La autopista Palín-Escuintla pasará a manos de políticos y burócratas el próximo 30 de abril. Propongo una oración de difuntos dedicada a aquel tramo carretero de 22 kilómetros. Autopista, te vamos a extrañar.
¿Por qué soy pesimista?
Porque si a la autopista estatal le va como a la educación estatal estamos fritos. Ni siquiera dos de cada 10 graduados de secundaria en las escuelas del Ministerio de Educación obtienen un buen desempeño en matemáticas; y a duras penas tres de cada 10 tienen un buen desempeño en lectura. En manos de políticos y burócratas, el sistema educativo chapín es un engaño para los estudiantes y para sus padres, o encargados y es un robo para los tributarios como tu.
Porque si a la autopista estatal le va como al sistema de salud estatal estamos fritos. Dime si no has leído, numerosas veces, acerca de las miserias a las que se enfrentan los guatemaltecos que hacen uso de los servicios de salud estatales donde imperan el desabastecimiento de medicinas, la falta de personal, el hacinamiento y la inexistencia de salas de espera. El sisetma de salud estatal es un robo par los tributarios como tu.
Una carretera que uso con frecuencia es la que une Tecpán con Chiché y pasa sobre el río Motagua sobre el puente Chimaché. Es cierto que te ahorra como una hora de viaje; pero… políticos y burócratas construyeron aquel puente y abrieron la ruta sin ampliar apropiadamente la carretera que va de Tecpán a Chimaché, de modo que el transporte más pesado posible circula por ahí en un camino estrecho y mal mantenido que no está hecho para aquello. La carretera entre el puente y Chiché se desmorona en tiempos de lluvia y pasas por ahí esquivando piedras; el talud es tan vertical que le añade mucha tensión a una situación peligrosa.
¿Has visto cómo está la carretera estatal entre Escuintla y el puerto Quetzal? Se mantiene tan llena de hoyos y parches que de nada sirve que sea recta y de concreto porque no es posible ir a una velocidad razonable sostenida sin correr el riesgo de un reventón de llanta, por lo menos. En la carretera hacia Quetzaltenango -y durante años- el concreto ha estado tan resquebrajado que hace un tiempo a mi auto le rebanó una llanta. Desde entonces, cuando he circulado por ahí lo he hecho muy nervioso. La cosa no pasó a más, pero…¡Qué peligroso, ¿verdad?!
En occcidente docenas de caminos están plagados de túmulos, y detrás de los túmulos hay hoyos. ¿Quieres que te recuerde lo qué ocurre con el libramiento estatal de Chimaltenango?
¿Es aquel el futuro de la difunta autopista? ¿Le espera verse igual a su hermana que va entre Escuintla y el puerto? Dime…¿por qué es que la autopista estatal va a ser diferente a otras carreteras controladas por políticos y burócratas? ¿Por qué va a ser diferente a otros servicios estatales como la salud y la educación?
Ya me veo a a la autopista rezando, con Mozart: Condenados los malditos, arrojados a las llamas voraces, llámame entre los benditos. Te lo ruego, suplicante y de rodillas, con el corazón acongojado, casi hecho cenizas: hazte cargo de mi destino. ¡No quiero caer en manos del Micivi, ni de Caminos, ni de los políticos y burócratas que controlan las carreteras! No quiero que el dinero que saquen a mi costa sirva para engrosar la piñata estatal.
Yo digo que sí, que la autopista se merece un réquiem.
Columna publicada en elPeriódico.