En un rincón antigüeño me encontré con estas flores que nunca había visto antes. Crecen al lado de los muros de piedra centenarios y alegran y sorprenden con su forma y sus colores.
¿Alguién sabe cómo se llaman?
A mí me parece que este es un palo de pito; y, ¿sabes que Maximón fue tallado en madera de palo de pito?
Maximón es un personaje complejo, algo maya y algo cristiano, le gustan los cigarros, el sexo y el licor; y hace cualquier favor (cualquiera, incluso cosas que la gente no se atrevería a pedirle a una divinidad, santo, o demonio cualquiera). Es bueno para los negocios y no hay que enojarlo.
Maximón fue tallado por cuatro dioses mercaderes para que cuidara a sus esposas mientras ellos iban de Atitlán a otras regiones a comerciar. ¿Y sabes qué? Maximón les jugó la vuelta.
El brujo de la Boca del Monte le dio la receta a mi bisabuela, Mami, y ella enviaba el jarabe de morro para curarnos la tos a los niños. De eso me acordé ayer, que amanecí tosiendo, y que no tenía ganas de escribir de bochincheros, de reformas constitucionales, ni de policías secuestradores.
Esta es temporada de hacer jarabe de morro porque es tiempo de flores de izote, uno de los ingredientes indispensables para aquella preparación. Los otros componentes son los morros, claro; cañafístula, guarumo, flores de buganvilia roja, rapadura y brandy.
Todos aquellos ingredientes –menos las flores de izote y la panela– están mencionados en Plantas de uso medicinal en Guatemala, por A. Cáceres; y a todas se les atribuyen propiedades para el tratamiento de afecciones respiratorias. Las flores de izote, por cierto, están descritas en la receta como candelas de flor de izote y son las floraciones antes de reventar. Desafortunadamente, la receta no tiene cantidades.
El brandy se explica porque sirve para conservar el jarabe; y por la siguiente anécdota de mi cuate, Amable: Este era el cura del pueblo, cuyo remedio contra la gripe eran una botella de brandy y un sombrero. El cura ponía el sombrero a los pies de la cama y se metía en ella. Y tomaba brandy hasta que veía dos sombreros. Entonces estaba sanado.
La última vez que hicimos jarabe de morro en la casa fue en 1974; y todavía estaba viva mi nana, Elena. Cuando ya se había enfriado el jarabe y tocaba añadir el brandy, fui a donde mis padres guardaban los licores y elegí. Descarté dos botellas que se veían elegantes y tomé una de cierto licor nacional del cual había oído decir a mi padre que era como coñac.
Cuando les conté a mis padres que había hecho jarabe de morro me preguntaron que qué licor le había echado; y, listo yo, les dije que había tomado un ron nacional para no usar los importados. Y resultó que esa era una botella que la Licorera le había obsequiado a mi padre, en aquellos tiempos en los que el Zacapa no se comercializaba como ahora y era algo muy raro y apreciado. Por supuesto que me cayó mi enjabonada; pero valió la pena porque todavía recuerdo el sabor delicioso de aquel jarabe y sus propiedades curativas contra la tos, solo igualadas por la infusión de orozuz, de mi amiga Lucía.
Esta columna fue publicada en El Periódico.
¡Ya tienen flores los izotes de mi vecino!. En casa nos gusta usarlas para preparar pizzas, en tortilla con huevo, y también guisadas con pollo, en caldo, o en tamalitos.
A mí me gusta comerla sin los pistilos, porque estos son muy amargos; y, en cambio, los pétalos tienen un sabor delicado muy agradable.
Son hermosas estas nubecillas de flores blancas que crecen por todas partes. Los izotes se usa mucho en cercos y como barreras vivas para evitar la erosión; pero también es una planta ornamental en los jardínes. Es la flor nacional de el vecino El Salvador.
Cool! Ahí está que lo que yo creía que era otra flor de Perdidos en el espacio, no era sino la vaina que contiene sus semillas. Ayer, que se abrió totalmente, dejó salir docenas de semillas hirsutas que se han estado esparciendo por los alrededores.
En más de 5 años que tengo de tenerla esta es la primera vez que esta mi planta produce una vaina con semillas. A mis suculentas las llamo flores de perdidos en el espacio porque parecen como venidas de otro planeta.
Se ve, con claridad, que mi flor de Perdidos en el espacio será totalmente peluda. Su hirsutez se asomaba con más claridad hoy en la mañana y espero que para medio día ya esté totalmente abierta.
Aunque la tengo desde hace más de 5 años, esta es la primera vez que le veo esta flor a esta planta en particular, así que es muy emocionante. Mi cuata Marianela dice que se ve como un pájaro; y ciertamente podría ser una Ave del paraíso.
Las llamo flores de Perdidos en el espacio ya que parecen de otro planeta. Son unas suculentas que me regaló mi abuela, Frances, y que adornan mi balcón. La más notable es una Stapelia gigantea; pero las otras no se quedan atrás; y a una de ellas nunca le había visto la flor.
En enero pasado noté que una de ellas tenía algo que no le había visto antes y me come la curiosidad por averiguar qué se trae….Y ahora estamos por averiguar. Hoy en la mañana empezó a abrirse y pronto veremos que nos ofrece esta hermosura.
En Guatemala esta es la temporada de jacarandas y se las ve hermosas por todas partes. Las de la foto son las de la Universidad Francisco Marroquín vistas desde la Plaza de la Libertad. Otro lugar en el que se lucen estos árboles es en el Teatro Nacional donde las nubes moradas se mezclan con la arquitectura impresionante del lugar.
Con las jacarandas también florecen los agapantos y los nazarenos que son morados; y también los matilisguates y los paloblancos. Aquellos son rosados y estos son amarillos.
Camarones les llamábamos, o se les llama a estas flores rojas. Los había en los jardines de la casa de mi abuela y cuando yo era niño no me acercaba a ellos porque creía que mordían. Luego conocí los camarones amarillos y la semana pasada me encontré con los blancos.
Ahora se que no muerden, je je. Y siempre me causa mucha gracia recordar aquello. Sospecho que eso de que los camarones mordían debe habermelo dicho el jardinero para mantenerme alejado de su trabajo.