A ver, explíqueme usted: la gente siempre se está quejando de los pícaros políticos que temporalmente detentan el poder, también conocidos como pipoldermos. Que si no son mentirosos, son corruptos. Que si no son ineptos, están al servicio de quién sabe qué intereses. Pero esa misma gente, que se queja de los pipoldermos, también quiere que estos hagan cosas importantes.
Mucha gente quiere que los pipolermos se encarguen de la educación, de la salud, de regular a la banca, de regular la energía eléctrica, de los niños y de los ancianos, y de otros asuntos que valoramos.
Cada cuatro años, no falta quienes demanden que al grupo de pipoldermos que asume el poder se le de el beneficio de la duda. Yo no comparto ese criterio, porque, a mis 46 añitos, he visto suficientes pipoldermos como para no confiar en ellos. Me alejé de la política partidista para no tener que comer con ellos.
Y bueno…con todo y todo, puedo entender que más de uno quisiera darle el beneficio de la duda a Alfonso Portillo porque decía que amagaba con la derecha y pateaba con la izquierda. Puedo entender que alguien quisiera darle el beneficio de la duda a Oscar Berger porque su aspecto de no estar en nada confunde. Pero la administración de Alvaro Colom está clara como el agua. Esta administración es socialdemócrata pelada. Entonces, ¿qué duda?
Para no hacer difíciles las cosas consulto la Wikipedia y veo que la socialdemocracia es una ideología política que surgió a partir del movimiento socialista. No pretende acabar con el predominio del sistema capitalista, ni busca reemplazarlo por completo. Los socialdemócratas pretenden reformar el capitalismo democráticamente mediante la regulación estatal y la creación de programas y organizaciones patrocinados por el estado para aliviar o quitar las injusticias supuestamente causadas por el sistema capitalista.
Aquí no hay lugar para la duda. La administración socialdemócrata de Alvaro Colom va a ser de esas en las que los intereses de la mayoría, o de la colectividad, van a privar sobre los derechos individuales; porque si fuera al revés, o sea que los derechos individuales tuvieran preeminencia sobre los intereses colectivos, o de la mayoría, entonces sería una administración liberal.
Será una administración reguladora, intervencionista; porque si no lo fuera, sería una administración capitalista.
Ahora bien, ya sabemos, porque ya pasamos por ahí a lo largo del siglo XX, que el socialismo en cualquiera de sus formas ha fracasado por cuatro motivos principales: en el campo de la ética, convierte a las personas en dependientes del estado, les quita responsabilidad y los hace impotentes. En el campo jurídico, sustituye el estado de derecho por el de arbitrariedad. En el campo político, sustituye las relaciones sociales voluntarias por las relaciones sociales forzadas. En el campo de la economía, al intervenir los precios, les anula su valor como portadores de información y hace imposible el cálculo económico.
No me voy a meter a especular si entre los pipoldermos de la nueva administración hay narcos, exguerrilleros y otra clase de mafiosos. Con sólo aquellos elementos, que encontramos en las socialdemocracias, los socialcristianismos y los nacionalsocialismos del siglo XX, podemos ir calculando que la socialdemocracia del siglo XXI, en Guatemala, no deja lugar para dudas.
Y si a aquello le añadimos que en su primera semana los pipoldermos de turno politizaron el Consejo Nacional de Adopciones, le entregaron la educación pública a Joviel Acevedo, se ha manifestado a favor de los privilegios, están piñatizando los puestos públicos y el presupuesto de estado, han amenazado con endeudarnos y le han vendido el alma al diablo de la cooperación internacional, ¡¿qué beneficio de la duda cabe aquí?! No hay derecho. ¿Cómo es posible obtener resultados diferentes si se hacen las mismas cosas de siempre?
Publicada en el diario Prensa Libre el sábado 19 de enero de 2008