Para mí es un honor y un gusto hacerlo porque durante cerca de diez años de mi vida, durante mi adolescencia, fui orquideólogo. En 1979 el colegio nos llevó a la Exposición Nacional de aquella ocasión, y me impresionaron tanto aquellas flores complejas y altamente evolucionadas, que decidí no volver a clases. Me capee del colegio y me quedé con el pretexto de ayudar a vender la rifa. Fui un éxito como vendedor de rifa y volví al día siguiente, y al siguiente y ahí me regalé.
De la mano de orquidéologos muy generosos como Carlos y María Antonia de Lizama, así como Roberto Lizama y Regina Lizama; Alberto y María Eugenia de Behar, Karl Robert y Heti Jacobs, Christa de Bickford, Carmen de Herman, Eduardo Tschen, Otto Tinschert, Bernd Kupferschmied, Juan Francisco y Ana María de Maldonado aprendí mucho y disfruté mucho de aquellas plantas maravillosas.
Pródigos con el conocimiento y con su pasión por las orquídeas, aquellas personas y otros más me permitieron servir como ayudante de juez en varias competencias e incluso fui juez en una o dos exhibiciones; y fui vocal en la junta directiva de la Asociación Guatemalteca de Orquideología. Nunca olvidaré las excursiones que hacíamos a los bosques de Cobán y de la Costa Sur para identificar las especies de aquellos lugares.
Cuento esto porque me siento muy orgulloso de haber formado parte del mundo de las orquídeas chapinas; y porque agradezco mucho el tiempo que la AGO me acogió. Ciertamente que uno de los elementos que hicieron de mi adolescencia algo extraordinario fue mi relación con las orquídeas, no sólo desde un punto de vista sibarita, sino desde una perspectiva científica.
Hoy, pues, no quiero dejar pasar la ocasión sin agradecerle a la AGO todo lo bueno que hicieron por mí.
La exhibición será inaugurada, hoy, a las 7:00 p.m., en el Salón José Mariano Arzú de la Cervecería Centroamericana; 3a. Avenida, 17’62, zona 2 Finca El Zapote.
La foto es de unas Cattleya skinnerii del
Arboretum de la Universidad Francisco Marroquín.