El segundo semestre de 1944 fue de agitación en preparación del proceso que empezaría oficialmente el 20 de octubre de aquel año. Los muelleros del Puerto de San José, los trabajadores del ferrocarril en Tiquisate y hasta los zapateros estaban en huelga. De aquella convulsión no escapó la industria hotelera, y mi bisabuela, Adela, se vio envuelta por los vientos que soplaban.
El 31 de agosto de 1944, el periódico El Libertador, que era el órgano oficial del Frente Popular Libertador, el más conservador de los partidos revolucionarios, publicó la siguiente carta. En ella, empleados del Hotel Casa Contenta, de Panajachel, que era propiedad de mi bisabuela, expresaron que en aquella empresa llevaban trabajando mucho tiempo y que siempre habían sido bien tratados y remunerados, por lo que estaban contentos y agradecidos. Sin embargo, dicen los que firman la carta, Julio Matheu y su esposa (del Hotel Maya Inn, en Chichicastenango) trataron de convencer a Mami de que les bajara el sueldo a sus empleados. Los firmantes son Celestino Girón, Abel Bracamonte, Fabián Rivas, Pablo Rodríguez, Roberto Coronado, Everardo Bracamonte y Carlos Rodas.
El 13 de septiembre de aquel año, el mismo periódico publicó una carta firmada por mi bisabuela, en la que ella aclara que Julio Matheu D. nunca se ha tratado de inmiscuir en asuntos relacionados con sus empleados, y que los firmantes de la carta anterior fueron instigados por una tercera persona. La identidad del instigador queda en el misterio.
¿Qué relación tiene este tiquisimiquis con los movimientos sociales de 1944? ¿Ocurrió este affaire en el contexto de la agitación de aquel entonces? Mira que es poco más de un mes antes de que reventara la pita.
Lo que sí sé es que, instigados, o no, por lo menos dos de aquellos empleados siguieron trabajando para mi bisabuela durante años. A Abel Bracamonte lo conocí porque era cocinero de Casa Contenta, y aquí va una anécdota mía con él: Allá por 1968 fui a pasar vacaciones allá por primera vez -sin mis padres- gracias a la generosidad de mi bisabuela y de mi tía abuela, Adela Morales. Los niños solíamos comer en la cocina, y un día, durante el desayuno, le pedí a Abel un cucharón para comer mi mosh. Abel se rió y me pasó… efectivamente… un cucharón de cocina de hotel. Todos en la cocina se rieron, yo me mosqueé y luego el chef me pasó una cuchara sopera. Eso quiere decir que, 20 años después de la carta, Abel seguía siendo de confianza de Mami.
A principios de los años 80, mi abuela, Frances, llegó a casa con un frasco de mango chutney que había traído de Panajachel y que, según ella, tenía unos 10 años de haber sido preparado por Abel. Ella basaba su hipótesis en que era él quien preparaba el chutney (con la receta de mi bisabuela) y en el tiempo que había pasado desde que el cocinero había muerto. Sobra decir que comimos el chutney con gran aprecio y alegría; de hecho, le pedí a mi mamá que preparara costillas de res asadas para disfrutar aquella conserva. Eso no es raro porque el chutney que tengo en casa, hecho por mi con aquella receta, tiene ahora porlo menos 8 años.
Adicional a aquella historia, a Celestino Girón lo conocí a principios de los años 80, cuando ya era mayor y trabajaba como guachimán en el Hotel Cacique Inn (propiedad de mi tía abuela, Adela). Celestino también fue de confianza hasta que dejó de trabajar.
Este incidente cayó en el olvido porque nunca oí que fuera mencionado entre las conversaciones y recuerdos familiares.
Gracias a Luis Andrés Schwartz por los recortes y la información sobre la agitación en 1944.