12
Dic 08

Convivio y caballos andaluces

Con una interesante mezcla de personajes de las faunas artística, intelectual y diplomática fue celebrado el convivo de fin de año del programa Libre Encuentro. Dicho programa es un espacio independiente de opinión, análisis e información, que promueve el dialogo, la reflexión y la discusión. Y me dió mucho gusto que su director, Dionisio Gutiérrez, tuviera la gentileza de invitar a un grupo de estudiantes a los que les tengo mucho cariño y respeto; no sólo por sus dotes académicas, sino por su calidad humana, sus inquietudes cívicas y su compromiso con la filosofía de la libertad.

En su columna de hoy, Ramón Parellada hace una relación de esa fiesta, que francamente, fue una reunión de talentos extraordinaria; pero, además, el convivio incluyó una impresionante demostración hípica, protagonizada por magníficos ejemplares de la caballería andaluza y por sus jinetes ataviados con trajes goyescos. El vídeo no le hace mucha justicia al espectáculo; pero alguna idea da de la majestuosidad de aquellos caballos.

Durante cerca de 8 años fui escritor y conductor invitado en Libre Encuentro y siempre guardo buenos recuerdos de esa aventura y de lo mucho que ahí aprendí.


10
Dic 08

Paellada en la fiesta de Concepción Reyes

Con una majestuosa paella, preparada por mis amigos Ramón y Mercedes, empezaron las festividades chapinas de Concepción Reyes.

Ramón y Mercedes se lucieron, no sólo con la citada paella, sino con una reunión calurosa entre amigos. Uno de esos encuentros que lo llevan a uno a tiempos y a espacios familiares, donde lo que es bueno y lo que es bello (…y lo que es sabroso) son las notas que unen y animan.

Hacer una buena paella no es fácil; pero hay dos secretos que ayudan: El primero, es usar ingredientes frescos, y era evidente que esta los tenía. El segundo, está relacionado con la preparación cuidadosa del caldo con el que se cuece el arroz, y sin duda, la intensidad del sabor de esta paella, delataban que el caldo había sido preparado ¡como debe ser! La paella del sábado fue un gozo delicioso.

Mi padre, por cierto, preparaba una pella magnífica; y cuando la hacía, los niños lo ayudabamos. Lo hacíamos cuando lo acompañabamos al Mercado de La Placita a comprar ingredientes, y lo hacíamos cuando nos ponía a pelar calamares y a limpiar almejas. Y bueno…aunque tengo más de 5 años de no hacer una, mi paella es muy buena, también.

Para los no iniciados, es útil aclarar que la festividad chapina de Concepción Reyes tiene mucha raigambre. Comienza en el día de la Quema del Diablo, directamente relacionada con la celebración de la Inmaculada Concepción, el 7 de diciembre; y termina el 6 de enero, para la fiesta de Reyes. Una versión más corta es la Guadalupe Reyes que empieza el día de Guadalupe, o sea el 12 de diciembre, y termina en el citado 6 de enero.

Durante Concepción Reyes se come y se bebe -a diario- en compañía de familiares, amigos, colegas, clientes, proveedores. Generalmente hay más de una de esas reuniones en el día; y los chapines les damos el nombre de convivios.

Este año, la paellada de la víspera del día de la Quema del Diablo, en casa de Ramón y Mercedes, inauguró mi temporada de Concepción Reyes. ¡Y fue una inauguración soberbia!

La foto es por mi amiga Marta Yolanda.


08
Dic 08

¡Quémate, diablo, quémate!

En casa de mi amiga, Lucy, quemé al diablo como buen chapín; es decir: con cohetes, buñuelos, y lo más importante, rodeado de familia y amigos.

Lucy se lució con sus buñuelos, que le salieron esféricos, esponjados y dorados, como debe ser. Aquellas confecciones son la mejor parte de esta celebración y siempre es maravilloso comerlos bañados en miel de anís.

Una de mis anéctotas favoritas acerca de los buñuelos es la de una ocasión en la que mi padre decidió jugarle una broma a mi hermano, Juan Carlos. Resulta que JC es de los que tomaba la porción más grande y el buñuelo más grande, siempre que podía; así que un 7 de diciembre, mi padre tomó un pedazo de algódón, lo forró con masa de buñuelos y produjo uno notablemente más grande y hermoso.

