
Como todos los años, desde hace varios años, el último domingo de junio es día de ir a San Juan Sacatepequez a por hongos de San Juan, oronjas, q’atzuyes, q’antzuhs o kantzus. Estas Amanita cesarea eran valoradas y degustadas por los césares, en Roma; por los mayas, y por los que tenemos la dicha de conocerlas.
Salimos temprano, con un grupo de amigos, y a las 8:30 a.m. ya estábamos en el parque de la población, en donde se juntan las vendedoras de hongos. La gente en San Juan siempre es muy amable, y tengo la impresión de que a las vendedoras les causa gracia la forma en la que mis amigos y yo nos emocionamos con los hongos. Conseguimos buenos hongos, aunque este año sólo trajimos sanjuanes y xaras anaranjadas.
En el mercado había otras delicadezas de la cocina popular chapina, como armadillos e iguanas asadas, mojarras, camarones secos, y distintos dulces de frutas, así como tamalitos de elote cuyo aroma me gusta muchísimo.
En casa, normalmente preparamos los sanjuanes sólo cocidos en agua y aderezados son sal y pimienta, para disfrutar su sabor delicado y digno de césares y reyes como Ah Kakaw. Empero, esta vez los rodajamos y los freímos en aceite de oliva con tallo de cebolla picado finamente, para comerlos sobre pan francés de horno de leña. Las xaras las comemos asadas, con sal y gotitas de naranja agria.
En mi casa los hongos siempre han sido muy apreciados. Cuando era niño los anacates eran los favoritos y era una gran ocasión cuando estaban en temporada. Se los comía con mantequilla, cebolla y perejil; o bien, en frijoles colorados. Mí tía Adelita, en Panajachel, gustaba mucho de los hongos de San Juan.
Aaaaaah, como celebro estas delicias.