El vagón de tren que usaba don Manuel Estrada Cabrera, expresidente de Guatemala a principios del siglo XX fue uno de los tres vagones presidenciales que visité el sábado en el Museo del Ferrocarril.
Atravesamos el carro y vimos la ducha y el lavabo, la cocina, el dormitorio y el comedor de aquel vagón histórico que está bastante bien conservado y que guarda un aroma a madera característico. El paseo por ese vagón -y por los otros dos- consigue que uno viaje en el tiempo.
Los otros dos vagones que vimos fueron el de don Jorge Ubico y el del presidente José María Orellana.
Porque mi padre vendía cajas fuertes, telégrafos y lacre, en los años 80 visitó esos vagones y el del arzobispo; y regresó a casa muy contento de haberlos visto. Me contó que eran fascinantes y quedamos en visitar la Estación Central en un futuro próximo; y nunca se dio la ocasión. Hubiera sido alegre hacer la visita con él.
@luisficarpediem Vagón de tren en el que viajaba don Manuel Estrada Cabrera, presidente de Guatemala, a principios del siglo XX. Don Manuel fue el jefe de estado del 8 de febrero de 1898 al 15 de abril de 1920 #tren #ferrocarril #manuelestradacabrera #historia #historiadeguatemala
Eduardo, el guía del Museo de Ferrocarril hizo que la visita al museo y, y especialmente a aquellos carros fuera muy educativa y agradable.
Nunca viajé en tren así en serio y me hubiera encantado. Mi tía abuela, La Mamita, nos contaba historias de viajes en ferrocarril y a mí siempre me maravillaban, no sólo la idea de ver pasar los paisajes distintos, sino las llegadas a las estaciones y las algarabías que se armaban entre vendedores de alimentos, pasajeros y otras personas habituales de esos lugares.
Cuando yo era niño había El tren de la alegría, que iba a Amatitlán y ese es otro paseo que nunca hice; pero en agosto pasado di un paseo breve que estuvo muy alegre.
También de niño leía sobre trenes en la enciclopedia Mis primeros conocimientos. ¿Tuviste una de esas? El volumen de trenes, aviones y viajes interplanetarios era uno de mis favoritos. Más tarde, con la lectura de La rebelión de Atlas, los trenes se volvieron a hacer presentes en mi imaginación.