Ya cubierto con miel, el buñuelo en cuestión se veía tentador, así que cuando JC entró a la cocina y vio el buñuelo grande lo reclamó para sí. Mi padre entabló con él una discusión y le disputó el buñuelo. Los que sabíamos de la broma observábamos con entusiasmo y el momento culminante fue cuando mi hermano tomó el buñuelo y se lo metió entero a la boca.

Y tardó unos segundos en notar que había algo extraño. Unos segundos más se requirieron para que se diera cuenta de que había caído en una broma y que estaba mascando un buñuelo de algodón.

En casa siempre recordamos esa broma de mi padre, que se caracterizaba -entre otras cosas- por su sentido del humor alimenticio, del cual JC era una víctima perfecta.

Resulta que Juan Carlos era muy melindroso; y a la hora del almuerzo siempre preguntaba que qué era lo que le estaban sirviendo. Y eso contrasta conmigo, porque yo comía lo que me sirvieran, y nunca objetaba lo que había en la mesa. De hecho, para mí el asunto era que mientras más exótico, mejor.

Así que mi padre se inventaba que estabamos comiendo culebra, brontosaurio y cosas así; de modo que le pobre JC no sólo se tenía que comerse lo que hubiera, sino que se lo tenía que comer creyendo que era algo repugnante.

Una vez traté de hacerle la broma a mi sobrino, el Ale. Regresábamos de Tikal al hotel y sin duda él llevaba hambre; así que preguntó que qué ibamos a almorzar. Yo le dije que no sabía, pero que suponía que comeríamos mono, como los mayas. Y bueno…el Ale no dijo nada; y se sentó a la mesa a comer su bistec, tranquilo y contento, creyendo que era mono.


05
Dic 08

¡Me reiré del diablo!

Mis primeras memorias de la Quema del Diablo se remontan a finales de los años 60.  Recuerdo a mi padre juntando algo de leña y periódicos viejos, recuerdo las llamas y una escoba vieja. Recuerdo los cohetes y a los ahora extintos saltapericos; un tipo de fuegos artificiales que uno arrastraba con la suela del zapato y que tronaban y sacaban chispas hasta hacer que uno pegara de brincos.

En la noche del 7 de diciembre, se estima que unas 500 mil hogueras son encendidas en la ciudad de Guatemala.  Se dice que dichas piras se originaron para iluminar el paso de la procesión de la Inmaculada Concepción…y de pasó, ahí se quemaba a Satanás.
En casa de mis padres, la fiesta de la Quema del Diablo traía consigo dos cosas igualmente importantes: los magníficos buñuelos hechos por mi madre, y -cuando mis hermanos y yo estabamos más grandes- la tarea de ir a conseguir ramas para hacer buen fuego.  Las mejores las conseguíamos en el barranco de la zona 15, en compañía de nuestros amigos del vecindario.
Muchas culturas tienen tradiciones similares y las que recuerdo ahora son las hogueras de los celtas y las fallas valencianas.  De distinta naturaleza entre sí, y muy diferentes a nuestra Quema del Diablo, todas están relacionadas con el uso del buen fuego que ilumina y que purifica.
Según la tradición chapina, el fuego incinera al diablo representado por las cosas viejas que se queman en aquel.  La tradición demandaba que en al fuego del 7 de diciembre fueran arrojados los vejestorios, símbolos de rencores, de envidias, de malas experiencias del año y de otras cosas que son el diablo y que hay que arrojar fuera de la casa (o del corazón) y entregar a las llamas.
Por supuesto que hay mara que no le atina y que quema llantas, colchones, y otros materiales inapropiados, con lo cual la hoguera adquiere características altamente tóxicas.  Y con eso, los irresponsables están conjurando, no a la eliminación de los demonios, sino a la intervención del estado niñera, que es igual, o peor que el mismísimo Belzebú.
Voto porque la tradición de la Quema del Diablo sea conservada, no sólo por su simbolismo, sino por lo hermoso que es ver a las familias reunidas alrededor del fuego y comiendo buñuelos.  Este año tengo dos que tres cosas que entregarle al fuego, así que haré mi hoguera y me reiré del diablo…otra vez.

