En 1999, cuando el dólar estaba escalando e iba a Q7.30 por uno, había gente se preocupaba porque el quetzal perdía valor y clamaba porque los políticos y sus burócratas hicieran algo para apuntalar la moneda nacional (principalmente que el Banco de Guatemala vendiera dólares para elevar la oferta artificialmente). Dieciocho años después, cuando el dólar está al mismo precio de Q7.30 hay gente que se preocupa porque el quetzal vale demasiado y clama porque los políticos y burócratas hagan algo para apuntalar el dólar (principalmente que el banco central compre dólares para elevar la demanda artificialmente).
¿Ves lo que pasa cuando se permite que la política controle los precios? No se puede tener a todos contentos y la política favorece a aquellos que tienen la posibilidad de influir en ella y de usarla en su propio beneficio.
Los precios, como el del dólar con respecto al quetzal, son mecanismos de información que les sirven a los actores económicos para saber dónde alocar recursos y dónde no. Por ejemplo, ahora que están caros los tomates, porque ha bajado la oferta, quizás sea tiempo para sembrar tomates, o importarlos. Es mal tiempo para dejar de producir tomates.
Si los precios son alterados políticamente para beneficiar grupos de interés particulares, la información que acarrean los precios es censurada y los actores económicos no tienen información confiable sobre donde alocar recursos, y donde no.
Antes había gente incomodada porque la política no servía a sus intereses, y ahora hay gente incomodada porque la política no sirve a sus intereses. Pero lo único que sirve a los intereses de todos -en el largo plazo y all things considered– es que la información que acarrean los precios sea confiable. Y la eliminación del privilegio de usar la política y la legislación en beneficio propio.