Lastima que, entre los chapines de la capital, el Carnaval no es una gran fiesta. Claro que en los mercados hay cascarones abundantes y, anoche en la carretera de Muxbal vi montones de ellos; pero no es que sea una gran celebración popular.
Afortunadamente hoy en la mañana, vi a dos princesas, un vaquero y a un Harry Potter -con sus cascarones- listos para celebrar en el colegio. Ahí estaban los niños, contentos y en la calle, esperando los buses de sus colegios.
Tengo mi historia de Carnaval en el colegio, y la comparto cada tanto: Cuando mis jóvenes padres viajaban -o andaban de parranda- mi hermano, Juan Carlos y yo ibamos a vivir a la casa de mi abuelita Juanita y de La Mamita (su hermana). Ese era un mundo centrado en nosotros. Ligeramente sobreprotector; pero enormemente creativo y entretenido. Aveces, se podía decir que algo alejado de la realidad.
Cuando yo estaba en Segundo año de primaria nos agarró el Carnaval en esa casa. Por esos días, mi padre había regresado de alguna parte con un extraordinario traje de Batman para mí, y uno de Robin, igual de admirable para mi hermano. Those were the days, my friend!
Pues bien…llegado el martes nos vistieron de Batman y Robin, nos dieron sendas bolsas de cascarones y caminamos a la parada del bus, que quedaba como a dos cuadras de la casa. Mi hermano y yo íbamos en las nubes con nuestros disfraces. Veíamos cómo se aproximaba el bus. El bus se estacionó. Lo abordamos. Mi abuela y mi tía abuela nos dijeron adiós en la parada. Y el bus arrancó.
Y todos se nos quedaron viendo, porque ¡todavía faltaba una semana para el Carnaval! Mi hermano y yo eramos los únicos pendejos disfrazados.
Cuando era chico recuerdo haber hecho cascarones en dos ocasiones. Eso fue con mi tía abuela, La Mamita, que fue quien me enseñó la técnica de pintado. Ella guardaba cáscaras de huevo a lo largo meses, elaboraba el confetti, preparaba la añilina, cortaba el papel y hacía el engrudo necesario para sellar los cascarones. Y los niños, ¿qué hacíamos? Pues pintábamos los cascarones y nos pintábamos entre nosotros, combinabamos los colores, hacíamos diseños y nos divertíamos. Y si uno quería llevar la diversión un paso más allá, podía ponerle harina a algunos cascarones, travesura que había que hacer sin que La Mamita se diera cuenta.
Los cascarones son propios del Carnaval; y me he encontrado estos, hoy en el mercado. Son huevos vacíos, rellenos con confetti y un grano de maíz, coloreados con añilina y cubiertos con papel de China. De verdad quisiera saber para qué es el maíz.
La idea, con los cascarones es rompérselos a alguien en la cabeza; normalmente de forma sorpresiva y por atrás.
Actualización: La foto me la mandó mi amigo, Warren y de plano que ni mandada a hacer para esta entrada.