23
Nov 08

A Esquipulas, en el Chino

Mi tía abuela, La Mamita, contaba que a principios del Siglo XX ella acompañó a mi bisabuela, Gilberta, en su peregrinación a Esquipulas. La Mamita tenía una habilidad extraordinaria para contar cuentos e historias; y relataba aquel viaje con particular encanto.

Ella, que era una niña pequeña (porque además era menudita), viajaba en un pony llamado Chino; y las suyas eran historias de arrieros, de asaltantes, de noches al aire libre, y de aventuras. En la primera década del siglo pasado, esos viajes deben haber sido travesiás verdaderas. Cuando fuí El Mirador, montado en mula, recordé mucho a La Mamita y su viaje a Esquipulas.

Igualmente la he recordado ahora que leo que desde hace más de 20 años, 40 jinetes se reunen en Los Yumanes para cabaljar por 11 días en peregrinación a Esquipulas. En esa población hay una imágen a la que la gente le atribuye propiedades milagrosas.

Cuando yo era niño mis padres solían ir a Esquipulas cada tanto y, a nuestro modo, a finales de los años 60 y principios de los 70, era una aventura. Para comenzar nos levantaban antes de que amaneciera; y antes de que el sol saliera ya estabamos en camino. Recuerdo que comíamos en el camino, como les gustaba hacer a mis padres, y que llegabamos temprano a aquella célebre población. Mis padres seguían la costumbre de entrar hincados a la basílica y los niños los acompañabamos. Luego comprabamos los adornos típicos de la ocasión -que nos distinguían como peregrinos- y enfilábamos de vuelta a con rumbo a Longarone. Ahí nos esperaban la piscina, el almuerzo y la siesta, para luego volver a la ciudad.

La última vez que fuí a Esquipulas fue hace unos pocos años, en compañía de mi sobrino El Ale y de mi cuate, Raúl. En esa ocasión dormimos en esa población; y al día siguiente nos fuimos a Copán, Honduras, en donde pasamos tres días extraordinarios. Y cuando ibamos llegando a Esquipulas, de noche, no pude dejar de pensar en La Mamita y en el Chino.


04
Oct 08

Letreros urbanos: con una estrella en el diente

Este anuncio se halla en San Juan Sacatepéquez; y me gusta por la estrella de oro en los dientes. Ponerse dientres de oro, o colocar una estrella en la dentadura, es costumbre entre algunos chapines.

Claro que la de ponerse coronas del metal auro no es una costumbre exclusivamente guatemalteca; pero los antiguos mayas se limaban la dentadura para darle formas caprichosas; también se ponían jade en los dientes. Yo supongo que -localmente- la costumbre actual de ponerse oro tiene que ver con aquella práctica ancestral. Y seguramente algún lector podrá ilustrarnos al respecto. ¿Es una señal de estátus, o un recurso de estética?

“Los dientes postizos de oro van en camino de desaparecer en Asia Central, donde han sido hasta hace poco un símbolo de riqueza y también parte de la dote de las novias. El presidente de Tayikistán, Ejmomalí Rajmónov, ha tomado medidas para restringir el uso de las brillantes piezas, sin llegar tan lejos como su colega de Turkmenistán, Saparmurat Niyázov. Este dictador centroasiático prohibió los dientes de oro, aunque gusta de darles un aspecto dorado a las numerosas estatuas que manda construir en honor de su propia persona.”, según un reporte de El País.com


26
May 08

Joyas de inmenso valor

Los que me conocen saben de mi afición por la cocina y la buena mesa. Y ahora que he tenido que modificar mis hábitos alimenticios, aquello es un reto.

En ese contexto es que las especias, que siempre he disfrutado, han adquirido una nueva dimensión. Estas mágicas semillas, hojas, frutos, y cortezas nos vinculan a los árabes que movían especias entre China, Jave y la India, a través del Oriente Medio y de Egipto, con rumbo a Roma y Europa.

