La triste historia de la prostitución de los derechos humanos

Hoy leo que alguien se pregunta: ¿Para qué sirven los derechos humanos? Y luego se queja de que si un criminal llega a la cárcel, los derechos humanos y la corrupción se encargan de que ese sea su centro de operaciones y de que tengan una vida cómoda.

Es una lástima que el abuso que se ha hecho del concepto esté llevando a las personas a pensar que el respeto a los derechos humanos es un obstáculo para la convivencia social pacífica. Al haber incorporado las demandas de los grupos de interés, a la lista de derechos individuales, los que promueven esa incorporación han prostituido algo tan valioso y tan importante como es el principio de que los derechos individuales de todos deben ser respetados y protegidos absolutamente; y más aún, cuando se enfrentean a los intereses colectivos.

La propiedad de uno mismo quiere decir que uno es dueño de su vida; y negar eso, implica que otros tienen más derechos sobre la vida de uno, que uno mismo. Nadie más que uno es dueño de su propia vida, y uno no es dueño de la vida de otros. Ese es el principio generador de los derechos individuales.

Si a usted le interesa comprender la naturaleza de los derechos individuales, le recomiendo este vídeo de Ken Schoolland.

El peligro de que las personas no comprendan la importancia de los derechos individuales (o humanos, si así se les quiere llamar) es que podrían estar dispuestas a renunciar a ellos, en su persecusión del orden; y eso es el principio del fin de la libertad.

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  1. homohominilupus

    Ese video de Schoolland me pareció muy bueno cuando lo vi en la reunión de Mont Pelerin (ya estaba trabajando en la Biblioteca). Me gustó mucho conversar con Mr. Schoolland y escuchar su versión justificando por qué el video era gratuito y estaba disponible en Internet. Incluso ofreció enviar copias para que se distribuyeran en colegios. Hay pocos hombres dispuestos a dar el fruto de su trabajo sin recibir una remuneración económica, sino recibir a cambio la remuneración de esparcir las palabras de la Libertad. ¡Enhorabuena!