Los siguientes son párrafos de un artículo titulado La ley maldita, en el que miente su autor cuando les dice a sus lectores que la organización Red de Amigos de la Naturaleza niega tajantemente la existencia del cambio climático. ¿Por qué es necesaria la mentira? ¿Por qué es necesario crear un hombre de paja para discutir este tema?
En una columna de opinión intitulada “Una ley de aguas no es la solución”, José Fernando Orellana Wer, columnista de “El Periódico”, escribe: “Si dejamos de considerar (el agua) como un bien público y lo consideramos como uno económico, sujeto a derechos de propiedad para regular su aprovechamiento, se crearían los incentivos necesarios para el fomento de la inversión, explotación, distribución y conservación del mismo”. Orellana Wer es miembro de Estudiantes por la Libertad y miembro de la Red de Amigos de la Naturaleza (Rana), un grupo que se define como ambientalista, aunque niega tajante la existencia del cambio climático.
Luis Figueroa, periodista y también integrante del grupo Rana, opina en el mismo matutino: “La colectivización y el estatismo fracasan en proveer de agua a los pobres, como fracasan en darles buena educación, y fracasaban en proveerlos de teléfonos”.
La posición de Rana -que comparto- es otra: Investigaciones independientes han demostrado que durante los últimos 19 años no ha existido un calentamiento global significativo; que el CO2 no determina la temperatura del planeta y que, por tanto, los seres humanos no afectan significativamente el sistema climático mundial. Cambio climático ha habido siempre, y habrá siempre, ni la Tierra, ni el universo son ajenos al cambio constante, ¡constante! y sería absurdo suponer que podemos falsear esa realidad. De lo que dudamos, en Rana, es de las dimensiones apocalípticas y del rol de los seres humanos en cuanto al supuesto calentamiento global. No por razones ideológicas como podría insinuar alguien, sino porque hay evidencia científica suficiente para introducir la duda en los dogmas de esa religión posmoderna que es la del calentamiento global.
Los lectores de Carpe Diem no tienen por qué creerme sólo porque sí; quizás acostumbrados a buscar evidencias se sientan motivados a explorar centenares de estudios excépticos publicados en este enlace.
En realidad no es correcto decir calentamiento climático; pues, en realidad, lo que ha pasado es que originalmente los alarmistas usaron el término calentamiento global, pero cuando fueron capturados in-fraganti con la manipulación de datos (Climategate) y luego vieron que los satélites no mostraban un calentamiento alarmante viraron hacia el término cambio climático. Somos escépticos de las causas y defendemos la incertidumbre ante una ciencia y fenómenos muy complejos, explica el director de Rana, Jorge Chapas.
A lo mejor los lectores de Carpe Diem -y los de Sebastián- no tienen tiempo de explorar centenares de estudios excépticos del calentamiento global (aunque no del cambio climático); por lo que le recomiendo dos:
Y si de forma intelectualmente honesta alguien quiere conocer el trabajo de Rana, está invitado a visitar Realismo climático en París. Uno entiende que en ciertos ambientes el pensamiento único sea cómodo y conveniente; pero este ahoga las voces de la libertad y, a fuerza de mentiras, descalificaciones y de un discurso de agravios, trata de imponerse peligrosamente en la sociedad guatemalteca. Peligrosamente, no sólo por los métodos que usa, sino porque es unidimensional.
Tengamos una discusión sobre el agua y sobre el cambio climático; pero, por favor, tengámosla sobre lo que decimos; y no sobre lo que dicen que decimos. Sin mentiras, sin hombres de paja, sin tergiversar Con base en argumentos científicos, no en creencias, ni en opiniones desinformadas. Y, con el ánimo de que prevalezcan el buen humor y el diálogo civilizados, los dejo con algo del verdadero grupo Rana: