El lunes amanecí con nostalgia porque este sería nuestro último día completo en El Soch, en la finca El Recuerdo y en compañía de nuestros estupendos anfitriones. Pero amanecí con hambre y con la curiosidad de qué había pasado con la perica y el gavilán.
Luego del lavado de cara y dientes, listos para lo que nos trajera el día nos encaminamos hacia el rancho; y ahí la novedad es que doña Mimí y Julio Jr. estaban desgranando elotes de la finca para preparar atol de elotes. ¿Sabes qué pasó con la perica? Pues se salvó, ¡Todo el orbe cante! y volvió a la casa de Las tías Chita, Norma y Tita. Así que tutti contenti, a desayunar. Y luego de comer rico el consabido baño a guacalazos.
Ese día, don Julio en compañía de Chito, nos llevaron hacia la parte de la finca donde hay cardamomo, macadamias y milpa. Lissa, Raúl y yo subimos el cerro y subimos el cerro. Don Julio nos explicó los altos y bajos del cultivo de aquellos productos. Ya te conté que me gustan mucho las macadamias y que me recuerdan las fiestas de aniversarios de bodas, de mis padres, cuando era niño. También me gusta el cardamomo porque mi padre compraba café y cardamomo para una compañía japonesa. Aquel producto me encantó desde la primera vez que mi padre llevó unas semillas a la casa. Yo las comía solas y hacía café con cardamomo y galletas de cardamomo. ¿Te acuerdas de que en los 80 había unos chi
cles de cardamomo? La marca era Romy.
Cuando subimos el cerro de las siembras vimos una cotuza. Yo nunca había visto una y aunque la ví por pocos segundos me encantó el color rojizo de su pelambre. Adivina de qué me acordé cuando comentamos el avistamiento de aquel animalito. Me acordé de que al cardenal Mario Casariego lo apodaban Sor Cotuzo.
Cuando llegó al medio día bajamos a la cabaña donde Raúl y yo tomamos la siesta de ley mientras Lissa disfrutaba de la cascada y de su agua fría. Por cierto que, en la mañana cuando subimos al cerro, don Julio les había dado permiso a unos niños para bañarse en la catarata y se veía que disfrutaban como Lissa del agua clara y helada.
Ya descansados fuimos a comer la pierna horneada, la caponata y unos quequitos de bananos que Raúl y yo llevamos preparada, mismas que, ¿cómo iba a ser de otra forma?. compartimos con don Juliio, doña Mimí, Julio Jr. y Chito. ¡Y atol de elote que hizo doña Mimí! ¿Qué es lo que corresponde luego de almorzar y a causa del efecto florifundia? Una siesta breve para agarrar fuerzas e ir a explorar la parte de El Soch que queda junto a la casa de Las tías.
Cuando bajó alguito el sol emprendimos camino a la parte alta de El recuerdo, pero no por el camino principal como el día anterior, sino cruzando las siembras de don Julio. La casa estaba en silencio y escuchamos a la perica aliviados. Allá arriba sólo estábamos don Julio, Julio Jr., Lissa, Raúl y yo.
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Luego caminamos hacia los basamentos de El Soch que se hallan en esa parte. Son diferentes a los que hay en la parte baja. Estos son más piramidales. La casa de Las tías se halla exactamente junto a la escalinata principal de uno de los basamentos. Hay otros basamentos atrás y restos de un campo de juego de pelota, y ¡Sorpresa! Un monolito precioso, con una cara chula que me recordó al dios gordo que se halla en el Museo Popol Vuh. Este no debe ser confundido con los barrigones de La Democracia; ni con los cabezas gigantes de los Olmecas. Si consigo más Info sobre el dios gordo, te cuento.
Si la visita a esta parte del sitio arqueológico fue fascinante en sí misma, la guinda del pastel es que don Julio y Raúl vieron pasar un quetzal entre el bosque. Yo no lo vi, ni he visto uno en persona; pero sabes que estaba ahí y que ellos lo habían visto me llenó de alegría. Este era nuestro último atardecer en El Soch y la vida nos había regalado un quetzal. Cuando uno mura un quetzal es algo mágico, es estremecedor, dijo Raúl
Cuando se puso el sol nos dispusimos a bajar, pasamos a refrescarnos a la cabaña, pre empacamos tantito y al rato agarramos camino para el rancho. ¿A qué? ¡A cenar y a escuchar historias de don Julio!
En esas estábamos cuando la Luna se dejó ver entre los árboles. Una Luna casi llena que sería nuestra última en El Soch. Y en ese momento, en la paz de la noche en la selva y a la luz brillante de Ixbalanqué sentí una gratitud profunda por todo lo que habíamos vivido desde el viernes, en la mejor compañía posible.
Luego caminamos a la cabaña, abluciones y a dormir porque al día siguiente haríamos viaje.
- Excursión a El Soch, primer día.
- Excursión a El Soch, segundo día.
- Excursión a El Soch, el mejor día.
- Excursión a El Soch, el final.
Continuará.