Este año no bajamos a quemar al diablo como hubiera correspondido. En buena parte porque estoy medio agripado; pero por también porque andaba con la inquietud de que no debería salir. Si visitas Carpe Diem desde hace ratos seguramente recuerdas que nos gusta vivir la tradición en el Cerro del Cármen. Hace seis años descubrimos que esta fiesta familiar se celebra de forma tradicional y encantadora en lo alto del Cerro del Carmen, en la ciudad de Guatemala….y, ¿vas a creer? poco antes del inicio de la quema, hoy fue asesinada una persona a inmediaciones de aquel lugar lo cual es una pena.
El año pasado nos fue muy bien porque una familia y sus vecinos nos acogieron para quemar el diablo, de acuerdo con la tradición chapina. Este año nos quedamos en casa y vivimos la fiesta desde el balcón. Desde ahí vimos a una familia que salió a quemar cohetes a la calle; pero lo mejor fue que por toda la ciudad hubo fuegos artificiales y el ambiente se llenó del conocido aroma a pólvora, aróma que necesariamente despierta el antojo de comer tamales y tomar ponche.
El vídeo de abajo muestra cómo se vieron los fuegos artificiales desde mi balcón.
¿Qué es la quema del diablo?
La quema del diablo es una tradición guatemalteca que representa la oportunidad ritual para echar al fuego lo malo, lo inservible, lo caduco, lo que hace daño y lo que no queremos para el año que viene, en un contexto místico y mitológico.
En la víspera de la fiesta de la Inmaculada Conceptión, el Diablo es quemado en Guatemala. A las seis de la tarde, el cielo, ya para esa hora oscuro, se torna rojizo debido a los cientos de fogarones que arden en las calles de todos los barrios de la ciudad, tal como sucede en todos los pueblos del país. Para el imaginario guatemalteco, es una especie de “limpia”, dice la novela De cara al sol, por mi amigo, Milton Estuardo Argueta.
Desde una perspectiva racional y más universal, la fiesta trae la luz y el fuego a la época del año en la que las noches son más largas, frías y oscuras, por lo que es apropiado celebrarla con familia y amigos, y recordar que, aun en la oscuridad, es posible la luz. Estoy seguro de que cada quien podrá sacar de todo esto lecciones de vida y aprendizajes que habrá que transmitir a las generaciones siguientes.
Disfruto mucho esta fiesta chapina porque es una ocasión propia para celebrar la vida y recordar a dos personajes malentendidos, uno de ellos casi olvidado, que -aparentemente- no tiene nada en común: Lucifer y Prometeo. Ambos se rebelaron contra dioses tiránicos y arrogantes. Ambos fueron cruelmente castigados por su atrevimiento. Uno es el traedor de luz, y el otro les dio el fuego a los hombres. Ambos son heroicos.
En 2018, cuando fuimos a la quema del diablo en el Cerro del Carmen por primera vez, el cura explicó que María, la que anuncia la luz, precede a Jesús, que es el Sol; y en la realidad, ¿quién precede al Sol? ¡Venus precede al Sol cuando Venus es lucero de la mañana! ¿Y cuáles son otros nombres antiguos de Venus? Lucifer, el traedor de luz; e Ishtar, diosa del amor, de la belleza y de la fertilidad. Los mayas, por cierto, no eran ajenos al concepto de que Venus, Lucifer o Ishtar es traedor de luz, ya que para ellos Venus (el heósforo) anunciaba que el Sol saldría ese día, luego de su paso por Xibalbá. ¡Hay que celebrar estas fiestas por la vida y por el valor de quienes traen la luz y de quienes se rebelan ante dioses tiránicos y arrogantes!
Cuando era niño, por cierto, la fiesta solía incluir la reunión de amigos en la mañana para ir a buscar ramas y chiribiscos con qué armar una buena pira. Luego, en la tarde, llegaba mi padre con cohetes y algunos fuegos artificiales, y a las seis mi madre preparaba buñuelos, y había mucha alegría en la calle y en la casa. De cualquier manera, como dijo Gustav Mahler: La tradición no es el culto a las cenizas, sino la preservación del fuego.
¡Me alegra mucho que se conserve la tradición!




































