He aquí una información alarmante. En Guatemala menos de la mitad de los consultados para la encuesta Barómetro de las Américas apoya lo que entiende como democracia; y sólo 38 % de los encuestados está satisfecho con ese sistema.
Los niveles de gobernabilidad democrática han alcanzado niveles mínimos y eso se debe a que la gente le da la espalda a la democracia cuando cree que la corrupción es generalizada. Menos de tres de cada diez consultados confía en las elecciones y…¡Peligro, peligro!…tres de cada diez consultados está de acuerdo con que, para progresar, está bien censurar la voz de los opositores.
La idea de que 40% del presupuesto del gobierno se pierde en corrupción y que con detenerla alcanza el dinero (misma que está en duda porque ahora resulta que la Administración Arévalo supuestamente necesita una ampliación presupuestaria) es una de las consignas que -durante años- hizo que las personas elevaran su percepción de la venalidad y dejaran de confiar en la democracia y creciera el nivel de ingobernabilidad. Si ves la historia de Hispanoamérica luego de una elevada percepción de corrupción viene la dictadura. Ese es el caso de Nicaragua, Venezuela y Cuba, por supuesto, para mencionar tres.
Desde la antigüedad la democracia es el gobierno de la mayoría. Se elige democráticamente cuando se vota y se hace lo que quiere la mayoría. Es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Y si el pueblo no obtiene lo que vota para conseguir, el pueblo desconfía del sistema, le da la espalda y sale en busca de quien le de lo que quiere. Pero lo que el pueblo quiere suelen ser las goodies que les ofrecen los demagogos que piden su voto. El pueblo suele no darle mayor importancia al respeto a la vida, la libertad y la propiedad porque le parecen ideas demasiado abstractas frente a las necesidades cotidianas. El respeto al principio de no agresión, y la igualdad de todos ante la ley palidecen ante la factura del supermercado y el precio de la energía eléctrica. La democracia entendida como forma de elegir en realidad es el sufragio; y la democracia como forma de redistribuir en realidad es socialismo. Pero, ¿quién le explica esto al votante básico?
Los votantes un poco más refinados piensan en la separación de poderes para proteger los derechos individuales, la abolición de privilegios, y en la idea de que no se vale iniciar el uso de la fuerza en las relaciones interpersonales cuando imaginan un ideal social. Pero, creen que eso es democracia porque es lo que les han dicho desde chicos. ¿Quién les explica que lo que imaginan es un sistema republicano? ¿Quién les cuenta que en un sistema republicano el estado de derecho prevalece sobre la voluntad de la mayoría? ¿Quién les informa que mientras que en una democracia los intereses colectivos prevalecen sobre los derechos individuales, en uno republicano los derechos individuales prevalecen sobre los intereses colectivos? (Pausa aquí para leer bien la pregunta anterior y meditar sobre ella). ¿Quién te ha contado que es de interés colectivo que siempre prevalezcan los derechos individuales? ¡Aún si se trata de salvar un bosque!
Es cierto que la percepción de corrupción (alimentada por quienes F. A. Hayek llama demócratas dogmáticos) mina la confianza en la democracia e invita a la gente a buscar la dictadura. Pero también es cierto que la confianza en el sistema republicano ha sido socavada porque se la ha confundido con la democracia; y porque esa idea de democracia ha sido cargada con pesos y exigencias inaguantables.
He aquí el peligro.
Columna publicada en República.