Aparentemente todavía hay víctimas, vivas, de los experimentos con enfermedades venéreas que se realizaron en Guatemala en tiempos de La Revolución. Presuntamente un grupo de abogados habría contactado a un grupo de hombres de edad avanzada, de San Agustín Acasaguastlán y a sus familias, y supuestamente ellos fueron conejillos de indias en tiempos de Juan José Arévalo, cuando hacían el servicio militar y el ministro de la defensa era Jacobo Arbenz.
Si se probara que aquellas personas fueron parte de aquellos experimentos, cualquier resarcimiento o indemnización debe ser para ellas (o sus herederos) y no para los políticos y burócratas como pretende Rafael Espadita Espada.
Las víctimas de aquellos experimentos fueron personas individuales y específicas con nombres, caras, historias propias y familias. Para ellos debe ser cualquier resarciminento, no para que se diluya en ese colectivo oscuro y anónimo que es el estado.