13
Feb 07

Irresponsabilidad, inocencia e impotencia

Un lector de Prensa Libre relata hoy que “Me decía un amigo: Pobre gente engañada. En mi país (España), como en el resto de países europeos, el Estado es responsable absoluto del accionar de los bancos. No entiendo por qué en Guatemala no se quiere adoptar esta regla”.
Yo creo que es muy perverso que el estado sea responsable absoluto del accionar de las personas. Creo, de verdad, que las personas deberían ser responsables de las consecuencias de sus acciones. Sólo así es posible tener ciudadanos, tributarios y electores libres. Sin responsabilidad no hay libertad; y sin esta última, no es posible la primera. Responsabilidad y libertad son dos caras de la misma moneda.
Claro que hay gente que prefiere la seguridad, a la libertad, y claro que hay gente que prefiere ser irresponsable, a ser libre. Esto se explica por varias razones y entre ellas se cuenta que aveces la gente prefiere no tener que elegir (y dejar que otros elijan por ellos), y no tener que pasar por la ansiedad que producen las decisiones que uno toma y las consecuencias de ellas.
Por eso es perversa la propuesta. Cuando el estado es responsable absoluto del accionar de otros, lo que se cria no son ciudadanos, sino ovejas. Ovejas que, como dice Fredy Kofman, en su irresponsabilidad son inocentes; pero que en su inocencia son impotentes. Impotentes para ser protagonistas de sus propias vidas e imponentes para cambiar sus circunstancias.


26
Ene 07

Comentario de un lector

De César Elí Rivera recibí el siguiente comentario:

Quienes aseguran que en Guatemala no hay justicia están equivocados. ¿No me cree? Vea estos ejemplos: ¿Ha perdido usted todo el dinero que tenía depositado en cualquiera de las instituciones intervenidas? No hay que darle vueltas, está claro que el culpable es usted por haber confiado en ellos. ¿No ha tenido dinero suficiente para fin de año? La culpa es suya por no disponer de tarjetas de crédito o débito.

¿Ha pensado comentarle a su vecino que va retirar su dinero? Piénselo dos veces, o usted será declarado culpable de fomentar la desconfianza en el sistema.

¿No le gusta la forma en que esa gente arguye? Sigamos: ¿Ha denunciado usted el robo de un celular? El responsable es usted por llevarlo a cualquier parte y a cualquier hora.

¿Es usted una dama y la violan? Está claro que la única responsable es usted porque ¿para qué sale de su casa?
Más todavía, ¿Ha muerto usted en una balacera? Bien sea que le hayan disparado intencionalmente o no, el único responsable es usted por no haber sido suficientemente rápido para evitarlo o por estar en el sitio equivocado a la hora equivocada.

En cualquier otro país, esto sería motivo de risa, pero en el nuestro es para tomárselo bien en serio. Porque de aquí en adelante, cada vez que usted presente una denuncia, usted será el primer y único sospechoso, procesado y posiblemente condenado. Justicia cumplida. ¿No le encanta nuestro sistema?

Noto algo de sarcasmo en los comentarios de don César; y por eso sólo voy a comentar dos cosas:

  1. Si abdicamos a la responsabilidad individual, seguramente podríamos gozar de la comodidad de “ser inocentes”; pero al ser inocentes (al no ser parte del problema) nos privamos de la posibilidad de ser parte de la solución. ¡El gobierno hace mal en relevar a las personas de su responsabilidad!
  2. Si para algo necesitamos gobierno es para que proteja nuestra vida, nuestra libertad y nuestra propiedad, y para que garantice el cumplimiento de los contratos. ¡Para eso, sí lo necesitamos!, no para que administre privilegios, ni para que controle nuestras vidas.

14
Oct 06

Tres remedios

Hace años dos amigos y yo tuvimos una empresa. Al poco tiempo de iniciar operaciones, llegó al negocio uno que había sido mi jefe y a quien le tengo muchísimo respeto y cariño. En la entrada puso su mano sobre mi hombro, me vio a los ojos y me dijo: “Luis, ahora su única responsabilidad es obtener utilidades”.

La frase y la mirada me golpearon duro porque tenía toda la razón del mundo. No sólo tenía que pagar la renta, cumplirle a mis proveedores, pagar los salarios de mis empleados y satisfacer y mantener contentos a mis clientes. También tenía que obtener utilidades para mis socios y para mí. ¡Muchas personas se beneficiarían del éxito de la empresa! Y muchos perdieron cuando fracasé en generar utilidades.

Les cuento esto porque la semana pasada escribí sobre la responsabilidad social empresarial, concepto que es el Caballo de Troya al que muchos empresarios de buena fe, y algunos empresaurios vergonzantes, le han abierto las puertas. Yo digo que de dicho caballo saldrán impuestos y barreras no arancelarias; pero lo peor de es que ya ha salido la creencia de que el empresario exitoso no es un beneficiario de la humanidad, sino un saqueador que debe “devolver” algo de lo que ha tomado.

Una de las primeras objeciones que leí, acerca de la idea de que la única responsabilidad del empresario es generar utilidades es que eso de las ganancias es aceptable a duras penas y que definitivamente no debe hacerse a costa de otros, o del bien común.

Olvidan, quienes sostienen aquellas objeciones, que una empresa exitosa en una economía de mercado, sólo puede serlo si opera con honestidad y si cumple sus contratos. Una empresa exitosa, en una economía de mercado, sólo puede serlo si basa sus operaciones en normas de recta conducta; y en una economía de mercado, la única forma en que el empresario puede tener éxito es satisfaciendo las necesidades de sus clientes y produciendo algo que los demás quieran y que prefieran comprárselo a él, en vez de comprárselo a alguien más.

Por eso es que todo empresario que da empleos y que tiene contentos a sus clientes, ¡y que encima tiene utilidades!, sin acudir al Legislativo, o a la casa de gobierno, debería ser un héroe, y no un penitente.

¿Y sabe usted qué? Que con sus utilidades, yo no conozco un solo empresario exitoso que no tenga por lo menos una obra de caridad favorita. Toda sociedad protectora, toda fundación y toda liga recibe generosas donaciones de personas que deciden compartir sus utilidades en lo individual y de manera voluntaria (y por eso es que también en forma virtuosa). ¿Se da cuenta? No habría nada que dar, si primero no hubiera ganancias. Y si la caridad no fuera voluntaria, ¿sería virtuosa?

Yo propongo tres remedios para aquellos empresarios que se sienten presionados para caer en la trampa de la RSE: el libro La buena empresa, que venden en el Centro de Estudios Económico-Sociales (teléfono 2338-7828); el libro Virtues in Verse: The Best of Berton Braley (que se consigue en Amazon); y el discurso de John Galt, en La rebelión de Atlas (que también se consigue en el CEES).