Cuando cocino con las más variadas especias, pienso en Venecia y en Constantinopla; en los hermanos Polo y en Cristobal Colón; en la Compañía de Indias; en el primer tamal que fusionó elementos del Viejo y del Nuevo mundo y en en una larga historia de exploraciones, negocios y descubrimientos relacionados con estas maravillas de la naturaleza. Y ciertamente creo que la variedad es la especia de la vida.

Por eso me emocionó que mi amiga Grete, haya tenido la magnífica idea de obsequiarme este encantador kit de especias que trae pimienta, clavos, cardamomo, cominos, semillas de culantro, nuez moscada, laurel, cúrcuma y macis. Las trajo de Tailandia y hoy estrenaré algunas de ellas con un estofado que ya me está haciendo agua la boca.


26
May 08

Malas costumbres chapinas

Hay una manía chapina que a mí me siempre me incomoda: la de suponer que si alguien no está de acuerdo con uno, es porque está involucrado en a saber qué.

Cuando se discutía el tema de la convenciencia, o no, de aceptar el funcionamiento de la Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad, muchos de sus promotores decían que quienes estaban en contra de aquella nefasta propuesta seguro que eran miembros de alguna mafia, o de algún aparato clandestino o cuerpo ilegal. Cuando se discute la legalización de las drogas, no falta quien diga que quienes favorecen esa política son narcos. Cuando se habla de que la autorización de la venta de riñones reduciría la escasez de estos y la delincuencia alrededor de su obtención, abundan quienes suponen que seguramente ahí hay intereses económicos involucrados. Si alguien se atreve a advertir contra la monopolización y centralización de la adopción, ¿quién duda de que ahí haya interés comercial? Si alguien escribe un libro de Historia, y cuestiona la Historia oficial, para algunos seres, de plano que el autor está vendido.

Hoy vemos un ejemplo de esos cuando una diputada asegura que “las personas que se van a ver afectadas son las que más resistencia van a poner”, al referirse a una ley de paternidad responsable que está por ser discutida en el Congreso. Yo estoy totalmente a favor de la paternidad responsable; y creo que la irresponsabilidad paterna (y materna) es la raíz de muchos males en la sociedad guatemalteca; pero es maniqueo y peligroso que los políticos supongan que porque alguien se opone a una de sus iniciativas, necesariamente es por mala fe.

A estas alturas no tengo opinión alguna sobre la citada iniciativa legislativa; pero…¿y si la tuviera? ¿Y si me pareciera absura, como son absurdas docenas de iniciativas parecidas? ¿Supondrán los pipoldermos que he dejado hijos regados por ahí?

Tristemente, la mentalidad chapina va como aquella canción de Thalia que dice:

Parece que somos armas mortales/ Pues sin miedo mutilamos sentimientos naturales/ Destrozamos la alegría, acabamos con la vida/ Sabotajes para el alma, tropezones y apatía/ Juzgamos a todos los que encontramos/ Destrozamos sus creencias y evadimos sus razones/ Que si es guapo, pues es gay, que si es rico es del cartel/ Que si es joven y es muy bella la cuchilla estuvo en ella.


31
Mar 08

Independencia, servidumbre y libertad

Hoy fui al supermercado a comprar una docena de huevos, dos panes de yemas y dos conchas, y un queso fresco. En la caja, delante de mí, iba una señora en sus late thirties, acompañada por dos niños. Pasó 5 productos y se quedó esperando a que el muchacho de la caja se los empacara.

Cuando el muchacho empezó a pasar mi compra la señora le dijo: ¿Me lo puede empacar? A lo que el muchacho respondió: Con gusto, pero primero voy a pasar la compra del señor (refiriéndose a mí). Acto seguido, la señora se dirigió a otros empleados del supermercado y les pidió: Por favor, ¿me pueden empacar las cosas? Yo sólo me le quedé viendo con cara de No puedo creer que usted sea tan inútil y tan ridícula.

Y digo: ¡Carajo, eran sólo 5 productos! La señora no se veía impedida. ¡¿Por qué jodidos no los metió ella en una bolsa y se fue sin molestar?!

