en el que un mediador eficiente detenga la autocrítica y cualquier proceso de discusión y rectificación pública de errores graves cometidos.
Hace unos meses, cuando prevalecian la condecendencia y el secreto sobre la CICIG, esta, su jefe y sus actuaciones eran incuestionables. Excepto, claro, por parte de un pequeño grupo de críticos tenidos como parias por el establishment. Hoy, sin embargo, el mismo Felipe habla de la erosión del prestigio de la CICIG, y los errores y los resbalones del excomisionado Carlos Castresana.
Juan Luis Font, cuate, también, se refiere, hoy, a los tormentos de la CICIG y a la pesada herencia que, a modo de lastre, digo yo, le dejó Castresana a su sucesor. A Dall´anese le toca dar la cara frente a penosas derrotas frente a los tribunales, dice el columnista. La mismísima Helen Mack -laureada internacionalmente- está teniendo sus que sí y que no con la Comisión y con el comisionado. Y estoy de acuerdo con Font en el sentido de que este tipo de diferencias se discuten, no se acallan.
Otro columnista, Edgar Gutierrez, hace referencia al virus Castresana, a los vicios de Castresana y de su gente y a los casos chuecos que heredó el mismo Castresana y que podrían desplomarse como castillos de naipes en los tribunales. Hace referencia a implantación de pruebas, coacción de testigos y otras prácticas.
¡Que lejos parecen los días en los que todo crítico de la CICIG y de su Comisionado eran señaladas de ser parte de una conspiración, o alguna forma de mercenarios! Y que bueno que ya se pueden discutir el papel y la naturaleza de la Comisión y el desempeño de sus jefes.