El Presidente del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras señaló la necesidad de todos los sectores de decidir cuánto de libertad estamos dispuestos a ceder. Pero, ¿será que eso quiere decir el autor de la opinión?
En una sociedad hay libertad cuando en las relaciones sociales está ausente la coacción arbitraria. Es libre la persona cuyas acciones no están sujetas a la voluntad antojadiza de terceros. La coacción, por cierto es la presión autoritaria que una persona ejerce en el medio o en las circunstancias de otra; bajo esa presión el presionado se siente forzado a actuar conforme los deseos de quien ejerce la presión, y no en persecución de sus propios planes, y objetivos. La coacción es un mal porque elimina al individuo como ser pensante que tiene un valor intrínseco y hace de él un mero instrumento en la consecución de los fines de otro. Hay libertad en una sociedad cuando la coacción -bajo las leyes, y no arbitraria- ha sido reducida al mínimo, sólo para ser usada contra aquellos que, en vez de basar sus relaciones sociales en las relaciones voluntarias y pacíficas las basan en la fuerza; como los delincuentes, por ejemplo. Las leyes, eso sí, no son cualesquiera regulaciones emanadas por el Legislativo; leyes son sólo aquellas normas generales y abstractas que protegen la vida, la libertad y la propiedad de todos.
Dicho lo anterior, a la pregunta de cuánto de libertad estamos dispuestos a ceder sólo puede haber una respuesta: Niente. Nada porque, ¿para qué querríamos ceder 10%, 30%, o 90% de uso legal de la coacción arbitraria en la sociedad? ¿Por qué querríamos cederle espacio a las relaciones forzosas, a costa de las relaciones pacíficas y voluntarias? ¿Por qué querríamos sustituir un estado de cosas en el que podemos hacer todo, excepto aquello que está prohibido por la ley, a cambio de un estado de cosas en el que sólo podamos hacer lo que la ley nos permite?
La libertad, que es ausencia de coacción arbitraria, sólo se cede a cambio de presencia de coacción arbitraria. Si lo opuesto a la libertad es la coacción arbitraria, cuando tenemos menos libertad porque la cedemos, entonces tenemos más coacción arbitraria; es decir, más presión autoritaria que nos obligue a actuar conforme los fines de otros; en vez de hacerlo conforme a nuestros fines propios. ¿Para qué querríamos eso, sino para destruir a la sociedad?
Si queremos una mejor sociedad, que creo que es lo que sinceramente quiere el Presidente del CACIF, la vía no va por ceder la libertad. Va por protegerla, garantizarla, y defenderla total y absolutamente para todos y siempre. El uso de la coacción arbitraria en las relaciones sociales debe ser rechazado y prohibido sin excepción. Y aquellos que hagan uso de ella, como los delincuentes, deberían ser castigados moral y penalmente. Una sociedad que admite el uso de la coacción arbitraria, porque cedió parte de su libertad, es una sociedad condenada a caer en manos de aquellos que viven de la coacción arbitraria y que por eso desprecian la libertad, y las leyes que la protegen.