Mi queja viene a que, precisamente anoche, presencié algo parecido, aunque no igual; y con un amigo comentámos la diferencia entre la gente que necesita ser servida y que para eso contrata servidumbre en su casa; y la gente que necesita cierta ayuda y por eso contrata colaboradores o trabajadores.

A mí siempre me ha molestado que la gente trate a sus muchachas y a otros empleados como si fueran servidumbre en el sentido denigrante de la palabra. Anoche, por ejemplo, noté y me gustó mucho que, al concluir una cena a la que asistí, la mayoría de los asistentes pasó a la cocina a agradecerle y a despedirse de la señora que sirvio la cena. Y con el cuate con el que comentamos el hecho, notamos diferencias entre la gente que hace eso, y la que sále sin más.

Hace años dos visitantes extranjeros me comentaron que estaban muy impresionados con los chapines porque, en mi lugar de trabajo, los directivos y ejecutivos saludábamos a los trabajadores en los corredores y dábamos las gracias a quienes nos atendían durante las comidas.

Curiosamente, la semana pasada compartí con ustedes el siguiente pensamiento de María Montessori:

No one can be free unless he is independent…in reality, he who is served is limited in his independence.

Por eso aprecio mucho que mis padres y mis abuelas me enseñaran a dejar hecha mi cama y a recoger mi ropa en las mañanas, a recoger los platos de la mesa, a ordenar mi propio closet, y otras tareas domésticas que le hacen el trabajo menos cargoso a quienes me ayudan; y admito que no soy un dechado de virtudes domésticas.

Yo he tenido mucha suerte con la gente que me ha atendido y me ha ayudado desde pequeño. Para comenzar, mi Nana, Elena que cocinaba delicioso y platicaba mucho conmigo en el planchador; luego, Catalina, Lidia, Queta, Rubén y Fasho, con quienes salía al parque, veía telenovelas y lucha libre, leía los diarios y aprendía sobre las diferentes costumbres y gustos que enriquecen la cultura de la gente; y más tarde Marina, que era toda una jefa de personal y con quien me aventuraba cocinando novedades (a pesar de las quejas presupuestarias de mi papá).

Más tarde llegaron Carmen, que califica como amiga; y doña Julia que me cuida como cosa propia.

Yo opino que las personas que nos ayudan y nos evitan muchas tareas merecen toda consideración y respeto. Por eso me molesta que haya huevones incapaces de empacar 5 productos en una bolsa de supermercado, y malagradecidos que no aprecien el esmero que otros ponen en atenderlos.


24
Feb 08

Por el placer de comer

Como brócoli, no porque pueda tener antioxidantes, sino porque el brócoli es delicioso. Como manzanas, no porque An appple a day, keeps the doctor away; sino porque su aroma y su sabor son magníficos. ¡Me da tanto coraje cuando oigo que alguien le dice a un niño que se tome su limonada porque es buena para evitar que te den catarros! ¡Jodido!, ¿qué tiene de malo que algo sea bueno sólo porque da placer? ¿Por qué se tiene que justificar el gozo de algo con algún tipo de beneficio utilitario?

Hoy, en The New York Times que trae Prensa Libre, leo que hay restaurantes que ofrecen menús que “refuerzan el sistema inmune”. ¿Qué tan bajo se puede caer? Un día de estos la gente va a salir a comer, no para divertirse y excitar a sus sentidos, sino para alimentarse y fortalecer sus sistema inmunológico.

Eso me recuerda a un amigo que ha observado que si un niño derrama una gaseosa y se le pregunta qué pasó, el niño responde que la gaseosa se cayó, y no que él la botó. Este es el caso de aquellas personas que, si se les pregunta por qué vienen mojadas contestan que es porque llovió, en lugar de reconocer que es porque olvidaron sacar el paraguas.

Da miedo vivir en una sociedad en la que la gente prefiere no asumir la responsabilidad de sus actos; pero da terror espantoso vivir en una sociedad en la que la gente come para llenarse de elementos químicos, en vez de hacerlo para gozar las delicias de los alimentos.