Con alguna frecuencia veo uno de esos programas de concursos de cocineros. Me gusta verlo porque…ya sabes…me encanta cocinar y comer bien; y porque disfruto mucho viendo platos nuevos y otras aproximaciones culturales a la comida. Pero muy recientemente he notado una tendencia perturbadora: los chefs que son jueces de la competencia se refieren a las carnes como proteínas y a las zanahorias como betacaroteno.
Si esta tendencia viniera de simples comentaristas, o de observeradores X, no me hubiera parecido digna de reparar en ella; ¡pero viene de cocineros profesionales! ¡Viene de chefs! ¿Qué clase de tendencia cultural perversa es esa de reducir las carnes a uno sólo de sus componetes: la proteína? ¿Qué clase de tendencia cultural malsana es esa de reducir las zanahorias a el betacaroteno? Los jueces dicen cosas como ¿vas a freír, o vas a asar la proteína? El betacaroteno, ¿va rodajado, o va en cubos? Es tan reduccionista y tan de mal gusto como referirse a las mujeres con el nombre de una de sus partes anatómicas. Es como cuando un adulto trata de persuadir a un niño de que coma brócoli porque tiene vitaminas. ¡Carajo!, cuando uno es niño (y adulto que no ha perdido la capacidad de maravillase) los brocoli se comen porque son deliciosos…¡y hasta porque parecen arbolitos!…y de paso, pero solo de paso porque son tienen vitaminas; que triste sería que los seres humanos comiéramos como si se tratara de recargar combustible.
Cuando comes carne, lo verdaderamente humano es hacerlo porque está fresca; porque tiene un sabor de tales, o cuales matices, porque está bien dorada por fuera y rosada por dentro (por decir algo); porque es de tal, o cual animal. Cuando comes zanahorias gozas que sean anaranjadas, moradas, o amarillas; que sean poco más, o menos dulces. No te las tragas porque sean proteínas, o betacaroteno. ¡Claro que la alimentación es importante!; pero para un epicúreo como yo, aquel reduccionismo convierte en pedestre y vulgar lo que es artístico y sublime. Para un epicúreo como yo la cocina y la mesa no son para proteínas y betacaroteno, son para hacer felices a la familia y los amigos con carnes y vegetales, con aromas, sabores, texturas colores y sonidos.
Tal vez es sólo descuido, o es sólo una moda inconciente; pero ojalá que estas tendencias no sean una neolengua cuyo objetivo sea convertir lo bello y lo delicioso en simples elementos de la tabla periódica; y convertir a las personas de seres dignos de alegría y placer en sus alimentos, en consumidores mustios de concentrados bien balanceados.
Hace poco vi una película distópica malísima en la que las personas sobrevivían comiendo una gelatina hecha de cucarachas. Esa cosa tal vez si merezca el nombre de proteínas; apelativo que le queda muy, pero muy pequeño a un buen churrasco.
No es extraño, eso sí, que la tendencia anotada arriba surga en sociedades donde se está perdiendo la conciencia de que el lenguaje es algo precioso. En sociedades donde uno va al banco y en vez de preguntarle si va a abrir una cuenta, a uno le preguntan si va a aperturar una cuenta. En sociedades donde los periodistas se refieren a los jueces como juzgadores.