Recientemente leemos que el régimen de Cuba está aflojando los controles y las prohibiciones que pesan sobre su poblacion. Hace poco, la dictadura le permitió a la gente tener teléfonos móviles; y hoy leemos que Raúl Castro le ha autorizado a los cubanos a alojarse en los hoteles de la isla. No fue hasta hace muy poco que a los cubanos se les dio permiso para tener hornos de microondas, DVD players, y otros aparatos domésticos.
A esto es lo que Friedrich A. Hayek se refiere cuando dice que la libertad es una; y que cuando en una sociedad se permite la coacción arbitraria, entonces no hay libertad. El efecto de la coacción arbitraria es que hace que quienes están sometidos a ella tomen decisiones de acuerdo con los intereses y las demandas de quienes los coaccionan, y no de acuerdo con sus intereses y sus necesidades propias.
Sólo una sociedad en la que la coacción arbitraria ha sido eliminada es una sociedad de personas libres, propiamente dicha. Cuando lo que hay son libertades, estas en realidad son privilegios, permisos, autorizaciones especiales y particulares.
Si en una sociedad ha sido eliminada la coacción arbitraria, y por lo tanto hay libertad, ¿qué necesidad hay de habalr de libertades específicas? Ninguna, a menos que haya unas y que no haya otras, o que las haya para ciertos grupos, y no para otros, como ocurría en Cuba, donde extranjeros y pipoldermos sí tenían acceso a teléfonos, hoteles y hornos de microondas por la gracia del régimen totalitario.
Es bueno que se amplíen los permisos y las autorizaciones especiales en Cuba; poco a poco estas pequeñas grietas harán colapsar al régimen que, para salir de la pobreza no se está volviendo más y más socialista, sino que aprovecha más y más del capitalismo. Irónico, ¿o no?